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Hinata nunca había mentido cuando se trataba de voleibol, pero lo sintió más necesario que nunca. Le contó a su madre la excusa de su tobillo, avisándole que se quedaría en casa ese día después de la escuela.

El entrenamiento con Inarizaki podía esperar.

Estuvo normal en sus clases, quizás ahora prestando un poco de atención para tratar de olvidar todo lo que estaba pasando, pero no podía lograrlo. De alguna manera, todo siempre volvía a recordarle a Inarizaki, a su problema y a que tal vez debía cambiarse de escuela para no hacer las cosas complicadas.

Iría a hablar con el director para preguntar unas cosas al respecto después de clases, de todos modos no iría al entrenamiento.

En los recesos viajaba silenciosamente hasta la azotea de la escuela, ignorando a todos y tratando de evitar los encuentros con gente del equipo. Incluso Inumaki sufría las consecuencias de su desapego.

Suspiró, escondiendo al cabeza entre el hueco que formaban sus brazos al estar apoyado en el muro que evitaba su caída al vacío. Es estúpido intentar dejar de pensar en algo cuando toda la escuela se encarga de recordarselo, porque ahora le costaba más ignorar los comentarios y rumores que habían sobre Atsumu y él.

Las personas no sabían cuando callarse, porque las fans de Atsumu, y ahora también las de Shoyo, habían observado su pequeña discusión en el partido contra Fukurodani. Hablaban sobre cómo quizás habían tenido una discusión de pareja y ninguno supo dejarlo fuera del partido, entre otros rumores tontos.

Sin embargo, en lo que sí tenían razón es que la culpa de que Inarizaki perdiera ese día era de ambos, por lo menos les daba ese punto.

—Soy patético.

Hace unos días había decidido dejar el tema, por la paz realmente, no puede llorar porque su presente no es con el que soñó, no todos los equipos serán iguales y lamentablemente le tocó uno que no es el Fukurodani o el Nekoma.

No es un niño, ya no debe ponerse triste porque no le dan lo que quiere, nunca ha sido caprichoso, nunca ha sido de pedir favores, pero ahora lo único que rogaba era que por favor todo cambiara.

Lo necesita.

Demasiado porque el dolor en el pecho no se iba, se convirtió en una molestia constante que no le dejaba de recordar lo mal que estaban las cosas en su vida.

Sus manos temblaban y ha tenido que aprender a regular su respiración porque la ansiedad se mantiene bastante elevada, tomando el control de la mayoría de sus decisiones.

Escuchó el timbre del final del receso y se mentalizó para bajar a los pasillos repletos de gente que posiblemente hablarían de él otra vez.

Las fans deberían entender que entre el gemelo y él solo hay un gran desagrado qué les ha dificultado todo este semestre.

Cerró los ojos un momento, concentrándose en su respiración para caminar por los pasillos, cuando estuvo calmado los abrió nuevamente, guiando su mano por el brazo contrario. Algo que descubrió que lo calma, acariciar su brazo izquierdo, lo mantiene cuerdo, como un ancla a la realidad, donde todos esos escenarios ficticios que creaba su ansiedad no sucedian realmente.

Observó la puerta de su salón sintiendo como una leve felicidad quería asomar en su expresión, pero todo fue en vano cuando vio a Atsumu justo al lado del umbral. Lo evitó lo mejor que pudo, aprovechando que el rubio observaba el suelo para pasar por delante de él y entrar a la sala por la puerta de delante.

Cuando vio a su maestro entrar suspiró aliviado, no quiere tener que cruzar ninguna palabra con nadie del equipo, por lo menos no hasta que sepa qué hacer.

Doble Filo [atsuhina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora