El encuadre perfecto para la noche de Halloween [🇪🇸]

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FECHA: 31/10/2020

El sol ya apenas se veía cuando volví a casa después de haber salido a pasear. Las farolas de la urbanización ya se habían encendido. Cuando
entré por el portal me llamó la atención la casa nº 13 que se encontraba muy cerca de la entrada. Las luces estaban dadas y además iban alternando el color. El ruido de la música se escuchaba desde fuera y unas siluetas negras bailando se apreciaban a través de las ventanas.
Era evidente que se trataba de una fiesta. Sabía que mis nuevos vecinos tenían un hijo pero desde que se mudaron a esta casa sólo le vi unas tres veces. Tendría aproximadamente unos 17 años, o sea uno más que yo. La verdad es que nunca me dio la impresión de ser un chico muy fiestero sino más reservado e independiente ya que apenas salía de su casa. Pero supuse que hoy habría aprovechado la ocasión para conocer a los demás invitándoles a celebrar. Lo extraño fue que no me había enterado de la fiesta ni había recibido ningún tipo de invitación.
Tampoco es que sea una chica muy social pero más que él seguro. Sin embargo no le di más vueltas. Decidí acercarme a la casa para hacer
algunas fotos. Era el encuadre perfecto para la noche de Halloween. La casa estaba decorada con telarañas y tarántulas de plástico. Además
habían colocado un espantapájaros junto a la puerta y a sus pies se encontraba una calabaza tallada e iluminada que parecía observarme.
Delante de una planta situada en los escalones que conducían a la puerta habían colocado una lápida ensangrentada con la inscripción "R.I.P.". Por último habían pegado unas pegatinas de fantasmas en los cristales. Pero además de toda la decoración la luna llena se encontraba en un ángulo perfecto. Así que tomé un par de fotos. Después me di la vuelta y me dirigí hacia mi casa cuando de repente sentí una mano fría en mi hombro. Estremecí y retrocedí rápidamente. Mi corazón latía con fuerza. Detrás mío estaba alguien pero no podía reconocer su rostro en
la hace desde unos minutos existente oscuridad.
-¿Por qué no vienes a la fiesta?
No logré reconocer la voz así que tartamudeé:
-¿Q...q...quién eres?
-Soy el vecino de la casa nº 13.
No lo podía creer. Era el nuevo vecino.
-¿No deberías estar en la fiesta? Dentro de lo que cabe es tuya, ¿no?
-¿Me acompañarías?
La verdad es que no sabía muy bien que decirle. Por un lado me hacía ilusión que me invitara pero por otro lado también me daba un poco de miedo; pero no la fiesta, sino él. Mientras esperaba mi respuesta me miraba fijamente. Apenas le veía pero sentía sus ojos clavados en los míos. Además tenía la cabeza inclinada hacia abajo ya que era media cabeza más alto que yo. Finalmente dije:
-Vale
Así que le seguí hasta su casa donde me abrió la puerta. Él entró primero y antes de seguirle a dentro me di la vuelta una última vez mirando la urbanización. Una de las farolas parpadeó e instantes más tarde volvió a desprender su luz de forma normal. Entré y cerré la puerta detrás de mí. Lo que no vi es que justo al cerrar la puerta la farola volvió a parpadear unos segundos hasta finalmente apagarse, enterrando la zona en la que se encontraba en la oscuridad.
Dentro había un ambiente mucho más agradable. El volumen de la música llenaba toda la casa. Muchos de los vecinos llevaban disfraces. Pero me llamó la atención que no conocía a mucha gente. Creo que no solo había vecinos sino probablemente también algún amigo del chico.
Después de pasarme una hora junto a la mesa de picoteos y bebidas vi a mi vecino mirándome desde el pasillo. Le veía reflejado en un espejo
decorado por telarañas. Me di la vuelta pero cuando miré al corredor no había nadie. Me dirigí hacia él buscándole. Quería saber por qué me
miraba, ya que me parecía un poco siniestro. El pasillo estaba oscuro así que presioné un interruptor. Una bombilla colgada del techo por unos cables empezó a alumbrar un poco, aunque mucha luz no desprendía.
Bajo el parpadeo procedente del techo pude reconocer a una pareja besándose que al verme dar la luz enseguida se fueron de la mano para
buscar un sitio más privado. Cuando llegué al final del corredor vi tres cuartos. Uno era la cocina y otro un dormitorio. El tercero no era precisamente una habitación. Se trataba de una puerta que tienen todas las casas de la urbanización. Detrás hay unas escaleras que conducen a la azotea de cada casa. La puerta estaba entreabierta así
que supuse que mi vecino se había ido por allí. Lentamente la empujé. Chirrió al realizar este acto. La curiosidad me incitaba a seguir aunque
un pequeño escalofrío recorrió mi espalda al oír aquel desagradable y algo aterrador ruido. Pero de todos modos subí las escaleras. Y efectivamente encontré a mi vecino sentado en el borde de la azotea. Caminé hasta él aunque sin acercarme demasiado al borde ya que tengo
un poco de miedo a las alturas.
-Hace una noche perfecta para Halloween, ¿no crees?-preguntó.
Debió de haber escuchado mis pasos al acercarme. Mirando a la luna llena y misteriosa le respondí:
-Sí, una noche muy siniestra.
Nos quedamos mirando la oscuridad de la noche por un rato.
-Tanto dolor y sufrimiento...-dijo de repente el chico.
-¿Qué?-le pregunté algo confusa.
-Tener que volver a vivir lo mismo y saber que nunca tendrá un final feliz...- prosiguió.
Me estaba empezando a asustar. No sabía lo que estaba diciendo ni de lo que estaba hablando pero no me gustaba nada.
-Mira no sé si esto debe ser una broma pero no hace nada de gracia.-dije asustada.
Entonces mi vecino se levantó y se giró hacia mí. Al igual que antes me miró fijamente, pero esta vez no era igual. Bajo la luz de la luna podía ver sus ojos. Estaba llorando. Una lágrima le escurrió por la mejilla. Daba la impresión de ser otra persona.
-Yo no quería...-murmuró-. No quería...
Cada vez más asustada me iba dirigiendo hacia atrás pero él seguía acercándose. Cuando llegué a las escaleras me di la vuelta y corrí hacia abajo donde habría más gente. Mientras corría noté como sus pasos se aceleraban.
-¡Tienes que creerme!-gritó desde detrás de mí mientras seguía bajando todo lo rápido que mis piernas me permitían-. Yo no quería hacerles
daño...pero ya no podía más. No paraban, no paraban...
Cuando pisé el penúltimo escalón me tropecé y me caí. Él se acercaba cada vez más. Me levanté tiritando y sudando del miedo corriendo hacia la cocina. Sobre la mesa mis ojos captaron el titular de un diagnóstico psiquiátrico que decía "Trastorno de identidad disociativo". Recordé lo
que nos había contado la psicóloga del colegio en una charla: personas que sufrían este trastorno tenían varias personalidades. Eso explicaría el
cambio en su mirada. Entonces reconocí su figura en la puerta. Agarré un cuchillo que había encima de la encimera y en ese momento reconocí con la poca luz que entraba por la ventana que estaba manchado de un líquido oscuro. Asustada lo solté y cuando lo vi caer junto a un brazo que sobresalía por debajo de la mesa, grité. Era la pareja que antes había visto besarse.
-Ojalá no hubiera estado con él y hubiera aceptado mis rosas.-dijo mi vecino con voz triste.
Fue entonces cuando vi unas rosas tiradas en el suelo y manchadas de sangre. De repente empecé a comprender lo que pasaba: esa chica, que
definitivamente no era una vecina de la urbanización, le gustaba. Pero al haber estado con el otro chico, mi vecino los había matado. O mejor
dicho, su segunda personalidad.
Mi vecino se acercó y desesperada ya por el terror que recorría mi cuerpo me di la vuelta y salté por la ventana. De repente todo se volvió
negro. Ya no recuerdo nada más de aquella noche.
Cuando abrí los ojos me encontraba en una habitación de hospital. Mis padres me explicaron todo. Al parecer cuando grité al encontrar los
cadáveres un invitado de la fiesta llamó la policía. Los oficiales me encontraron tirada en el jardín con una brecha profunda en la cabeza.
También entraron en la casa y arrestaron a mi vecino. Los padres de los asesinados fueron avisados y los invitados llevados a casa.
Después de unas entrevistas con la policía sobre lo que había visto, lograron cerrar el caso. Los padres de mi vecino les habían entregado un diario que el chico escribía para su psiquiatra, del cual obtuvieron muchas informaciones, entre ellas que llevaba años enamorado de aquella chica pero que siempre le rechazaba y se iba con otros más, según él los describía, "normales". Por su inestabilidad emocional vivía su amor mucho más intenso que cualquier otra persona. Y así es como
llevaba sufriendo tanto tiempo. Esa noche, al volver a verla besando a otro chico y esta vez en su propia casa, debió de perder el control sobre
sus actos y hacer algo que nunca debía de haber ocurrido. Ahora iba a tener que pagar por ello muchos años encerrado en un centro psiquiátrico y yo probablemente tendría pesadillas traumáticas el resto de mi vida. Pero no podía evitar sentir pena por él. A pesar de la cosa horrible que había hecho había sufrido más de lo que cualquiera se
merece. Pero eso tampoco era excusa.
Cuando me dieron el alta y volví a mi hogar, miré la casa nº 13 y me juré a mí misma no volver a poner un pie en ese edificio jamás.
Desde entonces sigo preguntándome cada día qué habría pasado si le hubiera dicho que no me apetecía ir a la fiesta y me hubiera ido a mi casa...

A Writer's Notebook / Collection of Short Stories Where stories live. Discover now