Capítulo X. Estoy bien sola

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Saleth

Gracias al cielo, Robert, Mado y yo quedamos juntos en el mismo hospital para hacer el externado. En cambio, Lena, Mireya, Dani y Rodrigo quedaron en uno que no está ni cerca del nuestro.

La doctora Johnson y el doctor Smith son los encargados de guiarnos y explicarnos las funciones que nos corresponden como externos. Nos dicen qué debemos hacer, qué se nos permite y qué no.

Mi primer día fue tranquilo, pero no puedo decir lo mismo del resto. Si he dormido dos horas es demasiado. Las historias clínicas me han consumido en vida, siento que nunca voy a terminar.

Con la mano izquierda trato de masajearme el cuello, estoy tan estresada que ni siquiera quiero comer porque eso también me consume tiempo y, para nada, me sobra tiempo.

Es más, necesito que el hada del tiempo sea tan amable de venderme un poco. Porque en serio lo necesito. Siento un par de manos en mis hombros y me giro para ver de quién se trata.

— Para que veas lo buen amigo que soy, te haré un masaje — me dice Robert con una sonrisa.

— ¿Cómo eres capaz de sonreír con todo esto? Yo siento que me voy a morir — le digo, disfrutado del masaje.

— Todo es cuestión de saber acostumbrarse, ricitos. Nos adaptamos o nos adaptamos, no nos queda otra opción.

Desafortunadamente, mi amigo tenía toda la razón. Y solo quien sabe adaptarse a los cambios es quien acaba sobreviviendo.

— Falta una hora para que termine nuestro turno. Deberías dormir un poco o la próxima vez que vengas al hospital será como paciente y no como externo.

— No puedo...

— Sí, puedes. Deja la negativa a un lado, ¿quieres? No es bueno para tu salud si solo duermes una hora de las ocho que deberías dormir.

— Bien. Intentaré dormir cuando llegue, ¿contento?

— Lo estaré cuando te vea más descansada que ahora.

— A veces te odio, ¿sabes?

—  Yo también me odio a mí mismo algunas veces. Es normal, ricitos.

Me quedé en silencio, sin saber qué decir, porque no sabía si hablaba en serio o si era solo otro de sus intentos por parecer gracioso. Robert era una combinación indescifrable la mayor parte del tiempo.

Mado no apareció en todo el tiempo que estuvimos en los cubículos llenando las historias clínicas.

Sin embargo, lo vi llegar cuando me iba. Llamó mi atención el hecho de que tenía unas ojeras peores que las mías. Si yo he dormido solo una hora, él parece como si solo hubiera dormido un cuarto de eso.

Le pregunté si necesitaba ayuda con algo, pero me dijo que todo estaba en orden. Fui a la cafetería y compré tres cafés, uno para cada uno de nosotros. Les dejé los cafés junto con un par de bocadillos, nadie había comido nada, y era lo mínimo que podía hacer por ellos.

Eran apenas las diez de la mañana y tenía mucho sueño. Necesitaba llegar a mi departamento y lanzarme a la cama, tanto como si mi vida dependiera de ello. No obstante, un Lamborghini verde se estacionó frente a mí, impidiéndome cruzar la calle.

Exorbitante Amor © #3 [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora