JENNIE
New York no está preparada para mí cuando llego. Es de noche cuando por fin me pongo a planear mi emboscada. Llevo puesta una sudadera, la cabeza cubierta y me apoyo en un callejón.
Este lugar se vuelve peligroso en los callejones oscuros, pero después de golpear la cara de un tipo contra la pared de ladrillo lo bastante fuerte como para dejarlo inconsciente, la mayoría de los delincuentes habituales me dejan en paz durante el resto del tiempo que espero.
─ Hey, cariño ─ me dice otro estúpido delincuente, apuntándome con un cuchillo mientras esboza una sonrisa podrida.
No digo nada.
Supongo que, por desgracia para él, se ha perdido mis anteriores advertencias.
Se aproxima un paso, y es entonces cuando le sonrío. Parece confuso durante una fracción de segundo antes de que mi mano salga disparada y colisione con su garganta. Un gemido de dolor se le escapa y agita el cuchillo.
En el aire, atrapo su muñeca, giro bajo su brazo y escucho con placer cómo un grito de satisfacción atraviesa la noche. El cuchillo cae al suelo, y yo golpeo su columna con el pie, apretándole el brazo con tanta fuerza que siento el crujido del hueso en la mano.
Un escalofrío de placer me recorre, escuchando cómo grita y pide clemencia. No es tan satisfactorio oírlo como a los que quiero muertos, pero sigue siendo un placer castigar a alguien como él, que se aprovecha de los débiles... o de los que él cree débiles.
Con una fuerte estocada, el cuchillo atraviesa su espalda, desgarrando la piel, y sus gritos se hacen más fuertes. La gente se dispersa a nuestro lado, fingiendo no ver nada, como es típico en los callejones urbanos.
Cuando empieza a expulsar sangre por la boca, suelto el cuchillo con la mano enguantada y dejo que caiga al suelo con un fuerte ruido. Justo al lado del contenedor, lo único que se ve desde la calle son sus pies. La ciudad es demasiado ruidosa para que los habitantes de las aceras le oigan.
Y aunque lo oyeran, seguirían caminando. Es lo que hace la gente. Se dicen a sí mismos que también morirán. Se dicen a sí mismos que su vida es más valiosa que la persona que está muriendo cerca de sus pies.
En resumen, les importa una mierda.
Una sombría sonrisa se dibuja en mis labios mientras él me mira sorprendido y horrorizado.
Llegó a este callejón como el depredador.
Morirá como la presa.
Me quito la sudadera con cuidado de no descolocar la peluca rubia que llevo cuidadosamente puesta en la cabeza. La arrojo al contenedor de basura, después me quito los pantalones de chándal, dejando al descubierto el vestido que llevaba oculto, y me calzo los tacones.
Es hora de hacer lo que he venido a hacer y dejar de jugar con la escoria que hay en la oscuridad y de la que la gente intenta huir. Los monstruos de aquí no pueden compararse con el monstruo que soy yo.
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Justicia Divina - Jenlisa | G!P
RastgeleAdaptación por © 90sjnn Traducción realizada por © 90sjnn Los créditos pertenecen al autor original. No poseo la trama, ni los personajes.