CAPÍTULO VIII

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BRUNO

— Nos vamos en cinco minutos — anuncio y doy tres golpes con los nudillos a su puerta. Oigo que chilla al otro extremo.

— Creí que no hablabas en serio — grita y se escucha un traqueteo en lo que intuyo que es su tocador.

— Aprenderás, Octavia, que yo siempre hablo en serio. — me alejo de la puerta y voy a la cocina, guardo en su lugar los utensilios de cocina que ya están secos después de haberlos utilizado y lavado para prepararme el desayuno.

Empaco el desayuno para ella, porque obviamente no le dará tiempo comerlo como Dios manda y eh notado que siempre llega con un café y es todo lo que consume hasta casi medio día, eso no es sano de ninguna manera.
Tomo mi maletín y las llaves de mi auto para irnos.

Escucho que baja apresurada las escaleras, la miro e inmediatamente aparto la vista para no apreciar ningún solo detalle de como se ve, aunque a pesar de mis esfuerzos noto que no está maquillada.

No le hace falta.

Sacudo internamente la cabeza para despejar ese pensamiento.

— Tu desayuno está empacado en la cocina — le informo y me dirijo a la puerta de la cochera.

— ¿Qué? — ahoga un grito.

— No tengo tiempo para que desayunes aquí, así que el desayuno está empacado en la encimera de la cocina.

— ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso le pusiste veneno? — ruedo los ojos por la estupidez que acaba de decir.

— No, lo hice porque no quiero que te desmayes a mitad de mañana por no haber desayunado. Eso retrasaría mi agenda —   no es  cierto y cuando por fin la miro puedo ver algo fugaz en sus ojos pero rápidamente se recompone, se gira hacia la cocina dando fuertes pisotones y arrebata la lonchera rosa,  la cual encontré en un compartimento para poder guardar la fruta, yogurt y café para ella.

— Que considero — dice cuando pasa junto a mí — pero no lo vuelvas a hacer, te prometo que no retrasaré tu agenda y te haré perder tu valioso tiempo por algo así.

Aprieto los puños y la sigo para subirnos al auto y arranco para irnos.

En cuanto Octavia se instala en el lado del copiloto de mi auto saca un neceser de maquillaje de su bolso, la miro boquiabierto por todas las cosas extrañas que hay en esa bolsa.

¿Las mujeres necesitan todo eso para maquillarse?

¿Qué es esa cosa que parece un huevo flexible?

— ¿ Qué? — gruñe mientras hurga entre su maquillaje.

— Nada — suspiro con resignación y salgo  hacia la carretera.

No necesita nada de eso, es hermosa sin una pizca de maquillaje.

Aprieto a fondo el freno cuando ese pensamiento vuelve a aparecer.

— ¡Salvaje! — chilla Octavia a mi lado. — ten más maldito cuidado, podría haberme lastimado, afortunadamente no me estaba delineando los ojos.

Aprieto el volante con las manos, porque es verdad, debo tener más cuidado, concentrarme  y no dejar que esta odiosa mujer me distraiga, pero no pienso darle la razón.

— Entonces no te maquilles en el auto — gruño — o sales por la puerta de tu casa ya maquillada o no te maquillas en absoluto por lo menos hasta llegar a la empresa.

Dile que porque no lo necesita.

Esa estúpida voz me pincha.

— Tú no me dices qué hacer y qué no hacer con mi persona.

BESAR LA LLUVIA [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora