EXTRA 𝟐

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Las palabras quedaron atrapadas en su garganta, sofocadas por el peso de las emociones que se negaban a salir. Luffy salió de la habitación, dejando tras de sí el eco de la puerta al cerrarse con fuerza. Law quedó solo, envuelto en el silencio ensordecedor que llenaba cada rincón. Últimamente, todo parecía derrumbarse a su alrededor. Su trabajo lo tenía irritado, cansado, sensible hasta el extremo. Por su parte, Luffy, iba y venía, luchando por mantener la paz y la prosperidad de East Blue, pero esa distancia solo ampliaba el abismo entre ambos.

Vivían en una montaña rusa de emociones, subiendo y bajando sin encontrar un respiro. El amor que una vez los unió parecía cada vez más lejano, diluido entre la rutina, las responsabilidades y los silencios no compartidos.

Sus hijos también comenzaban a cambiar, y eso solo aumentaba la tensión. Ace, con su carácter alegre y juguetón, siempre tan sensible, era como un rayo de sol en medio de la tormenta. En cambio, Lami, más reservada y tranquila. Aunque son gemelos, sus diferencias son tan marcadas que a menudo parecían estar en dos mundos distintos. Aprendían rápido, absorbían cada detalle, y sus personalidades florecían a medida que desarrollaban sus propias aficiones. Las peleas entre ellos eran comunes, y tan rápido como surgían, se resolvían. Lami corría siempre hacia Luffy en busca de consuelo, mientras Ace buscaba a Law, cada uno tratando de encontrar en sus padres el refugio que necesitaban.

Sin embargo, lo que más inquietaba a Law no era el comportamiento predecible de sus hijos, sino su percepción aguda. No eran tontos, se daban cuenta de más cosas de las que él quería admitir. Lami, en su serenidad, le había mencionado en más de una ocasión detalles que lo descolocaban. "Papá estaba enojado", o "Papi, esa persona estaba mirando mucho a pa", o lo que más lo inquietaba: "Pa hoy no quiso jugar con nosotros".

Law había aprendido a ignorar esas señales, al menos al principio. Pero desde que Lami lo mencionó, algo cambió en su interior. Empezó a prestar más atención, a olfatear la ropa de Luffy cuando no lo veía, a notar las llegadas tarde que antes pasaban desapercibidas. Cada vez que abría la puerta y lo sentía acomodarse en la cama dándole la espalda dolía.

Law se levantó con el corazón pesado, sus dedos aún rozando los anillos que simbolizaban todo lo que habían pasado juntos. Los acarició lentamente, como si al hacerlo pudiera recordar la calidez de los momentos compartidos, aquellos días en los que sus corazones latían al mismo ritmo. Se negaba a aceptar que no sentía nada por su marido. Claro que lo hacía. ¿Cómo no sentirlo cuando su pecho aún ardía cada vez que recordaba la primera vez que Luffy le sonrió con amor? 

Sus lágrimas comenzaron a caer sin control, rodando por sus mejillas mientras sus pensamientos se enredaban en las palabras que Luffy había pronunciado hace tan solo unos minutos. No era la primera vez que peleaban, pero esta vez se sentía diferente, más difícil, más doloroso. 

La voz de Luffy resonaba en su mente, tan clara y fuerte como si aún estuviera a su lado. «¡Basta! No tengo otra vida más que tú y los niños...» ¿Se arrepentía? Law cerró los ojos, luchando contra el nudo en su garganta. Sabía que su boda y la llegada de los cachorros había marcado el fin de las aventuras para ambos, que Luffy había dejado atrás la vida en alta mar, las victorias con sus amigos, la libertad que tanto amaba. Y en lo profundo de su ser, Law no podía dejar de preguntarse si había sido él quien lo había arrastrado a una vida que nunca había querido del todo.

Pero no podía ser tan ciego. Sabía que Luffy era un espíritu libre, sí, pero también era un alfa devoto, un padre presente, responsable y amoroso. Cada vez que veía a Luffy sostener a uno de sus cachorros en brazos, con ese brillo en los ojos, supo que, al menos en esa parte, no habia errores. Sus hijos eran su adoración.

Entonces, ¿por qué su relación se sentía tan fría? La intimidad entre ellos, que antes era un fuego constante, parecía haberse extinguido. Ambos siempre habían sido apasionados, sus cuerpos siempre dispuestos el uno para el otro. Recordaba cómo Luffy solía devorarlo con sus besos, con una intensidad que le hacía sentir que se ahogaba, y sin embargo, ahora esos besos se habían vuelto ausentes, tan lejanos como un sueño desvanecido.

EL ESPOSO DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora