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Quería tomarme mi tiempo, eso del descanso quise dejarlo de lado porque era solo una vez que iba a incumplir mi rutina. Podía ya no hacer las cosas como siempre, estaba empezando algo nuevo.
Shantel había ido a mi habitación como se lo había pedido. Creí que lo haría más tarde, pero aceptaba el hecho porque ya todos estaban dormidos. Claro, desincluyendo a los escoltas.
Le ordené quitarse únicamente la camisa y el pantalón del pijama y que se tumbara en la cama mientras yo me ataba el cabello frente al espejo y me reacomoda mejor los guantes blancos. Habían cosas que había hecho con Castiel que no quería hacer con todo aquel, por ello até mi cabello y me dejé los guantes puestos. Así debía ser siempre, o al menos, no con él. Sentía que con él algunas cosas eran distintas y yo prefería alejarme de lo que debía para luego no arrepentirme.
Todavía de pie frente al espejo de la peinadora de cristal, podía analizar la imagen de Shantel a través de él. Parecía saber lo que haríamos pero estaba nervioso, su mirada y sus manos temblando eran lo que lo dejaban en evidencia. Pero sabía que quería hacerlo conmigo, cumplió mis órdenes y se quedó sentado sobre el colchón, mirándome el cuerpo que solo vestía ropa interior de color negro, porque nunca usaba otro color en esas prendas íntimas.
Después de terminar con lo que hacía, me giré hacia él y pude darle frente. Lo tenía justo frente a mí, sentado y con sus manos apoyadas a cada lado de su cadera. Continuaba usando esa correa en el cuello y la otra de ganchos entre sus brazos. En serio que parecía un esclavo, eso era lo que llamaba mi atención: la inocencia en su rostro para no entender el significado de lo que llevaba puesto.
—¿Quieres hacer esto, Shantel? —le pregunté, colocándole las manos sobre las rodillas y provocando que se estremeciera por haberlas apretado un poco.
Él pasó su mirada de mis tetas a mis ojos, se relamió los labios y luego asintió con rapidez. Lo que él sentía era deseo, y no por mí sino por mi cuerpo, lo descubrí por cómo me miraba de cabeza a pies cada vez que tenía la oportunidad.
—¿Estás seguro?
Volvió a asentir.
—¿Ya lo has hecho?
Negó lentamente, volviéndose a relamer los labios. Eso era de esperarse, realmente lo aparentaba, pero yo necesitaba que él personalmente me lo confirmara, y lo hizo, no de manera verbalizada, pero lo hizo.
Antes de empezar algo ardiente que nos llenara a ambos de placer y éxtasis, observé lentamente su cuerpo para que él notara que también me interesaba y porque tenía curiosidad en mirar más de cerca de qué estaba hecho. No miré mal por sobre esa camisa, sus hombros eran anchos y rectos, sus bíceps se notaban lo suficiente como para llamar mi atención y querer apretarlos entre mis uñas, sus pechos eran abultados y marcados, y sus abdominales más. Lo último que miré, fueron las marcas diagonales que se pedían en el elástico del bóxer gris que llevaba.
Subí mi mirada y la dejé de nuevo sobre la suya, deslicé lentamente mis manos por sus muslos, pasándola por su entrepierna, subiendo por su vientre y llegando a su pecho, donde termine de empujarlo para que se acostara sobre la cama conmigo sentada precisamente sobre su entrepierna. Era perfecto para mi altura.
Su mirada no se apartó de la mía en ningún momento, pero cerré los ojos cuando se incliné hacia adelante y lo besé. Mis labios atraparon aquellos con lentitud, buscando que él se acostumbrara a los movimientos de manera sincronizada para poder hacerlo más rápido. Besar sí sabía, y eso me conmovió, así que no tuvimos ningún problema en iniciar un beso más intenso e intensificado, donde usábamos nuestras lenguas y también los dientes para dejar algunos mordiscos sutiles en nuestros labios durante el beso.
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Oscura Venganza [Enemiestolovers]©
FantasiEllos cinco significan siete palabras: astucia, maldad, inteligencia, perversión, lujuria, egocentrismo y narcisismo. Alena Lambardini es una chica antipática que entra a trabajar en la Mansión Lamborghini sin saber que se había metido en la boca de...