Capítulo 29: ¿Omitir es mentir?

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Reissel

Salí del ascensor con los ojos sobre la pantalla de mi celular. El anuncio sobre el estreno de la película ya estaba en todas las redes sociales y los espectadores se habían vuelto loquísimos. Mis lectores habían saturado todas mis publicaciones y mensajes con diferentes preguntas que no podía responder hasta que le echaran un vistazo a la película. Estaba tan feliz que no me podía creer que esto fuese real. Quería que alguien me pellizcara para dejar de sentir que estaba dentro de un sueño que no tenía fin.

—¡Mierda! —solté cuando divisé una sombra por el rabillo del ojo—. ¿Qué haces ahí? — Dash estaba apoyado en la puerta de mi apartamento con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—¿Dónde estabas? —soltó enfadado.

—¿Pasa algo? —fruncí el ceño mientras buscaba la llave en mi bolso.

—Reissel —advirtió.

Encontré la llave y me acerqué a la puerta, pero Dash no se movió porque estaba esperando mi respuesta.

—Estaba con Keisy —apoyé mi mano sobre su hombro—. Hace mucho que no pasábamos juntas un día entero, así que estuve con ella desde que abrí los ojos —moví su hombro—. ¿Podemos hablar a dentro?

El no respondió, pero se hizo a un lado para que abriera la puerta. Empujé la madera y le hice de señas que pasara, pero solo se limitó a mirarme. Fruncí el ceño mientras cruzaba el marco de la puerta. Lancé mi bolso en dirección al sofá y me dirigí a la cocina por un vaso de agua. Escuché la puerta cerrarse unos segundos después.

—¿Quieres algo de tomar?

Silencio.

Solté un suspiro.

Aquí vamos de nuevo.

Incómoda, me serví un vaso de agua que me lo tragué en un segundo, dejé caer el recipiente con tanta fuerza que resonó en todo el apartamento. Salí de la cocina y caminé hacia la sala para llevarme la sorpresa de que Dash estaba al lado de la puerta con los brazos cruzados.

—¿Por qué sigues ahí?

—¿Por qué no me lo habías dicho?

Me detuve en medio camino para mirarlo, confundida.

—¿De qué estás hablando?

—¿Qué es lo único que no sé sobre tu vida?

—Lo sabes todo —respondí con los nervios de punta.

—No, Reissel —negó con la cabeza sin dejar de mirarme—. Te pregunto de nuevo, ¿por qué no me has dicho aún el mayor problema que tienes?

—Dash —susurré con el corazón retorciéndose en mi pecho—. No es algo de lo que me sienta orgullosa de hablar.

—¿Sabes a lo que me refiero?

—Estoy asumiendo que lo sé.

—¿El qué? —me lanzó una mirada de advertencia—. ¿Qué estás asumiendo?

—Lo has encontrado, ¿verdad?

—¿A quién, Reissel?

Las piernas me empezaron a temblar. Los nervios se apoderaron de mi cuerpo en el segundo que reconocí porqué Dash lucía tan molesto. No solo se lo había encontrado, apostaría a que habló con él.

—A él —me escuché decir.

—¿Él? —dio un paso a mi dirección, pero mantuvo la distancia—. ¿Quién es él?

—¿Por qué me estás preguntando si ya lo sabes? —inquirí un poco a la defensiva.

—Porque aún estoy asimilando todo lo que acabo de descubrir—espetó indignado.

La escritora, el actor y los miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora