La última vez

154 23 105
                                    

Por Shixxen

La primera vez que la vio, estaba tumbada en el suelo frente a su departamento sobre su frondosa melena rizada. Lo primero que pensó fue que era como un árbol seco, con el mismo tono exacto de la corteza vieja en su piel y era tan alta, aun en esa posición, que sus salvajes cabellos parecían tocar el cielo.

Usaba un pequeño vestido estraple y unos tacones morados, llevaba maquillaje cargado y corrido, la sangre manchaba su rostro y los grandes hematomas el resto de su cuerpo. En cualquier otra persona, ese hubiese sido un aspecto lamentable.

Pero no en Alika, quien apenas levantó sus inmensas pestañas, una sonrisa guasona se apoderó de la mitad de su rostro, parecía burlarse de la imagen de Elizabeth, como si la lamentable fuese ella.

Sin ningún tipo de vergüenza, pues esa emoción no la conocía, le pidió que la llevase arrastrando hasta su casa y Elizabeth así lo hizo.

Le dio una bolsa de hielo para sus golpes, Alika se la metió entre las piernas, la hizo hablar de su pasado y se burló de sus tragedias.

Por supuesto, aquello enfureció a Elizabeth tanto que se marchó arrepentida de su buena acción.

En retrospectiva, tal vez era por eso, porque la intimidaba un poco que la ayudó en primer lugar.

Su madre decía que a las personas les atrae lo que quisieran ser, ya que era una persona débil, Eli se sintió rápidamente atraída hacia Alika, pese que nunca le contó de su pasado, emanaba esa aura que la dejaba en evidencia como una persona fuerte.

Cuando Elizabeth supo lo mucho que sufría su amiga, porque de una manera gradual se había convertido en ello, cuando se enteró lo horrible que era su presente, su trabajo en las calles, el cómo era golpeada, humillada y utilizada por los hombres a cambio de un poco de efectivo, su admiración hacia ella solo creció y cuando le confesó que todo lo hacía por amor, por el amor que sentía hacia su hermana Roberta, de quien cuidó desde que era un bebé, entendió que no eran tan diferentes.

Al final, también ella era el tipo de persona que haría todo por amor.

Desde ese día, su meta se expandió. No solo iba a salvarse a sí misma y su hijo del abismo en el que había caído, también iba a salvar a Alika. Cuando consiguiera todo ese dinero, la llevaría a vivir con ella, la presentaría con sus amigos ricos y le conseguiría uno de esos trabajos como modelo o actriz, de esos en los que no se tiene que hacer mucho más allá de ser bonita.

O se irían lejos, de todos y de todo, Roberta podía ir con ellas si así lo quería. Empezarían una nueva vida, fundarían una tienda de pasteles y serían un matrimonió gay poliamoroso con un bebé de padre muerto. Porque ser viuda era muy diferente a ser madre soltera, ser viuda tiene su virtud, era respetable, nadie la juzgaría, ni la señalaría como el mal ejemplo para el resto de las jóvenes "limpias" de su pecado.

En cualquiera de los dos caminos que veía para ella, Alika estaba siempre presente.

El día que la encontró, derrumbada en aquel edificio abandonado, diciendo incoherencias y temblando como si los músculos que necesitaba para mantenerse de pie se estuvieran deshaciendo, le suplicó que fuese con ella a casa.

Alika le dijo:

—Vete—se lo suplicó con la misma ímpetu que ella intentaba llevarla consigo—, vete, Blondie, déjame aquí y sálvate tú.

—No—afirmó Elizabeth, se negaba a soltar su brazo—. Me iré cuando vengas conmigo.

—Entiéndelo, este no es lugar para ti—Era verano, pero se tambaleaba como si no pudiese aguantar el frío.

Por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora