Capítulo XII. Sexy secretaria

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Saleth

Hay muchas personas que creen en la reencarnación, pero yo no soy una de ellas. Creer que existe otra vida es simplemente tener esperanzas inútiles.

Las segundas oportunidades están en esta vida, no hay que esperar a morir y esperar a tenerlas en "otra vida".

Los seres humanos somos tan conformistas en todos los sentidos, que preferimos rendirnos y tomar el camino fácil, antes que luchar por lo que realmente queremos.

Mi madre me dijo alguna vez que mi padre quería que yo dirigiera el negocio familiar, sabía que hacerlo conllevaba mucha responsabilidad, mas no dudó ni un segundo de que yo podría hacerlo perfectamente. Pero, hay un detalle, yo nunca conocí a mi padre... Según sé mi abuelo lo odiaba, pero nunca me dijeron el porqué. Mi familia guardaba muchos secretos, secretos que se llevaron a la tumba.

— Saleth, te mueves como un robot oxidado. Bien oigo el chillido metálico. ¡Baila con ánimos, mujer! ¡Mueve ese esqueleto como si fuera prestado y tuvieras que devolverlo mañana! — me dice Ellen, quien se acerca con tres cócteles de frutas, los cuales seguramente tienen mucho alcohol.

— Es que no me gusta mucho — miento.

Cuando era pequeña me gustaba mucho bailar, siempre que tenía la oportunidad lo hacía. Sin embargo, hubo una vez en que... unos hombres se me acercaron exigiendo que me acostara con ellos porque, según ellos, los había provocado y debía calmar lo que yo misma provoqué. Fue una experiencia horrible.

No quise volver a bailar en público desde entonces, el baile de la otra vez fue la excepción, por el simple hecho de que no es lo mismo bailar en un enorme salón con música clásica a bailar reguetón en una discoteca.

— Basta, Ellen. No la presiones — le pide Aisha.

— La música suena increíble, tanto que me olvido que soy una mujer casada — dice en son de broma moviendo sensualmente sus caderas —. No tienes de qué preocuparte, Saleth, Adam y Didi nos cuidan. Nada va a pasarnos mientras ellos estén con nosotras.

Su esposo y el prometido de su mejor amiga estaban a unos metros de distancia, bebiendo y conversando quién sabe qué. Su conversación parecía interesante, aunque eso no quitaba el hecho de que siempre estaban pendientes de nuestra ubicación.

— Ya eres como de la familia, Saleth, y aunque no lo fueras, se te protegería igual — las palabras de Ellen fueron un respiro para mí, hacía mucho que no me sentía tan protegida. Gabriel me cuida y se preocupa por mí, y es lindo que haya más gente que quiera hacerlo. Me hace sentir querida.

— Puedes ser tú misma sin miedo a ser juzgada — me dice Aisha con una sonrisa.

¿De verdad puedo?

Ya no estaba sola, ya no tenía por qué esconderme, no con ellas. Entonces podía ser yo, sin miedos ni excusas, solo una italiana que hace lo que quiere cuando quiere.

La discoteca se inundó de euforia al ritmo de Danza Kuduro de Don Omar feat Lucenzo.

Me olvidé de mis miedos y me dejé llevar, por lo que bailé como si fuera la última vez. Ellen y Aisha hicieron lo mismo, así que las tres disfrutamos del baile en todo el sentido de la palabra.

Pasé mis manos por mi cabello jugueteando un poco, cerré los ojos un momento y moví las caderas con sensualidad, mis movimientos eran suaves y provocativos a la vez. Siento como mis movimientos hacen su trabajo, atrayendo la mirada de aquellos que pecan con el simple hecho de mirarme, enciendo la pasión en cualquiera, la energía magnética que emito cuando bailo es solo uno de mis peligrosos dones.

Exorbitante Amor © #3 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora