ESPECIAL

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Jay no es una buena persona, nunca afirmó serlo, él no pretendía ser justo, agradarle a la gente ni mucho menos cumplir los estándares de nadie.

Volvió al colegio después de tres días confinado en su habitación, y para sorpresa de nadie resultó ser un alfa. Su presentación no fue menos caótica, siendo uno de los primeros en presentarse en su salón de forma prematura.

La mayoría solía descubrir su segundo género alrededor de los 14 o 15 años, terminando la pubertad a eso de los 18. Bueno, para Jay fue un poco después de su cumpleaños número 13.

Cruzó el umbral del salón de clases e inmediatamente todos los ojos se posaron en su figura, a pesar de que sus compañeros no podían distinguir su nueva esencia salvo uno o dos, para el profesor y para el resto fue evidente el cambio, más que nada porque ahora Jay tenía colmillos y aún tenía los ojos profundamente rojos, residuo de su rut. 

''¿Qué?'' Dijo. Y hasta el profesor se exaltó un segundo por la nueva voz grave y profunda del alfa. 

Los ojos de Jay se posaron instintivamente sobre el profe, aspiró profundo involuntariamente. «Omega...» Le comunicó su alfa interior, soltó un gruñido. «Así que así será a partir de ahora.»

Rodeó sus ojos fastidiado y guardó sus manos en los bolsillos del pantalón, dispuesto a sentarse donde le correspondía, no pudo evitar cruzar mirada con unos cuantos compañeros suyos, en especial de aquellos que parecían compartir la misma condición que Jay, alfas. 

Fue un verdadero hastío pasar los primeros días en el colegio después de eso, ahora era consciente de todos y todo, a pesar de que sus compañeros aún no desarrollaban un aroma propio o marcado, él ya podía intuir qué camino tomaría la mayoría, en ciertas ocasiones podía sentir las intenciones de los que estaban cerca suyo, y si se concentraba lo suficiente podía prever las emociones de cualquiera.

Así que ese era su día a día ahora, observaba a todos, miraba todo, se fijaba en cualquier detalle alrededor, miraba los pasillos vacíos, indagaba en las puertas semiabiertas, alzaba su vista hacia el techo en busca de arañas y cada tanto verificaba sus costados.

Pasó el tiempo y pudo acostumbrarse, tan solo le costó 3 (malditos) años adaptarse a sus instintos, los que lo hacían hípereceptivo a cualquier signo de peligro o amenaza cerca suyo.

Con 16 años podría decirse que ya se encontraba totalmente en sintonía con su alfa interior, cosa que la mayoría conseguía después de los 18. Ya era bastante alto para su edad y tenía una buena construcción física, cosa que consiguió con años de dedicación en el gimnasio, cosa que hizo a pesar de que le dijeron que ir al gimnasio y levantar pesas antes de crecer por completo lo iba a ''hacer enano''. Mitos estúpidos para él.

Y no se trataba de ser o no ser alfa, a él simplemente no le gustaba el sedentarismo.

No tardó en atraer miradas, siempre fue así pero sentía que este año había aumentado bastante, pero como se imaginarán ''no le prestó importancia''. En su clase al menos, había empezado la época donde esporádicamente alfas se hacían protectores de sus mejores amigos, habiendo ya cruzado la etapa de presentación la mayoría, los omegas buscaban involuntariamente a quienes puedan serle de ayuda.

Sobra decir que a Jay no le interesaba ser el protector de nadie, que si bien muchos de sus amigos se presentaron como omegas, él no sentía ninguna fuerza interna que lo obligue a querer velar por ellos. Ni es necesario mencionar el desagrado que expresaba su alfa cuando omegas desconocidos se acercaban para pedirle que sea su protector, una gran parte de estos siendo mayores que Jay y con dobles intenciones. Un rotundo no.

Jay se encontraba acomodando los libros de su casillero antes de que suene el timbre de comienzo de clases, ese día en particular no estaba especialmente motivado, tocaba doble turno.

Jay, nuestro protector | Omegaverse HaremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora