14: Sueños Rotos

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El ambiente dentro de la cabaña estaba cargado de tensión, la oscuridad de la noche que se filtraba por las ventanas iluminaba los rostros de los estudiantes, ahora desfigurados por el miedo y la confusión. Los ecos del ataque y las palabras de Tomás resonaban en las mentes de todos, y la sangre que fluía de la cabeza de Ned teñía el suelo de un rojo oscuro, casi negro.

—¡Tomás, estás loco! —gritó Zoe, rompiendo el tenso silencio que siguió al brutal golpe y las palabras de Tomás. Se lanzó hacia Ned, con el rostro pálido de preocupación. —¡Necesito algo para detener la sangre, rápido!

Pero nadie se movió al principio, todos estaban paralizados por el horror de lo que acababan de presenciar. Fue Lucas quien finalmente reaccionó, sacando un pañuelo de su bolsillo y presionándolo contra la herida de Ned. Sin embargo, la sangre seguía brotando, empapando el pañuelo en cuestión de segundos.

—¡No es suficiente! —exclamó Zoe, buscando frenéticamente algo más que pudiera ayudar. Finalmente, agarró una camiseta de su mochila y la empujó hacia Lucas, que la usó para intentar contener la hemorragia. —¡Necesitamos algo más!

Tomás, mientras tanto, se mantenía firme, su mirada desafiando a cualquiera que osara acercársele —No intenten detenerme. Ned era un problema, todos lo sabían. —dijo, pero su voz estaba empezando a tambalearse. La seguridad de sus palabras comenzaba a desvanecerse frente al dolor y la angustia de los demás.

—¡No justifiques lo que hiciste! —gritó Clara, incapaz de contener su enojo. —¡Eres un monstruo! ¡No puedes simplemente atacar a alguien porque no te gusta lo que está haciendo!

—¡No tenías derecho! —añadió Mariana, su voz temblorosa. —¡Esto se ha salido de control, Tomás! ¡Necesitamos detener la sangre!

Tomás se burló de sus palabras, pero la duda comenzaba a aparecer en su rostro. Aiden, que había apoyado a Tomás anteriormente, ahora se apartaba lentamente, claramente perturbado por lo que había sucedido. —Esto... esto no está bien, Tomás —dijo en voz baja, como si estuviera hablando más consigo mismo que con los demás.

En ese momento, Ned, cuya respiración se hacía cada vez más dificultosa, intentó hablar. Su voz era apenas un susurro, pero en el silencio de la cabaña, todos pudieron escucharlo.

—Las notas... —murmuró, sus ojos llenos de dolor y lagrimas. —Las tomaba... porque si sobrevivíamos... quería hacer una película... mi sueño... ser director de cine... Quería capturar... todo esto... —Ned jadeó, sus palabras interrumpidas por el dolor. —Quería... mostrar lo que pasamos... lo que sentimos...todos.....como....equipo

La revelación golpeó a todos como una bofetada. Las notas de Ned, que Tomás había considerado tan peligrosas, no eran más que los sueños de un joven aspirante a cineasta, alguien que quería convertir su experiencia en algo más grande, algo que perdurara.

Lucas, con los ojos llenos de lágrimas, presionó con más fuerza la camiseta contra la cabeza de Ned, pero la sangre no dejaba de fluir. —No te preocupes, Ned... te ayudaremos a hacer esa película, ¿de acuerdo? —dijo, su voz quebrada. —Pero tienes que aguantar... por favor, aguanta...

Zoe, junto a Alex, se inclinó sobre Ned, sosteniendo su mano temblorosa. —Vas a estar bien, Ned, lo prometo. Vamos a salir de aquí, y harás tu película. Todos la veremos, ¿verdad, chicos?

Un murmullo de asentimiento recorrió la habitación, pero la desesperación era palpable. Sabían que estaban perdiendo a Ned, y no había nada que pudieran hacer al respecto. La herida era demasiado grave, y la sangre continuaba fluyendo como un río imparable.

—¡Esto es tu culpa, Tomás! —gritó Mariana, incapaz de contener las lagrimas. Se volvió hacia Tomás, con  sus ojos llenos de lágrimas. —¡Todo esto está pasando porque no puedes dejar de controlar a los demás! ¡Míralo, está muriendo, y todo por tu maldita paranoia!

Rostros RobadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora