EXTRA 4

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Ace estaba lleno de frustración, su pequeño cuerpo temblaba de rabia mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos. La idea de un hermanito no le parecía justa ni deseada. Él había pedido un tigre, uno grande y feroz, pero en su lugar, le habían anunciado la llegada de alguien que invadiría su espacio. La decepción lo quemaba por dentro.

Sentado en el columpio, apretaba sus pequeños puños, negándose a aceptar la realidad. Sora, observándolo con curiosidad, inclinó la cabeza antes de acercarse, sin entender por qué Ace estaba tan alterado.

—¿Estás enojado?—preguntó con inocencia mientras se sentaba a su lado.

Ace, con el ceño fruncido, asintió.

—¡Voy a tener un hermanito! ¡No quiero! ¡Papi es mío!—gritó con la voz temblorosa y las lágrimas ya desbordando.

Sora, siempre más calmada y con esa sonrisa que recordaba tanto a su tío Zoro, intentó consolarlo. Sus grandes ojos lo miraban con empatía.

—Cuando Kenji nació, yo estaba feliz—dijo suavemente—. Papi y papá me dijeron que me querían igual. Tío Luffy y tío Law te quieren mucho, aunque a veces hueles feo, como papá después de entrenar

Ace le gruñó, cada palabra de Sora sólo avivaba su enojo.

—¡No es verdad!—gritó aún más fuerte—. Estamos bien así. Isamu está solo y es feliz. Nosotros también lo seríamos

Sora negó con la cabeza, su cabello danzando con la suave brisa.

—Eres un tonto—respondió, con esa inocencia que a veces podía doler—. Yo estoy emocionada. Papi dijo que tejeríamos unos zapatitos para tu hermanito o hermanita

Sora estaba emocionada, como si la llegada del nuevo bebé fuese una bendición. Pero para Ace, era una amenaza. Al regresar a casa, la tensión era palpable. Lami ni siquiera lo miró. Con su librito bajo el brazo, se marchó sin decir palabra. Esa era su forma de castigo silencioso, la ley del hielo que usaba para hacerle saber a Ace que había hecho algo mal.

Luffy, aunque solía ser el más afectuoso, sólo le revolvió el cabello sin darle su habitual abrazo o beso. Law, con su rostro serio pero con un gesto comprensivo, abrió los brazos para invitarlo a acercarse. Sin embargo, esta vez Luffy lo detuvo con una mirada firme.

Ace sintió cómo la frustración se transformaba en rabia pura. Estaba siendo castigado, ignorado, y ahora hasta su hermana y sus papás parecían estar en su contra. Se llenó de furia, apretando los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos.

—¡Yo no pedí un hermanito!—gritó con toda la fuerza que su pequeño cuerpo podía reunir—. ¡No lo quiero! ¡Los odio! ¡Desháganse de él!

El aire se congeló. Law abrió los ojos con sorpresa, y Luffy se levantó con una expresión oscura en el rostro. Esa línea había sido cruzada.

—Ace—la voz de Luffy era dura, sin rastro de la calidez habitual—, basta. Estás siendo demasiado grosero. Puedes estar enojado, pero no te voy a permitir que hables así. No otra vez. Discúlpate, ahora

—¡No!—rugió Ace, sin ceder un centímetro.

Luffy no titubeó. Se cruzó de brazos, su tono severo e implacable.

—Vete a tu habitación. Estás castigado. Y olvídate de la excursión de mañana con tus primos

Ace lo miró, con los ojos desbordantes de lágrimas, su cara roja por la ira y la desesperación. Esa excursión era su mundo entero, el momento donde olvidaba todo y simplemente disfrutaba. ¿Cómo podía quitárselo así?

—Pero... pero...

—Sin peros—interrumpió Luffy, su voz implacable—. He dicho que no. Y hasta que no te disculpes por ser tan grosero conmigo y con tu papi, te quedarás aquí. Tus palabras nos han herido, Ace. Y no lo voy a tolerar

EL ESPOSO DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora