Dash
Abrazado a ella y con la mente nublada por todo lo que acabamos de hacer, mi pulgar rozó su costado derecho siguiendo los trazos de lo que parecía un tatuaje. Le abarcaba desde la parte baja de su costilla hasta el final de su cintura, del cual no me había percatado antes. Continué acariciando ese costado de su cuerpo con mi pulgar para sentir el relieve del tatuaje y sentir como ella se estremecía con el tacto.
Estaba hecho polvo. Me había sacado cada gota y aun así podía sentir como me empezaba a templar. El detalle, es que aún seguía dentro de ella porque no habíamos cortado el abrazo desde que terminamos, hace unos largos minutos atrás y si no salía pronto...
Sería un desastre.
Pero mis brazos seguían aferrados a ella con una fuerza que me parecía sobrenatural. No quería alejarme, no quería romper el contacto y no quería dejar de sentir la calidez de su cuerpo y sus pechos pegados a mí. Tenía la piel suave, clara y con algunas pecas por sus hombros y espalda. Lo más satisfactorio, además de aun tenerla clavada sobre mí, era su olor, tenía una combinación a jazmín con notas afrutadas, de manzana, tal vez. No era experto en el tema en cuanto a fragancias, pero estoy seguro que no es un perfume.
Sus manos envolvían mi cuello, su nariz rozaba mi garganta y sus piernas se ceñían al costado de las mías como si tal soltarnos no era una opción. Y aunque la idea me gustaba, no podía seguir de esta forma con ella. Era demasiado... ¿íntimo?
No lo sé.
Tal vez sí.
Pero el motivo mayor para quitarme de ella era que se me estaba cayendo el maldito soldado.
—¿Sabes por qué las tortugas tienen caparazón? —me escuché preguntar en un susurro.
Soltó una risita que me hizo bajar las defensas junto al maldito cadete.
No me jodas.
—Dash, ¿qué tipo de conversación es esa? —se burló.
Me estaba empezando a sentir nervioso.
Un minuto más y se me iba a escurrir el condón dentro de ella.
—¿Lo sabes? —insistí.
—Claro que lo sé, es para protegerse de los depredadores —sus brazos soltaron mi cuello y sus manos tomaron lugar sobre mis hombros para marcar distancia. Me miró con curiosidad—. ¿Por qué?
—Porque así me siento —respondí conteniendo la respiración.
Mierda, está a nada de caer como piezas de jenga.
—¿Te sientes amenazado? —frunció el ceño señalando su pecho—. ¿Por mí?
—Necesito retraer la cabeza y el cuello —solté.
Necesitaba ayuda.
Urgente.
Soltó otra risita sin comprender lo que le estaba diciendo.
Oh, santa mierda.
AYUDA.
—Reissel —pronuncié en un hilo de voz—. Necesito sacar la cabeza y el cuello.
—¿Cómo? —ahuecó sus manos alrededor de mi cuello.
A la mierda.
—Necesito sacarte el pene antes que el condón se quede atrapado en tu vagina —solté entrando en pánico.
—¡Oh! —susurró viéndome con esos ojos llenos de confusión—. ¿Oh? ¡Oh! ¡Mierda! —gritó antes de impulsarse con las manos contra mi pecho para salir de un tirón de mí.
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La escritora, el actor y los miedos
RomanceReissel Oviedo es una chica que ve todos los días el lado positivo de lo que pasa a su alrededor. Tiene una mente brillante, un corazón grande y siempre está dispuesta a ayudar. Pero esconde en ella un peso que la hunde todas las noches. La carga so...