Gabriel
— ¿Puedo pasar? — le pregunto a mi madre, quien me mira confundida desde el otro lado de la puerta —. No puedo llevarla a su solitario departamento en este estado. ¿Podría quedarse contigo solo por esta noche?
— Sí, por supuesto, hijo. Adelante, pasa. No tienes ni que preguntarlo — dice mientras se hace a un lado para que entre con Saleth en brazos.
Llevo a Saleth a una de las habitaciones disponibles de la casa, donde me suelo quedar cuando quiero huir de mi padre y de todos en general.
Mi madre corre a abrir la puerta. Entro y coloco a Saleth con cuidado sobre la cama, procurando no despertarla. Se quedó dormida en el asiento del auto, murmurando cosas que no alcancé a entender.
— ¿Te preparo algo de cenar, hijo?
— Eso sería increíble, ma.
— Okey. Te espero afuera, entonces.
Le quito los zapatos a Saleth y luego la arropo con una sábana.
Me siento al borde la cama, admirando su bello rostro. Al mirarla más de cerca, me doy cuenta de que sus pestañas son largas, incluso sin una capa de rímel, y que su nariz es realmente linda y adorable.
No entiendo por qué siempre se queja de que su nariz es muy pequeña, si así está perfecta.
Saleth es la criatura más perfecta que he visto con mis ojos mortales, tanto es así que me siento como un criminal solo por tener la osadía de mirarla de la forma en que la miro. Pero ¿cómo no hacerlo?, si ella es la perfección en persona.
Quiero sentir sus labios una vez más, aunque eso signifique incurrir en el mayor pecado del universo, aunque me lleve a la ruina o a mi final. No importa, arriesgaría todo por ella sin dudarlo.
— ¿Qué le ves a ese estúpido ruso? No es mejor que yo, ¿o sí? — pregunto, como si realmente fuera a darme una respuesta. Qué tonto soy, pero no puedo evitar seguir hablando —. No soy alguien que normalmente se va a sentir inseguro por culpa de otra persona, yo no soy así. Pero cuando se trata de ti... cuando tú estás involucrada... todo, absolutamente todo en lo que creía ya no parece tener ningún sentido. Maldita sea, Saleth, ¿qué me has hecho?
No sé si Saleth es una bruja, una ninfa o la mismísima encarnación de Lilith, pero me ha hechizado de tal manera que cada célula de mi ser responde solo a su presencia. Lo que siento por ella es algo que nunca antes había sentido por nadie, ni siquiera por Adam o Emma.
— Tuviste... todo... el... amor de... mi padre para ti sola — la escucho murmurar en sueños, casi llorando —, ahora... también tienes el de... el de la persona que amo. No te bastó con destruir a mi familia que ahora... vas por mí. Eres una chica muy mala, Hadley, y la peor hermana del mundo.
¡¿Qué?!
¡¿Hadley hermana de Saleth?!
Esto... no puede ser verdad. No, no puede ser cierto. No tiene sentido. ¿Por qué la madre de Hadley querría hacerle daño a su propia hija? No encuentro ninguna lógica en eso.
— Pero... no te culpo porque... al parecer no sabes que soy tu hermana, aunque si lo supieras... no cambiaría nada, porque... eres mala, muy... mala.
Acomodó la cabeza en la almohada y se sumió en un profundo sueño. Esperé a que dijera algo más, pero no lo hizo. Y solo me quedé ahí, sentado y perplejo, con pensamientos revueltos por lo que acaba de oír.
Decidí salir de la habitación para que ella pudiera descansar. Además, también era hora de que comiera algo, aunque después de esa revelación, dudaba si aún tenía hambre. Sentía pesado el estómago, como lleno, lo raro era que no había comido nada en todo el día.
ESTÁS LEYENDO
Exorbitante Amor © #3 [+21]
RomanceGabriel Beckett es adictivo, astuto e incontrolable. Su temperamento es igual o cercano al de una bestia. Y cualquier persona en el mundo pensaría que es afortunado de tener: Belleza, amor, poder y riqueza. Sin embargo, el amor es uno de los privile...