Capítulo 6: Los límites evitan guerras innecesarias

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Reissel

—¿Y sabes qué otra cosa me gusta? —esta sería la octava.

—Dime —respondí llevando la taza de café a mi boca.

—Me gusta cómo se sienta en la mesa para tomar el café todas las mañanas —arrugué la nariz y ella soltó una risita—. Lo sé, doy hasta asco. Pero que te puedo decir, estoy enamorada.

—Ya. —Me estremecí—. Me quedó claro con las ocho cosas que dijiste de Jaldrew desde que empezamos la videollamada —miré la esquina inferior de mi laptop para saber la hora.

Era muy temprano, así que aún tenía tiempo para ir al set.

—Deberías de intentarlo —sugiere acercándose a la cámara como si tal se tratara de un tema confidencial.

—¿El qué? —tomé otro sorbo de mi café.

—Ya sabes —vacila. Está buscando la forma de decírmelo—. Enamorarte.

—No tengo tiempo —respondí. Ella volteó los ojos irritada por mi respuesta.

—Sé que esa no es la verdadera razón —acusó.

—¿Cuál es? —miré la taza entre mis manos esperando el ataque.

—Deja de pensar que todos son como él.

Alcé la cabeza y la miré a través de la pantalla.

—No se trata solo de eso.

—Es eso, Reissel —me miró con el ceño fruncido —. ¿Por qué le tienes miedo?

—¿A quién?

—¡A qué! —dijo, irritada—. Escribes novelas de romance y no te atreves a tomar personal todo eso que escribes.

—¿Con quién? —resoplé—. ¿Con quién voy a atreverme, Keisy? Nadie está dispuesto a arriesgar tanto.

—Deja de tener puestas las expectativas del amor en los libros que lees.

—No tengo las expectativas basadas en los libros—espeté, indignada.

—Bueno, deja de tener las expectativas del amor en los libros que escribes— resopló—. Es lo mismo. No necesitas de los libros para vivir un romance. Puedes crearlo si así lo quieres —me miró—. Conoces a alguien y estrechas los lazos, así es como funciona. Si te gusta continuas, si no, lo dejas. No todo pasa como en las novelas o en las películas, pero puedes buscar la manera de que así sea.

—Déjame que lo escribo en un libro de fantasías— ella chistó.

—Lo digo en serio— negó con la cabeza—. Dime, si mañana conoces a alguien que está evidentemente interesado en ti, ¿le dirías que no?

Guardé silencio y la miré por unos largos segundos antes de escucharme responder.

—Creo que me arriesgaría.

—¿Y qué esperas?

—Keisy —la miré con el ceño fruncido—. Dije creo, no estoy asegurando que me lazaré a los brazos del primer chico que se aparezca.

—Eso ya lo veremos —esbozó una sonrisa maliciosa.

—¿Te comenté que estoy escribiendo otra novela? —cambié de tema.

—¿Tienes tiempo para eso?

—En los descansos del rodaje escribo un poco —me encogí de hombros—. Cuando no puedo dormir aprovecho para escribir.

—¿Insomnio? —negué—. ¿Está pasando de nuevo? —asentí con un nudo en la garganta que se clavó con solo recordar—. ¿Quieres que me quede algunos días?

La escritora, el actor y los miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora