EXTRA 𝟑

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Los gemelos corrían por la orilla del mar, sus risas llenando el aire mientras Ace chapoteaba en el agua y Lami dibujaba figuras en la arena mojada. Habían llegado hace poco a Dressrosa, y la calidez del lugar los envolvía con una familiaridad reconfortante. Rebecca, con su largo cabello rosado ondeando al viento, les dio la bienvenida con una sonrisa radiante, emocionada de verlos de nuevo. Los lugareños, que ya consideraban a la tripulación de Luffy y como héroes, también los saludaron con entusiasmo.

—¡Cuánto tiempo ha pasado!—exclamó Rebecca, abrazándolos con afecto—. ¡Los niños han crecido tanto!—sus ojos brillaban al ver a los gemelos—. ¿No piensan tener más?

Luffy, siempre despreocupado, sonrió con picardía mientras miraba de reojo a Law.

—Eso está en manos de Torao—respondió, con una carcajada divertida, dándole un suave codazo a su esposo.

Ace y Lami saludaron a Rebecca con una reverencia educada, imitando la cortesía que habían aprendido.

Fueron llevados hasta el castillo, donde les asignaron una habitación compartida con los niños. El cuarto estaba elegantemente dividido, lo que les brindaba un poco de privacidad. Sin embargo, Luffy notó el ligero gesto de decepción en el rostro de Law al ver las disposiciones. Cuando Rebecca se llevó a los niños, en compañía de Bepo, para mostrarles los regalos que les había preparado, Luffy aprovechó el momento. Se acercó a Law por detrás y lo rodeó con sus brazos, apoyando su barbilla en el hombro de su esposo, con una sonrisa juguetona.

—Parece que no tendremos mucho tiempo para... divertirnos—susurró Luffy, dejando un suave beso en su mejilla, su tono cargado de sugerencia.

Law suspiró, aunque una sonrisa traviesa apareció en sus labios mientras buscaba entre sus cosas el bloqueador de sol para los niños.

—¿Siempre piensas en eso?—replicó, acariciando la mejilla de Luffy antes de soltar una pequeña risa—. Además, será divertido para los niños. Tú y yo nos las arreglamos para disfrutar en cualquier lugar. Unos días sin que estés sobre mí no te van a matar, calenturiento

Luffy se rió de buena gana y lo giró suavemente para besarlo, uniendo sus labios con ternura. Luego, tomó la mano de Law y besó sus nudillos, palmeándole juguetonamente el trasero.

—Sigues siendo tan regañón conmigo, esposo mío—se apoyo su frente contra la de Law, sus ojos brillando con un amor inquebrantable.

Law, con las mejillas sonrojadas, pero incapaz de resistirse, lo atrajo para otro beso, esta vez más profundo y lleno de pasión.

—Y tú sigues siendo tan infantil—murmuró Law contra sus labios—, peor que los niños. Pero eso es lo que me gusta de ti

Luffy soltó una risita antes de abrazarlo con más fuerza, perdiéndose por un momento en la calidez de su piel. Aunque estaban rodeados por el bullicio del castillo, en ese instante, solo existían ellos dos, unidos por un vínculo que superaba cualquier adversidad.

—No importa dónde estemos—dijo Luffy suavemente—, siempre me haces sentir en casa, Torao

Law lo miró, sus ojos suaves y llenos de cariño, y le acarició el rostro con la mano.

—Y tú me recuerdas lo que es ser feliz—respondió en un susurro, antes de darle un último beso, lentamente.

Justo cuando sus labios se separaron, un suave golpe en la puerta los interrumpió. Era Rebecca, que regresaba con los gemelos, sus ojos brillando de entusiasmo.

—¡Lo siento por interrumpir!—se disculpo alegremente—. Los niños están emocionados por mostrarles lo que traen para ustedes

Lami corría al frente, llevando un pequeño ramo de flores que había recogido en los jardines del castillo. Ace, por su parte, se colgaba de la pierna de Luffy, pidiéndole que jugara con ellos en la playa y le mostraba su coleccion de conchas marinas. Luffy soltó a Law, pero no antes de darle una mirada que prometía continuar más tarde, y se inclinó para levantar a Ace en sus brazos.

EL ESPOSO DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora