𝟏𝟔

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Luffy ajustó su corbata mientras Law intentaba alisar su ropa ligeramente arrugada. Justo antes de volver al bullicio del gran salón, Luffy lo detuvo con un beso suave y luego le ofreció su brazo con una leve sonrisa en sus labios. Caminando juntos hacia el centro de la sala, sintieron cómo las miradas curiosas se posaban sobre ellos, los murmullos se intensificaban al notar su entrada. La música seguía flotando en el aire.

Luffy se detuvo de repente y giró para quedar frente a Law, lo atrajo hacia sí con un movimiento decidido, colocando sus manos firmemente en la cintura de su esposo.

—No hemos bailado ni un poco, ¿Qué me dices, Torao?—. Sus ojos brillan con ilusión.

Law lo miró a los ojos, y con un suspiro resignado, colocó sus manos en los hombros de Luffy, entrelazando sus dedos detrás de su cuello.

—Tal vez esas clases obligatorias de baile no fueron en vano después de todo—respondió Law con una sonrisa irónica, aunque en el fondo se sentía un poco nervioso—. ¿Y tú? ¿Crees que puedas seguir el ritmo?

Luffy soltó una risa suave, inclinándose para besar la frente de Law con cariño.

—El abuelo no me dejó ninguna opción. Puede que no sea el mejor, pero haré lo que pueda—Guiño su ojo 

No hay prisa en sus movimientos, solo la intención de disfrutar cada segundo, cada paso, como si el tiempo se hubiese detenido para ellos. Luffy toma la iniciativa, llevando la dirección con firmeza pero sin imponerse, dejando espacio para que Law lo siga.

La música guía sus pasos, lentos y ágiles, como si estuvieran trazando un camino invisible en el suelo de mármol. A medida que la melodía avanza, sus cuerpos se mueven como uno solo. La cercanía de sus rostros permite que compartan el calor de sus respiraciones, y en sus ojos brilla una chispa de complicidad.

En un giro suave, Law apoya la cabeza en el hombro del otro, cerrando los ojos por un momento, permitiéndose sentir la protección que el abrazo del baile ofrece. Luffy responde acercándose un poco más, sin dejar de moverse al compás de la música, su mano firme en la espalda de él, guiándolo con seguridad y ternura.

El tiempo parece deslizarse con la misma fluidez que sus movimientos, y cuando la música llega a su fin, se quedan quietos, aún unidos, respirando al unísono. Luffy lo gira y sostiene con seguridad mientras lo inclina hacia atrás. No lo pensó dos veces y lo beso. Lento, suave y dulce. La burbuja se rompió al escuchar los aplausos y algunos silbidos. 

Luffy lo sostuvo con firmeza mientras lo dejaba sobre sus dos pies de nuevo. Se abrieron paso entre la multitud para acercarse a su grupo de amigos, que los recibieron con vítores y sonrisas pícaras. La pequeña Sora, profundamente dormida sobre el hombro de Zoro, estaba envuelta en la chaqueta de su padre.

—¡Eso estará en los titulares de mañana!—Exclamó Nami con una sonrisa maliciosa, levantando su copa en señal de brindis.

—O quién sabe—añadió Zoro con una media sonrisa, su tono sarcástico—. Tal vez veamos un estelar de ellos dos cogiendo en algún rincón oscuro de aquí

Sanji, sin pensarlo dos veces, le dio un golpe en la cabeza a Zoro y las mujeres del grupo lo miraran con desaprobación.

—¡No digas vulgaridades frente a tu hija!—lo regañó Sanji con severidad, manteniendo un ojo en la pequeña Sora, que seguía profundamente dormida.

Luffy, lejos de ofenderse, soltó una carcajada descarada, acercándose a Zoro con una sonrisa traviesa en el rostro. Law susurro por lo bajo «Bastatdo»

—¿Por qué no tomamos una copa en los sillones de afuera? La vista es hermosa, y así alejamos a Sora-chan un poco del ruido—propuso Nami con una sonrisa, lanzando una mirada hacia las puertas abiertas—. Además, Boa no ha aparecido

EL ESPOSO DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora