La mañana llegó con una extraña y casi irreal calma. El primer rayo de sol se filtró por las ventanas de la cabaña, apenas iluminando los rostros pálidos y exhaustos de aquellos que habían sobrevivido a la tormenta de la noche anterior. La mayoría de los estudiantes estaban en estado de shock, algunos abrazados entre sí, otros murmurando palabras sin sentido, incapaces de procesar lo que habían experimentado.
El suelo, que horas antes había sido devorado por un abismo infernal, ahora parecía completamente intacto. No había señales del caos que había desatado la criatura, ni de los horrores que habían presenciado. El bosque a su alrededor estaba silencioso, como si la naturaleza misma hubiera decidido borrar todo rastro de lo que había sucedido.
—¿Fue... fue un sueño? —preguntó Sara, su voz temblorosa. La pregunta resonó en la mente de todos, porque todo lo que veían ahora era tan normal, tan cotidiano, que era difícil creer que no habían alucinado la noche anterior.
Elías, levantó el anillo en su mano. El mismo anillo que la criatura había dejado caer antes de desaparecer. Era la única prueba tangible de que lo que habían vivido era real. El frío metal en sus dedos era lo único que anclaba sus mentes al horror que habían enfrentado.
—No fue un sueño —murmuró el, su voz suave pero firme. —Esto pasó de verdad.
Las miradas se volvieron hacia el anillo, y el silencio en la cabaña se hizo aún más profundo. Ninguno podía explicar lo que había sucedido, pero el hecho de que ese anillo estuviera ahí, en su mano, era una prueba que no podían ignorar.
Aiden se acercó al borde del abismo, o lo que había sido el abismo. Tocó el suelo, palpándolo con incredulidad. Estaba sólido, firme, como si nada hubiera ocurrido. Como si el suelo nunca hubiera cedido.
—¿Cómo... cómo es posible? —susurró, dirigiendo su pregunta a nadie en particular.
Alex, miraba hacia el horizonte. Había algo en sus ojos, una mezcla de comprensión y temor que no había mostrado antes.
—Lo que vimos anoche no parecía de este mundo —dijo en voz baja, casi como si hablara consigo mismo. —La criatura... no solo atacó físicamente. Manipuló la realidad. Nos hizo ver lo que quería que viéramos, sentir lo que quería que sintiéramos.
Un escalofrío recorrió a todos al escuchar esas palabras. La verdad era más aterradora que cualquier pesadilla, porque significaba que lo que habían enfrentado no solo era poderoso, sino que también tenía el control sobre el propio tejido de la realidad.
—Tenemos que encontrar una manera de enfrentarlo —dijo Samuel, pero su voz no tenía la misma seguridad de siempre. La situación parecía más desesperada que nunca.
Elías se giró hacia los demás, sus ojos serios.
—Lo enfrentaremos —afirmó, su voz dura como el acero. —Pero necesitamos estar preparados. No podemos dejar que el pánico nos consuma. Esta criatura no ha terminado con nosotros... y nosotros tampoco hemos terminado con ella.
—No entiendo nada de esto —dijo Marcos, que había estado en silencio la mayor parte de la noche. —Si todo lo que vimos fue real, ¿Cómo se supone que vamos a luchar contra algo que puede manipular la realidad?
—Quizá deberíamos centrarnos en lo que tenemos —dijo Luna, su voz calmada pero con un leve temblor. —Todavía tenemos el anillo, y lo que sea que nos reveló... debe tener un propósito.
Sara, quien había estado ocupada cuidando de Javier, dejó escapar un suspiro profundo.
—Esto es una locura. Ni siquiera sé por qué seguimos aquí —dijo, más para sí misma que para los demás.
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Rostros Robados
AléatoireUn grupo de estudiantes universitarios se embarca en una aventura de campamento, buscando una escapada de la rutina académica. Pero lo que comienza como una experiencia de unión y diversión se convierte rápidamente en una pesadilla cuando un oscuro...