Capítulo 4: Sombras del Pasado y Nuevas Oportunidades

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La oficina estaba en silencio, rota solo por el sonido de los dedos de Max tecleando sobre el teclado de su computadora. El sol brillaba a través de las ventanas, pero dentro de la mente del alfa, las nubes de la confusión y la frustración oscurecían todo.

Frente a él, un candidato al puesto de secretario, el cuarto del día, trataba de no mostrar nerviosismo mientras presentaba su currículum. Max lo observaba, aunque su mente estaba en otro lugar. La rutina de entrevistar a candidatos que no cumplían con sus expectativas lo estaba agotando. A pesar de que los entrevistados tenían buenas credenciales, ninguno de ellos se acercaba a lo que él buscaba. Ninguno era siquiera la mitad de eficiente que Sergio.

El primer candidato era un alfa alto y bien vestido, con un aire de confianza que, en otros tiempos, Max habría apreciado. Pero a medida que el hombre hablaba, Max no podía evitar comparar su falta de calidez con la delicada amabilidad de Sergio. Además, el aroma que desprendía el alfa, un fuerte olor a colonia cara, le resultaba irritante. No era el suave y cálido aroma a melocotón y champagne que solía rodearlo cuando Sergio estaba cerca. Este quedaba descartado.

El siguiente era un beta de aspecto joven y prometedor. Su currículum era impresionante, pero mientras organizaba algunos papeles en el escritorio de Max, el alfa notó con fastidio que el orden no era tan perfecto como el que Sergio mantenía. El café que le trajo, aunque perfectamente preparado, no tenía el toque especial que Sergio le daba, ese pequeño detalle que Max nunca había valorado hasta que dejó de tenerlo.

-Gracias por tu tiempo. Te haremos saber nuestra decisión pronto -dijo Max, despidiendo al candidato con una indiferencia apenas disimulada.

Uno tras otro, los candidatos se presentaban y se iban, dejando a Max más frustrado y confundido. Finalmente, después de la sexta entrevista del día, Max se recostó en su silla, sintiendo un peso en su pecho que no lograba identificar. Estaba irritado, y lo peor era que no sabía por qué. Nada parecía estar bien. No lograba encontrar a nadie que pudiera llenar el vacío que Sergio había dejado, y aunque intentaba convencerse de que era solo una cuestión de encontrar al candidato correcto, una parte de él sabía que había algo más profundo que lo estaba perturbando, pero no sabía que era con exactitud, lo cual le molestaba, él es un fanático del control.

-Yuki -llamó Max, su voz cortante como siempre.

Yuki Tsunoda, uno de los empleados de confianza de Max y el mejor amigo de Sergio, apareció en la puerta de la oficina, una ligera expresión de preocupación en su rostro.

-¿Sí, jefe?

-Necesito que sigas buscando más candidatos. Ninguno de estos es adecuado -ordenó Max, agitando la mano hacia los currículums esparcidos sobre su escritorio.

Yuki asintió, aunque sabía que el problema no era la calidad de los candidatos. Conocía a Max lo suficiente para darse cuenta de que había algo más detrás de su irritabilidad.

-Lo haré, jefe. Pero... ¿Está todo bien? Pareces... diferente.

Max lo fulminó con la mirada, pero no respondió. No estaba dispuesto a admitir que algo estaba mal, ni siquiera a sí mismo.

-Solo haz tu trabajo, Yuki -dijo, despachando al joven beta con un gesto de la mano.

Yuki salió de la oficina, con el corazón apesadumbrado. Sabía lo que Sergio había decidido hacer, y aunque lo apoyaba, no podía evitar preocuparse por su amigo. Esperaba que Max no fuera un obstáculo para la nueva vida que Sergio estaba decidido a comenzar.





El Anhelo de un OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora