Zoe se acomodó en la silla junto a la ventana, observando la lluvia que caía con intensidad. La cabaña ofrecía un refugio temporal, pero la noche era interminable y la atmósfera estaba cargada de tensión. A su lado, Daniel ajustaba su abrigo y lanzaba miradas nerviosas hacia la oscuridad más allá del cristal. La lluvia golpeaba la ventana con un sonido monótono y persistente, y los truenos ocasionales resonaban en la distancia.
—¿Estás bien, Zoe? —preguntó Daniel en voz baja, rompiendo el silencio que envolvía la habitación.
Zoe asintió, aunque su mente estaba lejos de la tranquilidad. —Sí, solo que... este lugar da escalofríos.
Daniel, un joven de estatura media, cabello castaño desordenado y ojos marrones, asintió, tambié. A pesar de su apariencia tranquila, había algo en su postura que denotaba una preocupación creciente.
—Entiendo. Todo esto es... extraño. Pero tenemos que mantener la calma —dijo Daniel, intentando sonar convincente. Miró hacia los otros estudiantes, que estaban ocupados en actividades para distraerse.
Lucas estaba en el suelo junto a la chimenea, concentrado en una partida de ajedrez con Luna. La luz del fuego danzaba en sus rostros, proyectando sombras que se movían con las llamas. Alex, en una esquina de la cabaña, leía un libro viejo que había encontrado en una estantería polvorienta.
—No sabía que sabías jugar ajedrez —comentó Luna, moviendo una pieza con cautela.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Luna —respondió Lucas con una sonrisa juguetona, tratando de aligerar el ambiente.
Luna rodó los ojos. —¿Ah, sí? Entonces, ¿Qué más escondes?
—Bueno, para empezar, soy muy bueno haciendo malabares. —Lucas levantó una mano, pero se detuvo al ver la expresión divertida de Luna.
—Ya, ya... Con eso no me engañas. —Luna rió, logrando relajar un poco el ambiente.
Mientras tanto, Zoe y Daniel salían a vigilar el exterior. De repente, un rayo iluminó el bosque, revelando brevemente una figura extraña entre los árboles. Zoe se enderezó, parpadeando para asegurarse de lo que había visto.
—¿Viste eso? —preguntó Zoe, entrecerrando los ojos para intentar ver más allá de la oscuridad.
Daniel también se inclinó hacia adelante, mostrándose tenso. —No... ¿qué viste?
—No estoy segura. Tal vez solo fue mi imaginación. —Zoe intentó tranquilizarse, pero una sensación de inquietud se apoderó de ella.
—Deberíamos mantenernos atentos —sugirió Daniel, su tono firme.
Unos minutos después, Alex cerró su libro y se unió a Lucas y Luna en la conversación sobre las ruinas y los extraños eventos que habían encontrado. Las teorías se volvían cada vez más especulativas.
—Quizás esas cicatrices en los osos no fueron causadas por otro animal. ¿Y si fue algo... no humano? —dijo Alex, mirando a sus compañeros con seriedad.
—¿Como un monstruo? —preguntó Luna, su tono mezcla de broma y preocupación.
Lucas se encogió de hombros. —No lo sé, pero todo este lugar tiene un aire siniestro. Y si lo que Alex dice es cierto... podríamos estar en algo mucho más peligroso de lo que pensamos.
Alex asintió, la incertidumbre clara en su rostro. —Lo que más me preocupa es lo que no hemos visto aún. Esos sonidos que escuchamos, las sombras... y ahora esos osos. Algo no cuadra.
Marcos, que había estado observando el exterior, se unió a la conversación. —Tal vez solo estamos sobre pensando. El bosque es grande, y hay muchas criaturas que podrían haberle causado eso. Quizás fue solo una pelea entre animales.
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Rostros Robados
De TodoUn grupo de estudiantes universitarios se embarca en una aventura de campamento, buscando una escapada de la rutina académica. Pero lo que comienza como una experiencia de unión y diversión se convierte rápidamente en una pesadilla cuando un oscuro...