CAPÍTULO IX

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TAVI

— Octavia, por favor, envíale un ramo de flores a la señorita Martha Villarruel de mi parte.

Aprieto mis manos en puños ante su orden, pero las vuelvo a abrir y tomo el teléfono con las manos un poco temblorosas.

No me importa lo que él haga ni con quién, ni en dónde lo haga.

Repito ese mantra una y otra vez.

Me giro para mirarlo tratando de disimular mi irritación y algo más.

— ¿Alguna nota que quisieras agregar? — pregunto apretando tanto el teléfono en mi mano que me sorprende que no se rompa.

— Nada, lo que tenía que decirle se lo acabo de decir personalmente, solo que digan que van de mi parte — contesta secamente y se posiciona en uno de los sillones para que Martín inicie con su reporte o lo que sea que haya venido a hacer aquí.

Tomo una respiración profunda, porque las ganas de aventarle el teléfono en la cabezota me invaden, pero no voy a perder la compostura.

— Señorita voy a… — Martín me saca de mi fantasía en dónde le rompo el teléfono en la cabeza al explotador calenturiento que está mirándome con una cena enarcada y un pie descansando en la rodilla, con los brazos extendidos en el respaldo del sillón  esperando que no se desperdicie más su tiempo — voy a — Martín hace un gesto hacia el apagador de la luz — necesito oscuridad — tartamudea y yo le ofrezco una sonrisa tensa.

— Adelante, no creo que se me requiera en este momento, así que vuelvo en un rato — intento escapar Pero antes de llegar a la puerta Bruno me detiene.

— Tú te quedas — ordena con voz firme, mi cuerpo se tensa ante el tono que ha usado, muy parecido a como daba órdenes aquella noche, sacudo levente la cabeza para que mi mente no vaya allí.

Sin girarme solo lo miro por encima del hombro.

— Tengo que hacer el pedido de sus flores — es toda la explicación que le doy y giro la manija de la puerta, pero él vuelve a hablar.

— Hazlo rápido y vuelves, Martín no iniciará hasta que estés de regreso y sabes que no me gusta que me hagan perder el tiempo.

No sé por qué pensé que me diría que mejor no ordenara las flores.

— No veo por qué mi presencia es necesaria en esta reunión — contra digo, el pobre Martín solo se queda ahí parado mirando entre Bruno y yo como si estuviera en un juego de ping pong.

— Es necesaria porque yo así lo digo o estás a mi lado o esta reunión no inicia, la perdida de tiempo es algo que no tolero y tendrá repercusiones en tu horario laboral y muy seguramente en el de Martín, por las actividades en su agenda que estás retrasando, así que tú eliges, haces el pedido a la brevedad y regresas cuanto antes o te responsabilizas de las consecuencias.

Aprieto los dientes y miro a Martín quien no dice nada pero se empuja los lentes por el puente de la nariz con el índice, su mirada es suplicante como la de un cachorro.

Pobrecito, tiene suerte de ser tan tierno y caerme bien.

— Está bien — digo rechinando los dientes — vuelvo en diez minutos.

— Que sean cinco y ya están corriendo.

Idiota.

Cierro de un portazo e inmediatamente me pongo a buscar en internet una florería distinta de la de donde pido yo mis arreglos para adornar mi espacio, no sé por qué, pero no quiero que sea la misma, si mi trabajo será enviar flores a sus conquistas en su nombre, por lo menos que no sea la que se ha convertido en mi florería preferida.

BESAR LA LLUVIA [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora