Capítulo XVII. Dama de honor

27 4 0
                                    

Londres, Inglaterra
Reino Unido

Saleth

Ellen me dijo que sería un viaje corto. Sin embargo, omitió un pequeño, pero pequeño detalle. Y es que sería un viaje de "dos días". Sí, ¡dos días!

Pero como ya había aceptado y ya estaba aquí, no me quedó de otra que seguir con el plan de ayudar a Aisha. Aunque un descanso del hospital y el trabajo no sonaba para nada mal.

Llamaré a Robert para que me ayude en el hospital, ya que no tengo problemas en el trabajo gracias a que el viaje es con la hermana de mi jefe.

— ¿Son las cuatro de la mañana, ricitos, qué quieres? ¿Te caíste de la cama, tuviste una pesadilla o qué sucedió? — pregunta con más sueño que ganas de vivir.

Olvidé la diferencia de horario, pero no importa.

— Necesito que me cubras en el hospital hoy y mañana, por favor — le pido —. Le diría a Mado, pero aún sigue enfermo de la gripe. Así que eres mi única esperanza.

Le tomó unos segundos responder, supongo que por el sueño. De por sí, Robert es un gran dormilón.

— Mmm... Sí, no te preocupes. Yo te cubro.

— ¿En serio?

— Sí, para eso están los amigos, ¿no?

— Sigue así y te convertirás en mi mejor amigo, Robert.

— Pensé que ya lo éramos.

— Podría decirse que sí.

— ¿Y a qué se deberá tu ausencia? Lo pregunto porque con lo matadita que eres, me sorprende que lo hagas. Odias faltar tanto como Mado odia enfermarse.

— Ejem... Bueno... Yo... Mmm... En este momento estoy en Londres.

— ¿En Londres? ¿Y qué diablos haces en Londres, ricitos? Espera. No me digas. Estás de viaje con tu jefe, ¿verdad, picarona?

— No estoy con mi jefe, sino con Ellen. Y con su cuñada. Así que no te inventes cuentos que no son, Robert.

— Saluda a ese bombón de mi parte, y dile que espero verla pronto.

— Está casada — le recuerdo.

— ¿Y eso qué?

Niego con la cabeza.

— Vuelve a dormir, ¿quieres? Dormir hará que no quemes más neuronas y evitará que seas más tonto de lo que ya eres.

— Mis neuronas están bien.

— No lo parece.

— Qué chistosa.

— ¡Saleth, ven! — gritó Ellen.

— ¡Ya voy! — grito, poniendo la mano en la bocina del celular —. Me tengo que ir, Robert. Gracias por ayudarme con mis tareas en el hospital. Nos vemos en dos días, ¿vale?

— Me traes muchos regalos, que no se te olvide. Bye, ricitos, y disfruta tu viaje.

— Sí, te llevaré regalos, tranquilo. Gracias, eso haré.

Cuelgo la llamada y bajo las escaleras para ir directo hacia donde se encuentra Ellen. Había subido al segundo piso para hacer mi llamada, en parte también porque me entró curiosidad y quise ver más de la fabulosa tienda de la madre de Aisha.

— ¿Qué sucede, Ellen? ¿Para qué soy buena? — pregunto, sentándome en el sofá. Y noto que sobre la mesa hay muchas opciones de vestidos de gala, lo que me confunde un poco. ¿Para qué quiere Ellen un vestido de gala?

Exorbitante Amor © #3 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora