CAPÍTULO II

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TAVI

- Este no es lugar para una mujer como tú - susurra una voz grave y varonil en mi oído haciendo que todo mi cuerpo se erice.

Me doy la vuelta para quedar frente a él que sigue sin soltar mi cintura.

- Según tú, ¿Qué tipo de mujer soy? - rebato enfadada por su atrevimiento.

- Una muy estrecha - contesta y su agarre en mi cintura se intensifica. - e inocente.

- Te equivocas.

- Demuéstramelo.

- No soy tan inocente, por algo estoy aquí.

- Creí que te referías a lo estrecha.

- ¡Que osadía! - le reclamo intentando zafarme de su agarre, pero no me lo permite.

- Veo que te gusta mirar - señala y después acerca sus labios a mi boca lo suficiente para que su aliento a whisky y menta me invada, sin poder enviarlo mojo los labios con mi lengua como si así pudiera saborearlo.

- ¿A ti no? - dicho eso recorre mi cuerpo con su intensa mirada desde mi casi vulgar escote hasta mis piernas expuestas a causa de que mi diminuto vestido se ha subido aún más.

- Me gusta más tocar y sobre todo, saborear.

Hago todo lo posible para que no se me escape un gemido y no apretar los muslos, me siento tan resbaladiza y húmeda que ansío un poco de alivio.

Antes de pensar con claridad en algo que decir, se inclina y pasa sus labios por los míos sin besarme como es debido, solo tocándome, tentándome con su suavidad y aturdiéndome.

- Ven conmigo - anuncia caminando sin soltarme de la cintura.

Camina con paso decido por un pasillo adyacente dónde hay más puertas, algunas se marcan ocupadas y otras no.

Abre una de las que están vacías y entramos, hasta ahora me permito admirar el lujo de las habitaciones, hay una enorme cama en el centro, a un lado en la pared hay una cruz de San Andrés, en otro lado un curioso columpio que cuelga del techo, también hay un jacuzzi y noto también una repisa cubierta con cristal en dónde descansan varios juguetes sexuales, en la otra pared está la puerta del baño dejando libre la pared restante que muestra una vista completa de la ciudad de Manhattan, obviamente el cristal es de una sola vista y el paisaje es impresionante.

La luz de la habitación está completamente encendida, y al ver al desconocido me doy cuenta que, efectivamente, es mayor que yo, aunque no por muchos años, ha de estar en sus treinta, probablemente treinta y dos o treinta y tres.

Se dirige a unos botones en la pared y regula la luz de la habitación, atenuándola creando un ambiente más íntimo y pone una canción que nunca había escuchado pero que tiene un ritmo sensual y adecuado para el momento.

- ¿Cómo quieres que te llame?

- Me llamo...

- No pregunté tu nombre, - me corta inmediatamente - pregunté cómo quieres que te llame.

¿Qué?

No me esperaba eso, ¿Qué demonios le contesto?

Pienso en algo rápido pero mi mente se bloquea y el hecho de que el desconocido esté tan cerca de mí, hace que su exquisito perfume no me permite concentrarme en nada más que en él.

Me mira con intensidad esperando mi respuesta, entonces un trueno ilumina por segundos la habitación y la lluvia que azota la ciudad repiquetea contra la ventana hasta convertirse en una furiosa tempestad, eso me recuerda que la lluvia siempre me ha gustado, en especial el petricor que la precede.

- Lluvia - contesto sin importarme como levanta una ceja probablemente pensando en lo poco creativa que soy, pero me tiene sin cuidado.

La lluvia me gusta.

- ¿A qué estás dispuesta, Lluvia?

- Primero dime cómo te llamas - solicito, si él no quiere saber mi nombre yo sí quiero saber el suyo.

- Puedes llamarme, amo, señor, Dios....Mi amor, cómo a ti te plazca, estaré encantado de escuchar como lo gimes.

- Te apuesto a que el primero en gemir serás tú - dejando las inhibiciones a un lado me acerco a él y soy yo quien se atreve a besarlo, pongo una mano en su cuello y con la otra aprieto su prominente erección.

Me permite besarlo por un momento, un glorioso momento en el que me permite dominar la situación hasta que se separa de mí y posa una mano sobre la mía que sigue apretando su enorme bulto.

- ¿A qué estás dispuesta, Lluvia? - exige con respiración laboriosa, casi sonrío al ver que logro afectarlo tanto como él a mí.

Levanto la mano con la que lo toco para que vea la pulsera que muestra lo que busco.

- Quiero escucharlo de ti, quiero que especifiques tus limitaciones, pues aunque no lo creas, esas pulseras no son tan específicas como quiero que seas.

- No mujeres, no orgías, no sadomasoquismo, ni anal, no juegos con fuego.

- ¿Te puedo compartir con un hombre más? - propone y yo lo pienso un poco, puedo estar con dos a la vez sin practicar sexo anal, nunca he hecho algo así y sinceramente no me parece atractivo hacerlo, sin embargo no quiero darle la razón de que soy inexperta y tampoco quiero decir algo que me ponga en riesgo de hacer algo que no quiero sin exponerme.

¿Quién me entiende?

BESAR LA LLUVIA [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora