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Dash
Mi lengua buscó la suya y fue correspondida de inmediato, como si ella también ansiaba sentir más que mis labios. La temperatura corporal se elevó dentro de mi cuerpo y los latidos de mi corazón se aceleraron de una manera que solo tenía una salida para controlarlos.
Apreté su cintura cuando sentí que la otra parte de mi cuerpo se empezaba a endurecer por el beso tan provocativo que manteníamos.
Ella aún con los pies de punta, me rodeó el cuello con los brazos y yo lo tomé como un incentivo para levantarla y cargarla entre mis brazos sin romper el beso. Con una mano en su culo y la otra en su nuca, la intentaba ceñir a mi cuerpo lo más hondo y profundo que me permitía. La fuerza que tenía nuestro beso me estaba cortando la respiración, pero eso no me quitaba las ganas de querer sentirla y ansiar más de ella.
Continuamos besándonos como si hoy fuese la primera y última vez en que haríamos algo así. Un beso que no necesitaba palabras describir que estaba cargado de ganas y necesidad.
Entre besos y caricias con lenguas, sentí como sus caderas se movieron sobre mi brazo, ansiando algo más que un beso. Se movió nuevamente hasta que su entrepierna se pegó a mi abdomen. Solté un gemido por tenerla tan cerca de mí y ella hizo de nuevo el movimiento. Empezó a hacer fricción con movimientos suaves sobre mi abdomen provocándose placer y soltando más gemidos que me erizaron la piel y me pusieron erecto.
Mis labios bajaron por su cuello para lamerlo, acariciarlo, mordisquearlo y chuparlo con cada movimiento que ella provocaba y cada gruñido que resonaba en mi garganta.
Echó la cabeza hacia atrás para darme mayor espacio a lamerle el cuello y sentir su piel en mi lengua. Los gemidos que salían de su dulce boca se intensificaban y el pasillo no parecía la mejor idea para romperle el vestido y embestirla contra la pared.
Sentí sus manos en mi cabello que me alentaban a seguir y yo estaba fascinado llenándome de esa parte de ella, pero mi erección me decía que los pantalones estaban sobrando en mi cuerpo. El movimiento de sus caderas restregándose sobre mi abdomen me está haciendo perder la cordura y estoy seguro que si me iba por ese lado, no había retorno.
—Reissel —susurré mientras trazaba con la punta de mi lengua desde su clavícula hasta subir a su mentón.
—¿No que tenías sed? —gimió.
—No voy a poder parar cuando te pruebe —dije para luego morderle la curva del cuello y sacarle otro gemido más sonoro que los anteriores.
—Eso es lo de menos— respondió entre jadeos al tiempo que tiraba de mi cabeza con mi pelo en sus manos. La miré con un hambre voraz, como si nunca en mi vida había probado una piel tan cálida y dulce—. Porque seré yo quien no pare cuando te la pruebe.
Las pupilas se le dilataron y mandé a la mierda el buen juicio.
Giré con ella sobre mis pies y la apoyé contra la puerta. Con una mano sobre culo, llevé la que tenía en su nuca, a los costados de su boca para apretarla y plantarle un beso. Mi lengua embistió la de ella, pensando en que no solo quería penetrarla con la lengua, quería penetrarle la boca y a ella al mismo tiempo.
La besé unos minutos más contra la puerta hasta que corté el beso y le solté la cara para buscar la llave en mi bolsa trasera, desesperado y hambriento, saqué la llave y la inserté en la cerradura para abrir la puerta.
—Sujétate—le ordené antes de girar el pomo y abrir la puerta.
Ella se aferró a mi cuello y no perdió el tiempo para empezar a besar y pasar su lengua de arriba abajo. Solté un par de gruñidos y me las arreglé para cerrar y asegurar la puerta.
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La escritora, el actor y los miedos
RomanceReissel Oviedo es una chica que ve todos los días el lado positivo de lo que pasa a su alrededor. Tiene una mente brillante, un corazón grande y siempre está dispuesta a ayudar. Pero esconde en ella un peso que la hunde todas las noches. La carga so...