Por KiraLucioNdlT
Nueva York, Estados Unidos.
Giovanni.
El cuerpo de Mia se tensa bajo mis manos. Intento calmarla, sus uñas se clavan en mi hombro y se muerde el labio inferior para evitar gritar.
Dimitri y Karou van en los asientos delanteros discutiendo sobre la ruta más rápida al hospital, sin embargo, yo estoy dividido. Una parte de mí está furioso; quería que Mia diera a luz en casa, podía equipar una habitación con todo, contratar personal y tener una partera disponible las veinticuatro horas del día.
Pero, no. Mi hermosa esposa quería tener al bebé en el hospital.
Y, la otra parte, solo tiene miedo. Estoy asustado, jodido y perdido.
No sé qué infiernos hacer.
—Tranquila, cariño. Respira.
Mia despega su espalda del asiento cuando una nueva contracción la asalta. Gimotea de dolor, sus ojos se llenan de agua y niega con la cabeza de forma frenética.
—Tengo miedo. Duele, Gio. Duele...
—Shhh.. sé que duele, cariño. Ya casi hemos llegado, ¿De acuerdo? —beso su cabeza antes de acariciar su abultado estómago y dejar un beso ahí también —Se bueno con mami, Angelo. ¹
Mi mano descansa sobre su vientre, trazo pequeños círculos y, visiblemente Mía se relaja. Levanto mi vista para centrarme en ella, su piel está cubierta por una capa de sudor, volviendo su aroma de almendras y crema, denso a mis sentidos.
El latido de mi niño retumba alto y claro, y casi puedo sentir cuando usa sus piernitas para impulsarse había abajo abriéndose camino. Un nuevo grito de dolor abandona el cuerpo de Mia.
—Demonios, Dimitri, ve más rápido—gruño. Vuelvo a bajar mi boca la cumbre de la panza de mi esposa y le hablo al revoltoso que tengo por hijo ahí dentro—Aguanta un poco más, Angelo. Se un buen Piccolo.²
Una nueva contracción y Mía tira de mi pelo.
—Deja de incentivarlo...
No puedo evitar sonreír, mi niño será un bribón en toda regla.
El pulso de Mia se acelera, grita y sus uñas, una vez más, se clavan en mi carne.
Dejaría que me cortara un brazo si pudiera tomar su dolor y adueñarme de él.
—Respira conmigo, preciosa. Inhala...
Ella me sigue, cierra sus ojos e inhala. Sigue las instrucciones de las clases prenatales. Unas a las que la obligué a ir.
—Cinco minutos, Gio. Cin...
El golpe nos sacude.
Y escucho el crujir de mi cuello mucho antes de que todo se vuelva oscuro.
***
Goteo.
Goteo.
Gritos.
Gruñidos.
Calor.
El sentido de escucha es el primero en volver a mí, un nuevo crujido y mi cuello está en su lugar. Mi visión se va aclarando y busco a tientas el cuerpo de Mia.
Sangre caliente, pegajosa y viscosa es lo que encuentro.
Un nuevo grito. La voz iracunda de Dimitri y el crujir de más huesos llegan, pero, no puedo ver todavía. Me arrastro fuera del auto y gateo por el pavimento.

ESTÁS LEYENDO
Por siempre
Short StoryRelatos de despedida compartidos por escritoras y escritores de la comunidad La resistencia escrita. La muerte no es el fin del vínculo; esa persona que se fue seguirá dentro.