Capítulo XVIII. Esperanza rota

22 3 0
                                    

Saleth

— Ten, querida — Verónica me entrega una caja blanca con el sello de su marca —. Esto es para ti.

— ¿Qué es?

Levanto un poco la tapa y veo un vestido de gala acompañado de lo que parece ser una nota.

— Es un regalo — me dice.

— Lo siento, Verónica, pero no puedo aceptarlo — le digo, confundida. ¿Por qué me regala un vestido que probablemente cueste más de lo que pago por un año de alquiler? No entiendo.

— Vamos, acéptalo.

— No es correcto. Usted apenas me conoce, ¿por qué me está regalando uno de sus diseños? — le pregunto, sin comprender nada —. No, no puedo aceptarlo. Pero gracias por tan lindo gesto.

— Es hecho especialmente para ti, no lo desprecies.

¿Cómo que hecho especialmente para mí? Si yo no pedí que me hiciera ningún vestido. Cada vez entiendo menos qué sucede.

— Yo no...

— Fue él — dice finalmente —. Es un regalo de su parte.

¿Él? ¿Quién?

Y en ese momento, lo entiendo...

— ¿Gabriel se lo pidió?

— Así es, me lo encargó hace semanas.

¿Hace semanas? Entonces él... ¿planeaba invitarme al foro? Pero, ¿por qué no lo hizo? ¿Qué lo detuvo?

— Gracias — es todo lo que digo porque no sé qué más decir. Esto me ha tomado por sorpresa, a decir verdad.

Me retiro para que Aisha pueda despedirse de su madre y Ellen de su suegra.

Subo al avión con la mente muy liada. Me siento, saco mi celular y lo miro por unos segundos en donde, por un momento, pienso en escribirle pero no lo hago.

Ya tendré oportunidad de darle las gracias más adelante, no hace falta que me vea como alguien que ruega por un poco de atención.

***

Los Ángeles, California
Estados Unidos

— A ver si entiendo, ricitos. ¿Me estás diciendo que Gabriel mandó a confeccionar un vestido con una de las diseñadoras más top de Europa solo para ti, y a pesar de eso tú dudas de que su interés en ti sea genuino? — preguntó Robert, claramente sorprendido por lo que acababa de escuchar de mi boca.

— Así es, Robert. ¿Estoy o no estoy loca?

— Estás muy loca, ricitos — dice —. Yo sabía que había algo entre ustedes, pero nunca me imaginé que ese algo fuera tan complicado.

— No quiero ser la otra, Robert.

— ¿La otra, por qué? ¿Gabriel tiene novia?

— No, pero está claro que entre él y su mejor amiga hay algo. Es obvio, Robert.

— Aunque, técnicamente, él es el "otro". Tú estás de novia con ese ruso, el rubio que parece sacado de una revista de supermodelos, ¿no?

Exorbitante Amor © #3 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora