La noche se cernía como un manto oscuro sobre el bosque, envolviendo todo a su alrededor en un silencio sepulcral. La quietud opresiva solo era rota por el susurro del viento entre los árboles y el ocasional crujido de las ramas. Alex despertó con un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. El mareo y el dolor aún lo asfixiaban, pero algo era distinto. Ya no estaba donde recordaba haber estado antes de desmayarse; ahora se encontraba de pie en un claro desconocido, como si hubiera sido transportado a un lugar ajeno a la realidad.
El cielo, negro como el carbón, se extendía sobre él, y el silencio era tan profundo que parecía presionar contra sus oídos, amenazando con consumirlo.
—¿Qué demonios...? ¿Dónde estoy? —murmuró Alex, su voz apenas un susurro en la vasta oscuridad que lo rodeaba. Miraba a su alrededor, tratando de encontrar algún punto de referencia, pero todo lo que veía eran sombras que parecían moverse con vida propia. Un escalofrío le recorrió la espalda, y la inquietud comenzó a transformarse en un terror latente.
—Ah, finalmente despierto —una voz grave y burlona resonó en el aire, proveniente de todas partes y de ninguna en particular. La voz parecía surgir de las sombras mismas, y el frío que envolvía a Alex se intensificó, penetrando hasta sus huesos.
Alex giró rápidamente, buscando el origen de la voz, pero no había nada visible. Solo el claro vacío, lleno de esa presencia invisible que lo vigilaba con una malicia tangible.
—¿Quién eres? —preguntó, su intento de mantener la calma fracasó cuando su voz tembló.
—¿Quién soy? —La voz rió, un sonido escalofriante que se burlaba de su confusión. —Oh, Alex, sabes exactamente quién soy. Después de todo, la humanidad me ha llamado de muchas maneras a lo largo de los años, pero creo que "Él" es la que más me ha gustado en siglos.
Mientras hablaba, una figura comenzó a materializarse frente a Alex, primero como una sombra amorfa que se retorcía en la oscuridad, luego adoptando formas y rostros familiares. Aparecieron los rostros de Zoe, Lucas, Tomás... pero la figura se detuvo en una forma que hizo que Alex sintiera un escalofrío mortal. Era una versión distorsionada del padre de Zoe.
—¿Mejor así? —preguntó la entidad, con una maldad subyacente que deformaba cada palabra.
—No... no puede ser —murmuró Alex, retrocediendo un paso, el miedo apoderándose de su mente. —Tú no eres él.
—Muy observador —la entidad sonrió, una sonrisa que desafiaba cualquier definición de humanidad. —No soy él, pero tú me diste esta forma. Piensas bastante en este humano. ¿Qué tal si recordamos juntos quién es?
Antes de que Alex pudiera reaccionar, el paisaje a su alrededor comenzó a distorsionarse y girar. Las sombras se arremolinaban y se desvanecían hasta que se encontró dentro de un coche. Estaba al volante, sus manos temblorosas aferrando el volante, mientras la lluvia golpeaba el parabrisas con furia implacable. La carretera estaba resbaladiza y oscura, y los faros del coche apenas lograban iluminar la vía, creando un juego perturbador de luces y sombras.
—No... no, por favor... —susurró Alex, su respiración acelerándose. Sentía el peso del cansancio acumulado por días de estudio y las tensiones con sus amigos. Su mente estaba en otro lugar, repasando una y otra vez la pelea que había tenido con Lucas esa misma tarde.
—Era una noche como esta —la voz de la entidad resonó en su mente, cruel y burlona, como si disfrutara de cada palabra. —Estabas cansado, estresado por tus estudios y las discusiones con tus amigos. La lluvia había convertido la carretera en una pista de patinaje. El coche se deslizaba y tú estabas distraído, distraído en pensamientos que no tenían nada que ver con la carretera.
ESTÁS LEYENDO
Rostros Robados
AcakUn grupo de estudiantes universitarios se embarca en una aventura de campamento, buscando una escapada de la rutina académica. Pero lo que comienza como una experiencia de unión y diversión se convierte rápidamente en una pesadilla cuando un oscuro...