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Sereyra se quedó en un pequeño sillón junto a la cama de Mysaria durante horas, esperando que esta despertara.

—¿Nada? —preguntó Rhaenys entrando.
—Al menos respira... Estoy preocupada, Rhaenys. Está claro que han querido atacarme. ¿Y si quisieran hacerte algo a ti?
—No pienses en eso ahora.
—Quiero que te lleves a los niños, a Nyra y a Alicent a Rocadragón. Y que Laena se lleve a sus hijas. Yo me quedaré aquí con Daemon.
—No voy a dejarte sola.
—Se prevé una traición.
—¿Y piensas sosegarla en soledad? Soy tu esposa. No te abandonaré.
—Vuelve a decir lo de que eres mi esposa, me gusta escucharlo —sonrió Sereyra apoyando su cabeza en el vientre de Rhaenys. Quien estaba de pie a su lado.

Rhaenys sonrió también y acarició el pelo de Sereyra durante unos segundos.

—En cuánto me coronen, sentenciaré a los que han hecho esto y nos marcharemos a Rocadragón. Cuando mi hermano... ya no esté, podremos instalarnos aquí. No quiero despojarlo de sus beneficios, necesitaré tiempo para crear mi consejo y estrategias y creo que estaré más tranquila allí.
—Yo estaré donde quiera que tú estés, a tu lado —dijo Rhaenys besando la cabeza de Seryera.

Ambas se giraron al escuchar unos sonidos que denotaban quejas.

—Mysaria —dijo Sereyra inclinándose hacia la cama y sujetando la mano de esta.
—Alteza... —dijo Mysaria confusa.
—¿Os encontráis bien? —preguntó Sereyra.
—Eso creo...
—Rhaenys, llama a los maestres, por favor —pidió Sereyra.

La esposa de la heredera obedeció, y rápidamente el gran maestre llegó a los aposentos en los que habían dejado a Mysaria.

El gran maestre la revisó afirmando que, a parte de algún golpe, moretón o magulladura y de las heridas que dejaron los grilletes en sus muñecas, la Lysena estaba bien.

—Gracias por ir a buscarme, alteza —dijo Mysaria.
—No tenéis nada que agradecer. ¿Qué pasó?
—Otto Hightower me pidió que os traicionara. Quería que os espiara y le diera algo con lo que poder chantajearos para intentar arrebatarnos el trono o quién sabe qué... Me negué y se marchó. Tome vino que me dejó una de mis doncellas y ahora sé que estaba de parte del Hightower. No sé cuánto le habrá pagado por mí.
—Han quemado vuestra casa...
—Lo sé —dijo Mysaria. Trataba de ocultar el dolor que pudiera llegar a sentir al perder todo lo que tanto le había costado conseguir.
—Quiero que vengáis a Rocadragón tras mi coronación. Os necesito.
—Estoy para serviros, alteza. Me honráis.
—Vos me honráis a mí con vuestra lealtad.

Sereyra abandonó los aposentos para dejar descansar a Mysaria, y se encontró con Rhaenys fuera.

—Te importa mucho.
—Es la única amiga que he tenido en muchos años, Rhaenys. Pero tú eres mi esposa y mi reina. En mi vida no existe nadie más importante que tú.
—A penas queda para que te coronen.
—Ni si quiera he pensado en ello, tengo la cabeza en otra lugar. Está claro que todo ha sido a posta.

La tarde llegó con una rapidez irremediable y ante la coronación hubo todo tipo de caras y reacciones. Algunas claramente más contentas que otras. Viserys, pese a su estado, había ordenado en cuanto Sereyra habló con él una gran fiesta en el nombre de su hermana pequeña. Aunque él a penas pudiera estar presente un corto periodo de tiempo antes de retirarse a descansar completamente agotado acompañado por su hermana, quien se mantuvo a su lado un rato sin importarle que en el salón del trono se estuviera llevando a cabo una fiesta en su nombre como nueva reina. Cuando la puerta de los aposentos de Viserys se abrió, dejó ver a Rhaenyra tras ella, al girarse, Sereyra supo que esta quería hablar con su padre y tras acariciar el hombro se su querida sobrina y despedirse de su hermano abandonó la estancia.

Mientras volvía al salón del trono se encontró con Lady Mysaria. Esta, notoriamente recuperada desde esa mañana.

—¿Os encontráis mejor? —Preguntó Sereyra con preocupación genuina.
—Así es, alteza. Gracias a vos.
—No tenéis nada que agradecerme sois mi más leal consejera y al margen de eso, mi única amiga...
—Vos también la mía. Os felicito. Seréis una reina enviable.
—Quiero que seáis mi consejera. Os nombraré oficialmente por la mañana en el consejo. Debo hacer muchos cambios.
—Me honráis.
—Es lo menos que merecéis.

Al llegar al salón, Sereyra vio a Rhaenys hablando con Laena y mientras estás charlaban la reina se dirigió a su hermano quien tomaba vino sentado en la gran mesa que coronaba la fiesta.

—¿Te diviertes?
—Eres tú la que debería hacerlo eres la reina ahora.
—Al fin podré darte órdenes —bromeó Seryera.
—En tus sueños. —rodó Daemon los ojos. Ambos bebieron y rieron durante un rato en el que el tiempo se hizo corto, sin importar quien hubiera el rededor pero guardando la compostura cuando algún noble se acercaba a felicitar a la ahora reina. No fue hasta que vio a Rhaneys teniendo una conversación con Corlys Velaryon que los pies de Seryera volvieron a la tierra.

—¿Celosa sirenita? —bromeó Daemon riendo. —Déjalos que hablen, tienen hijos en común.
—No me gusta como la mira. Solo yo puedo mirarla así.
—¿Y como la mira exactamente? —preguntó Daemon para pinchar a su hermana.
—Como si se la estuviera comiendo con la mirada. La está desnudando con los ojos. —se quejó Sereyra haciendo que Daemon soltara una audible carcajada que se perdió en el barullo y la música de la fiesta.
—¿Tú sabes cómo se hacen los niños? No creo que haya nada que no haya visto ya.
—Como vuelvas a decir algo así mi primer decreto como reina será que te corten la lengua.
—Has bebido mucho y estás delirando. Mejor ve a dormir. —declaró Daemon notando a leguas que la conversación entre Rhaenys y Corlys estaba muy lejos de ser cualquier tipo de insinuación y se notaba más bien fría y cortante incluso desde la distancia. Sobre todo por parte de Rhaenys. Corlys en cambio si que parecía desnudarla con la mirada alguna que otra vez.

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⏰ Última actualización: Nov 15 ⏰

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EL DRAGÓN DEL MAR (Rhaenys Targaryen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora