La oscuridad envolvía la cabaña como un manto pesado, pero en la mente de Alex, una tormenta de imágenes caóticas lo mantenía en una agitación constante. Estaba atrapado en un sueño, uno que no podía controlar.
Alex se encontraba caminando por el bosque, los árboles a su alrededor se retorcían como si fueran seres vivos, observándolo. Escuchaba susurros, fragmentos de palabras que apenas entendía, pero algo en su interior sabía que eran advertencias. De repente, la tierra bajo sus pies se abría, mostrando un abismo oscuro que lo tragaba. Caía, caía sin fin, hasta que un brillo rojo apareció debajo, y entonces lo vio: el mismo símbolo que habían dibujado para protegerse, pero roto, destrozado. Una risa siniestra resonaba, haciéndolo estremecerse.
La visión cambió. Ahora estaba en la cabaña, pero esta vez, estaba completamente sola. Las ventanas estaban selladas, el aire era opresivo. De repente, la puerta se abrió de golpe, y una figura familiar entró: era Zoe, pero con el rostro pálido y sin vida, como una sombra de sí misma. Intentó hablar, pero no salían palabras, solo un susurro que repetía: "No estamos a salvo, Alex... no estamos a salvo..."
La escena se desvaneció una vez más, y se encontró en la torre que había colapsado. Sin embargo, esta vez estaba intacta, y desde lo alto podía ver una ciudad en llamas a lo lejos, el humo negro ascendía hacia el cielo. Se giró, y vio a sus amigos, todos estaban heridos, cubiertos de sangre, pero no había rastro de la criatura que los perseguía. En ese momento, una voz profunda y resonante susurró en su oído: "El final está cerca, pero no todos sobrevivirán..."
Alex se despertó de golpe, sudando y con el corazón acelerado. Su respiración era entrecortada, y su mente seguía envuelta en la confusión. Se levantó de su lugar con cuidado, tratando de no despertar a los demás. La cabaña estaba en silencio, el único sonido era el crepitar suave del fuego en la chimenea.
Elías estaba sentado cerca del fuego, tomando un sorbo de una cantimplora de metal, su mirada fija en las llamas. Al ver a Alex levantado y con expresión alterada, frunció el ceño.
—¿Qué te pasa, muchacho? Pareces haber visto un fantasma. —dijo en voz baja
Alex se acercó, aún tratando de recuperar el aliento, y se sentó junto a Elías.
—No fue un fantasma... fueron sueños. dijo con un tono de confusión
Elías le ofreció la cantimplora, y Alex la aceptó, tomando un trago rápido, el líquido ardiente le calmó los nervios, al menos un poco.
—¿Qué viste? —dijo en tono serio
Alex cerró los ojos por un momento, tratando de recordar con claridad las imágenes que lo habían atormentado.
—Vi el símbolo que dibujamos, pero estaba destruido... vi a Zoe, pero ella... no estaba bien. Y una ciudad... pero todo estaba en llamas... —dijo susurrando
Elías lo miró con una mezcla de preocupación y seriedad, tomando otro sorbo de su cantimplora antes de hablar.
Los sueños pueden ser advertencias o simples juegos de la mente, pero no podemos ignorar lo que sentimos. —dijo en un tono serio.
Alex asintió, sabiendo que Elías tenía razón, pero una parte de él seguía inquieta, temiendo lo que el futuro les deparaba.
La noche continuó tranquila, pero para Alex, el peso de sus sueños permaneció, como una sombra que no podía sacudirse.
El sol comenzaba a asomar por el horizonte, bañando la cabaña con una luz tenue. Alex, con los ojos abiertos y sin haber dormido, observaba el lento despertar del día. La noche había sido inquietante, y las visiones de la madrugada aún perturbaban su mente.
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Rostros Robados
DiversosUn grupo de estudiantes universitarios se embarca en una aventura de campamento, buscando una escapada de la rutina académica. Pero lo que comienza como una experiencia de unión y diversión se convierte rápidamente en una pesadilla cuando un oscuro...