Capítulo 6: La tormenta

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El sol se alzaba en el cielo, bañando la ciudad con su cálida luz mientras Sergio y Gabriel caminaban animadamente por las calles del centro. Era un día especial para Gabriel; había conseguido una cita con un alfa que lo había estado cortejando durante semanas, y quería asegurarse de lucir lo mejor posible. Sergio, siendo el buen amigo que era, había insistido en acompañarlo de compras para ayudarlo a elegir la ropa perfecta.

—¿Estás seguro de que esto no es demasiado? —preguntó Gabriel, sosteniendo una camisa de seda azul cielo contra su pecho mientras se miraba en el espejo de la tienda.

—Para nada —respondió Sergio con una sonrisa—. Esa camisa resalta el color de tus ojos. Vas a dejar a ese alfa sin palabras.

Gabriel sonrió tímidamente, sintiéndose más confiado gracias a los halagos de Sergio. Pasaron las horas probándose diferentes atuendos, riendo y disfrutando de la compañía del otro. Sergio no podía evitar sentirse feliz por su amigo; después de todo lo que había pasado, era bueno verlo emocionado por algo nuevo en su vida.

Finalmente, después de muchas vueltas, Gabriel encontró el atuendo perfecto: una camisa de seda azul, un pantalón ajustado gris oscuro, y una chaqueta ligera que combinaba perfectamente. Con las compras hechas, los dos amigos decidieron regresar caminando a casa, disfrutando del aire fresco y la compañía mutua.

—Gracias por ayudarme, Sergio. No sé qué haría sin ti —dijo Gabriel mientras caminaban por una calle tranquila.

—No es nada, Gabriel. Ya verás que todo saldrá bien. Ese alfa será un tonto si no se da cuenta de lo increíble que eres —respondió Sergio con sinceridad.

Justo cuando doblaban la esquina hacia la calle de Sergio, el cielo, que había estado despejado todo el día, comenzó a oscurecerse rápidamente. Sin previo aviso, una lluvia torrencial comenzó a caer, empapándolos en cuestión de segundos. Ambos soltaron una exclamación de sorpresa, y, sin otra opción, comenzaron a correr entre risas hacia el apartamento de Sergio.

Llegaron a la entrada del edificio completamente empapados, con el cabello pegado a la frente y la ropa chorreando agua. Sergio luchó por abrir la puerta mientras se reía entre dientes, y Gabriel lo siguió, sus zapatos haciendo un ruido de chapoteo con cada paso.

—Vaya, eso fue inesperado —dijo Gabriel, riendo mientras se quitaba los zapatos en la entrada.

—Definitivamente no estaba en los planes —respondió Sergio, sacudiendo el exceso de agua de su cabello—. Ven, voy a buscar algo para que te pongas mientras lavo y seco tu ropa.

Sergio se dirigió al baño, buscando una bata que pudiera prestarle al alfa. Gabriel era muy alto y fornido, ninguna ropa suya podría quedarle. Cuando volvió, lo encontró aún en la entrada, intentando secarse un poco con una toalla.

—Aquí tienes —le ofreció Sergio la bata—. Sécate y cámbiate. Lo siento, pero no tengo ropa de tu talla. Ya sabes, soy considerablemente más pequeño que tú.

Gabriel aceptó la bata con una sonrisa agradecida y comenzó a desvestirse sin vergüenza alguna, sabiendo que Sergio era un amigo cercano. Sergio recogió las prendas mojadas y las llevó a la lavandería, dejando a Gabriel en la sala, donde el calor de la calefacción comenzaba a devolverle el color a su piel.

—No te preocupes por la ropa —dijo Gabriel cuando Sergio regresó—. La bata está bien. Es cómoda.

Sergio asintió, sonriendo al ver a su amigo envuelto en la bata blanca esponjosa que le quedaba un poco corta en las mangas y las piernas. El omega se sentía un poco culpable por no poder ofrecerle algo mejor, pero Gabriel parecía estar bien con la situación.

El Anhelo de un OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora