FECHA: 21/02/2022
Iba caminando mirando al suelo. Observaba cómo ponía un pie ante el otro. Mis "converse" rojas combinaban con las hojas caídas de los árboles otoñales. El cielo ya empezaba a anaranjarse y el sol a ponerse. Se oían algunos pájaros cantar desde los árboles. En la calle reinaba la paz. Por cada hoja que cubría la carretera faltaba un alma
humana. Todo el pueblecito parecía desierto. Me pregunté si siempre sería tan tranquilo este sitio.
Mientras seguía caminando de repente escuché un ruido. Parecía lejano y bastante silencioso. Giré la cabeza para ver de dónde procedía. Pero no alcancé a ver nada extraño. El pueblo seguía sumido en aquella soledad. Sin embargo, pude escuchar el ruido cada vez más alto. ¿Se estaba acercando?
Sonaba como un gemido. Pero no podía ver a nadie. Entonces me empecé a poner nerviosa. Decidí seguir mi camino e ignorar el llanto. Pero seguía escuchándolo. Con cada paso hacia adelante el volumen aumentaba. Claramente había alguien llorando. Entonces la vi. Una mujer joven y delgada estaba arrodillada sobre un montón de hojas naranjas en frente de una de las casitas. Sus manos temblorosas cubrían su rostro. Toda
mi angustia desapareció al verla así. Empezé a acercarme a ella con cuidado hasta encontrarme justo a su lado.
No parecía percatarse de mi presencia. Seguía llorando, lo más silencioso que podía pero con mucho dolor. Algo terrible debía de haber pasado.
-¿Estás bien?-le pregunté aunque la respuesta fuera bastante obvia.
Pero la muchacha siguió ignorándome. Así pues, pensé en mostrarle mi afecto de una forma más física y le puse la mano sobre el hombro. En ese preciso momento un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su piel estaba helada. Era verdad que el cielo estaba cubierto por varias nubes, ya anochecía y durante el otoño solía haber una temperatura baja, pero aquella chica estaba excesivamente fría. Bruscamente aparté la mano. Eso fue lo primero que pareció notar porque elevó la mirada. Sus ojos estaban rojos y toda su cara llena de lágrimas. Su piel era pálida, muy pálida.
De repente, empujada como por un impulso, me agarró con muchísima fuerza con sus frágiles manos. Mientras agitaba bruscamente mis brazos gritaba:
-¡¿POR QUÉ NO LO HAS IMPEDIDO?! ¡ME LA HABÉIS QUITADO! ¡¿POR QUÉ?!
Como reflejo a este ataque me fui para atrás tropezándome con mis propios pies. Me caí al suelo. Un dolor ardiente empezó a invadir mis codos y manos sobre los que había aterrizado. Gracias a mí caída la muchacha se había visto obligada a soltarme. También había dejado de gritar aunque ahora lloraba con mayor volumen.
Me miraba con desesperación. Parecía que esperaba algo de mí. Pero yo no sabía el qué. Estaba muy agobiada y tenía mucho miedo. Aquello era todo muy raro. Fue entonces, desde aquel ángulo del suelo en el que me encontraba, que vi algo que llamó mi atención. Me fijé en el cuello de la chica que ahora estaba estirado ya que su mirada se dirigía hacia el cielo. Entre las lágrimas que lo recorrían pude distinguir unas
marcas extrañas. ¡Parecían de una cuerda! ¡¿A caso alguien la habría intentado ahorcar?! Eso no podía ser. Quién iba de haber sido. ¡No había nadie! Todo parecía estar tan abandonado...
Rápidamente me levanté para salir de allí. Sentía mucho el dolor de la mujer pero ahora mismo lo único que quería era marcharme. Me daba mucho cringe toda aquella situación. Su fría piel, las marcas de su cuello, la forma histérica en la que me había gritado después de ignorarme...Cuando me apoyé en mis manos no pude evitar morderme el labio para reprimir el dolor. Se me había
levantado la piel y estaban sangrando.
Me alejé a paso muy rápido. Primero caminé de espaldas y al notar como la muchacha seguía llorando para sí misma, como si de nuevo no sé percatara de mi ausencia, eché a correr.
Corrí lo más rápido que pude por aquella callecita que unos instantes antes todavía me había parecido estar sumida en completa harmonía otoñal.
Cuando alcancé mi casa saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la antigua y oxidada puerta. Mi madre y el ex-propietario estaban hablando en el salón. Todavía se me hacía muy ajeno aquel lugar pero suponía que nos acabaríamos acostumbrando a nuestro nuevo hogar.
Quise contarle a mi madre lo que me había sucedido pero como parecía muy ocupada decidí desinfectar mis heridas en el lavabo y después subir a mi cuarto. Se encontraba en el piso de arriba debajo de la escotilla del ático. La abrí para subir y refugiarme allí. Cuando mi pie derecho pisó el último escalón me quedé paralizada y por segunda vez en esta tarde sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Al fondo de la habitación había un cuadro viejo apoyado en el suelo contra la pared. Sobre él había dibujado una chica. ¡Era idéntica a la que había visto de camino a casa!
Mi corazón empezó a latir más rápido y mis manos a sudar. No fui capaz de mover ni un solo músculo de mi cuerpo. ¿Qué significaba esto? Me estaba volviendo loca o...¡¿podía ser que había visto un fantasma?!
En ese momento me resbalé de la escalera y caí al vacío. Por suerte, el ex-propietario me cogió en sus brazos. ¿Cómo había llegado hasta mi cuarto?
-¿Y mi madre?-murmuré con una voz temblorosa.
-Está preparando café en la cocina. Quería venir a preguntarte si tú también querías. Menos mal que he llegado a tiempo.
Su voz me solía parecer muy tranquilizadora ya que era monótona como la de un profesor de yoga pero esta vez solo me inquietaba aún más.
-No quiero, gracias-contesté algo borde.
Con cuidado me dejó caer sobre mis pies. Nunca me había sentido tan aliviada de sentir el suelo bajo ellos.
Se dio la vuelta pero antes de que volviera a bajar con mi madre le pregunté algo tímida:
-¿Sabe quién es la mujer del cuadro viejo que tiene ahí arriba?
-Claro-dijo otra vez con su tranquila voz-era la hermana de mi tatarabuela. Cuentan que estaba locamente enamorada de otra mujer, lo cual en su época estaba muy mal visto. Por eso mataron a su amada. Y ella, la pobre desgraciada, decidió suicidarse. Al parecer se ahorcó con una cuerda de un árbol de los que se encuentran por las calles del pueblo.
No pude evitar pensar en las marcas que tenía la muchacha que lloraba en el cuello. También recordé que en las pocas palabras que me dijo mencionó a alguna persona que le había sido arrebatada.
-Hay leyendas que se cuentan la gente del pueblo que dicen que su alma sigue vagando por estas calles en busca de su amada y que hasta que no la encuentre tampoco encontrará su paz interior. Hay hasta gente que dicen haberla visto-explicó, pero al ver mi cara que probablemente estaría muy pálida en ese momento, añadió-. Pero yo nunca he creído en esas historias, ¿y tú?
No fui capaz de responderle. Su sonrisa irónica y tan perfectamente aburrida y tranquila como su tono de voz me ponía los pelos de punta. ¿Me estaba gastando una broma? ¿O era quizás todo una mera casualidad?
Mientras seguía en shock se dio la vuelta y bajo por las chirriantes escaleras dejándome sola de nuevo. Miré por la única ventana de madera que había en mi cuarto y vi como una sola farola iluminaba el jardín de la vieja mansión. El cielo ya estaba completamente oscuro. Se escuchaba el hulular de un búho. La fría brisa de la noche
entraba por mi ventana ya que estaba entreabierta y hacía que las cortinas bailaran
suavemente a su ritmo. Con dedos temblorosos la cerré inspirando fuertemente.
¿Dónde nos habíamos metido?

YOU ARE READING
A Writer's Notebook / Collection of Short Stories
Short Story🇪🇸 A veces todo lo que queremos es escapar de la realidad. O quizás queremos darle un sentido. En este cuaderno guardo mis relatos que me permiten (o intentan) reflejar todo aquello que pienso y siento en mi interior y quiero compartir con el mun...