Saleth
Hasta ahora había vivido mi vida como una persona normal, alguien que no llama mucho la atención y que apenas tiene dinero suficiente para sobrevivir el día a día. Y eso, lógicamente, es lo que la gente con dinero llama: miseria.
Sin embargo, no negaré que una parte de mí extrañaba esto: los mejores restaurantes, los autos lujosos y que me atendieran como una reina.
Kozlov siempre se asegura de darme lo mejor. Todo lo que deseo está a mi alcance. Si quiero una ciudad, me la entrega. Si quiero un imperio, me lo concede.
— Te ves hermosa, amor — me dice y se lleva a la boca una copa de vino, de la que bebe sin parar de mirarme ni un segundo —. Bendita sea mi suerte, porque soy el hombre más afortunado del mundo por tener a una mujer como tú a mi lado.
— Tú también te ves muy bien, tanto que me gustaría arrancarte ese traje ahora mismo — sonrío de lado con picardía.
— No niego que tengo muchas ganas de follarte hasta que me pidas que pare — me dice con un tono travieso —. Pero, amor, no es el lugar ni el momento. Ya estaremos solos, tranquila.
— Sí, tienes razón — admito, apartando la mirada hacia un costado. Veo cómo la gente conversa y ríe, siempre con una elegancia y clase inigualables —. La gente rica nunca descansa; siempre está cuidando el tono de voz, la risa, la vestimenta, e incluso, estoy segura, la forma en que van al baño.
— Así son, amor. Cuanto más dinero tienen, más se creen de la realeza. Los humanos, no todos, pero la mayoría, a veces pueden mostrarse verdaderamente despreciables. Tienden a ser una escoria casi siempre.
— Bueno, cambiando de tema, ¿asistirás al foro este año? ¿U otra vez brillarás por tu ausencia?
El año pasado no asistió, lo sé porque no apareció en ninguna revista y muchos lo comentaron en sus programas de farándula.
— Iré — responde —. ¿Te gustaría ser mi acompañante, amor? Sería un honor para mí que vinieras conmigo.
— Me gustaría, pero no puedo — le digo.
— ¿Por qué no puedes? — frunce el ceño.
— Voy con mi jefe — confieso —. Aún no me lo ha pedido, pero es lógico que me dirá que lo acompañe. Y es que como su secretaria, suelo acompañarlo a los eventos a los que asiste.
— ¿Por qué no dejas ese trabajo de una vez? No tienes necesidad de trabajar, amor, yo podría...
— No voy a dejar mi trabajo, Kozlov — le digo con determinación —. Me gusta, de verdad. Disfruto lo que hago y, además, con un trabajo normal paso más desapercibida que si no hiciera nada.
— Está bien. Solo recuerda que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿de acuerdo? Para cualquier cosa. Estoy aquí para ti, amor.
— Gracias. Eres muy bueno conmigo.
— Todo lo que sea por ti, amor. Ah, y por cierto, si tu jefe cambia de opinión y decide que esta vez no es necesario que lo acompañes, siempre puedes venir conmigo. Me llamas y paso por ti a la hora que sea.
— Te avisaré cualquier cosa, ¿vale?
Sonreí.
No contaba con un vestido apropiado para semejante evento, pero confiaba en que podría encontrar uno a tiempo. Sin embargo, me parecía muy extraño que Gabriel aún no me hubiera dicho nada al respecto. El foro es en solo tres días, y él parece no recordar el evento. O tal vez simplemente no asistirá.
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Exorbitante Amor © #3 [+21]
RomanceGabriel Beckett es adictivo, astuto e incontrolable. Su temperamento es igual o cercano al de una bestia. Y cualquier persona en el mundo pensaría que es afortunado de tener: Belleza, amor, poder y riqueza. Sin embargo, el amor es uno de los privile...