Relatos de despedida compartidos por escritoras y escritores de la comunidad La resistencia escrita.
La muerte no es el fin del vínculo; esa persona que se fue seguirá dentro.
Llegué al colegio como todos los días, era Viernes, lo cuál significaba que era el último día de la semana, esperaba que transcurriera rápido las materias para irme más temprano a casa.
A medida que comenzó a llenarse el aula algo extraño pasaba, nadie se saludaba, todos miraban hacia abajo, todos parecían apagados, y el día en si tampoco colaboraba, estaba nublado, parecía que iba a llover muy pronto.
En cuanto me senté a esperar que la clase comience, la profesora no llegaba, ¿qué era lo que pasaba? Y cuando vi atravesar por la puerta el amigo que había hecho hace unos días antes me saludo sin ni siquiera mirarme.
No sé en qué momento comenzó los murmullos, eran palabras sueltas, algunas no se entendía que decían, otras repetían un nombre... Conocía ese nombre... Un dolor de estómago se presentó en mí de pronto. Algo no estaba bien.
En el lapsus del recreo me arme de valor y le pregunté a una chica de mi curso quién era la persona que tanto nombraban.
—Leonel Miranda, se mató anoche... Se ahorcó.
Quedé mudo, quieto, no podía ser una coincidencia, no había otro con el mismo nombre en un pueblo tan chico, todos, de alguna forma, nos conocíamos de algo.
—¿Estás bien? ¿Tú lo conocías...?
¿Qué podría responder? Qué hice toda la primaria con él, que luego le perdí el rastro cuando entramos a la adolescencia, y que solo lo reconocí en el colectivo hace dos meses atrás, no parecía feliz de verme.
Pero no dije nada, y creo que la chica entendió mi silencio porque me invitó al velorio que iba a ser ese mismo día.
—Vamos a ir a despedirlo... Si quieres puedes ir con nosotras...
Otra vez no respondí y solo me fui.
No me vieron durante la clase ni después de esa, me encerré en el baño, las lágrimas no salían, no sentía nada, no podía entender nada, los recuerdos golpeaban en mi mente, los murmullos comenzaron de nuevo, otra vez y otra vez aquellas palabras que, al principio no lo entendía o que no supe cómo entenderla, y como en unos minutos se aclaro todo: "se mató pero no quiso hacerlo, encontraron sus uñas detrozadas, la cara lastimada..."
***
No asistí al velorio, no sé cómo llegue a casa, no sé cómo transcurrieron los demás días, las semanas, los meses...
No sé en qué momento comenzaron las pesadillas, se me aparecía en sueños, no lo veía como lo había conocido, estaba todo lastimado, me despertaba llorando; todo empeoró cuando comencé a verlo en la escuela, en la calle, entre mis amigos, cualquiera persona que veía podía ser él.
Me estaba volviendo loco, las cosas comenzaron a moverse, aparecía en cualquier reflejo hasta en los espejos; y finalmente explote en llanto, y le grite a la nada, las palabras salieron sin más:
—¡Lo siento! ¡Sé que no me despedí de ti! ¡No quería ir a verte así! ¡Quiero recordarte como eras antes, aquél niño ruiseño que nunca me hizo de menos a pesar que nadie se me quería acercar, te lo debo, no sé cómo no te pude ayudar!
Silencio.
Solo, tapandome el rostro, abrazándome a mí mismo, toda la angustia saliendome por los poros... Hasta que sentí una mano en el hombro, esa sensación se quedó de algún modo, era extraño, podía sentir calor en esa mano; duro solo un momento pero sabia de alguna forma que ya todo quedo en paz.
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