—Una cita un poco rara, ¿no? —dijo.
A mí sí que me parecía extraño. Ella consideraba perfectamente aceptable concertar una cita sexual, pero, en cambio, una sencilla invitación para salir a cenar se le antojaba «rara». Bueno, hasta ese momento yo siempre había creído que salir a cenar era una actividad relativamente normal. Cuando el trabajo no lo impedía saboteando mi vida social —algunas personas me consideraban una adicta al trabajo, yo tenía la costumbre de salir a cenar dos o tres veces por semana con algún amigo o con alguna amiga. Cocinar no siempre me resultaba posible debido a mi volumen de trabajo y además, tampoco es que me divirtiera especialmente cocinar para mí sola. Sin embargo, cuando tenía tiempo, lo cual, sucedía muy pocas veces, invitaba a un par de amigos a cenar en casa.
—¿Demasiado rara para aceptarla? —pregunté directamente.
En mi opinión, no parecía haber muchos motivos para andarse con rodeos. Su decisión dependía, probablemente, de criterios de los cuales yo no sabía nada, como tampoco sabía nada de ella. Por mi mente revolotearon unas cuantas ideas sobre lo que haría en el caso de que me dijera que no: ¿atar en su ventana globos con las letras de «Feliz Cumpleaños»? Bueno, ni siquiera sabía cuándo era su cumpleaños. Hiciera lo que hiciera, seguro que me iba a decir que no. ¡Me encanta que me rechace una mujer de la cual estoy locamente enamorada!
—Demasiado rara como para no pensarlo bien antes —dijo ella enseguida. No se dejaba sorprender. Su comentario no era ni profesional ni personal. Eso podía entenderlo, pero me molestó un poco su actitud distante. Quería saber qué se ocultaba detrás —Osea, que no puedo contestarte ahora. —Se comportaba con tanta indiferencia, que sentí ganas de darme cabezazos contra la pared por haberla llamado. No tenía motivos para quedar conmigo a excepción, quizá, de los profesionales, pero no era eso lo que yo le estaba ofreciendo. Aunque... sí, quizá era eso lo que la frenaba.
Quizá debía decidir antes a qué categoría pertenecía yo: a la de las clientas o a la de las... ¿de las qué?
—¿Puedes volver a llamarme la semana que viene?
¿Qué? ¿La semana que viene?
—Sí, claro. ¿A qué hora... a qué hora puedo encontrarte? —la idea de interrumpirla mientras estaba «trabajando» me resultaba insoportable.
—Ya lo descubrirás —dijo.
Claro: si no contestaba al teléfono, es que estaba «ocupada».
¿Por qué me torturaba a mí misma de esa manera? «Porque siempre haces lo mismo. Porque las mujeres que te rechazan te parecen mucho más deseables». Me dio rabia, pero no podía llevarle la contraria a mi mente puesto que, sencillamente, tenía razón. Y en honor a la verdad, ese era el único motivo por el cual nos habíamos encontrado. Me había atraído su frialdad, su actitud —ya fuera fingida o real— de mirar a los demás por encima y su indiferencia. En el ínterin, probablemente tendría que haberme dado cuenta de que era real, aunque me habría gustado más pensar lo contrario.
—Bueno, pero ¿prefieres que te llame algún día en concreto? —Estoy segura de que mi voz sonó bastante sarcástica, pero no tenía ganas de llamarla cada día y no encontrarla hasta el fin de semana.
Después de todo, mi masoquismo no llegaba a tanto.
Se echó a reír. En serio, ¡se echó a reír!
—Estás loca —comentó.
—¿Te sorprende? —ahora sí que estaba harta. ¡Se había reído de mí! Desde luego, no estaba dispuesta a consentírselo. Y por lo general, cuando invitaba a alguien a cenar, la gente solía aceptar mi invitación con un poco más de entusiasmo, murmuré entre dientes.

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París
FanfictionUn encuentro casual será el inicio de una intensa historia de amor... Una prostituta lesbiana se ve obligada a replantearse sus relaciones cuando conoce a una ejecutiva sensual y apasionada. Una historia que explora los límites del amor y del deseo...