Saleth
Mi cabeza se mueve de un lado a otro como si fuera un abanico. El cuello me cruje igual que una tostada recién horneada y los párpados me pesan toneladas.
El conductor del autobús en el que iba se detuvo en una gasolinera para llenar el tanque y comprar comida rápida, acto que me puso de mal humor. ¿Por qué? Bueno, porque conducía como si tuviera todo el tiempo del maldito mundo, cosa que yo no tenía.
Llegué media hora tarde a mi clase, pero eso no es todo, no, mi suerte fue tan pésima que antes de entrar al aula me tropecé y me fui de bruces contra el piso. Todos se rieron de mí y quería matarlos, literalmente.
Mado me ayudó a levantarme, me tendió la mano y la tomé, le di las gracias en voz baja y rápidamente me fui a sentar.
— ¿Mal día, ricitos?
Miro a Robert con un tic nervioso.
— De la mierda.
— Así veo — ríe con suavidad — Esa mala suerte que tienes, ricitos.
— La vida me trata tan mal como si fuera yo quien azotó a Jesús — suspiro.
Robert abrió la boca para decir algo, mas no dijo nada, ya que fue interrumpido por la doctora, quien entró con un aura demoníaca. Me quedé en silencio como el resto, nadie se atrevió a hacer una broma o comentar sobre otro colega y mucho menos sobre la actitud de la doctora, todos teníamos miedo de hablar y terminar muertos por hacerlo.
Después de la clase, mis amigos y yo fuimos a la cafetería. Necesitábamos comida urgente, además de unos cafés bien cargados.
Algo que me da risa es que tomo café como si me hubiera emborrachado el día anterior hasta perder el conocimiento. Soy todo un personaje, la verdad.
— ¿A dónde iremos de vacaciones? — pregunta Robert, mirándonos a Mado y a mí con una sonrisa.
— ¿Te parece que tenemos tiempo para unas vacaciones? — le cuestiona Mado.
— Como siempre, Mado, eres un aguafiestas. Ahora entiendo por qué Saleth no te pela.
— ¡Cállate! — le grita y voltea a verme —. Eso no es cierto. Lo que dijo...
— Descuida. Estamos estresados, lo entiendo. Pero Mado tiene razón, Robert, no hay tiempo para vacaciones.
— Para todo hay tiempo, ricitos, hasta para morirse.
— Bueno, ya veremos entonces. Porque por el momento no se puede.
— ¡Bendita sea la cama en la que crearon a esa ninfa! — dice Robert, hipnotizado.
Lo miro, confundida.
¿Qué tiene que ver lo que acaba de decir con nuestra actual conversación? ¿Ninfa? ¿Quién?
Sigo su línea de visión y observo una melena rubia, unas curvas de infarto las cuales reconozco de inmediato. Ella baja de su auto y mirarla es como una caricia a los ojos, es como una deidad rodeada de mortales. Yo nunca antes había visto una mujer tan hermosa como lo es Ellen.
Noto que todos la miran muy idiotizados, y como los ojos de todos se mueven con el movimiento de caderas de Ellen, y también como sus bocas casi llegan al centro de la tierra con la impresión de ver a alguien como ella.
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Exorbitante Amor © #3 [+21]
RomanceGabriel Beckett es adictivo, astuto e incontrolable. Su temperamento es igual o cercano al de una bestia. Y cualquier persona en el mundo pensaría que es afortunado de tener: Belleza, amor, poder y riqueza. Sin embargo, el amor es uno de los privile...