El mundo de Sergio se volvió un torbellino de dolor y desesperación. Sintió el filo del cuchillo perforar su costado, un dolor intenso que le robó el aliento. Todo parecía ralentizarse mientras su mente luchaba por comprender lo que estaba ocurriendo. ¿Había sido apuñalado? ¿Su bebé estaba en peligro?
Los labios de Sergio temblaban, y su corazón latía con fuerza desbocada. No podía perder a su bebé. No así, no ahora. Todo lo que había hecho hasta ese momento, el amor que sentía por Max, las esperanzas que habían construido juntos, todo parecía desvanecerse mientras el dolor le atravesaba el cuerpo. Bajó la mirada hacia su vientre, sintiendo cómo la sangre comenzaba a empapar la tela de su camiseta.
Jos lo miraba con esa sonrisa cruel y sádica, disfrutando del sufrimiento que veía en los ojos de Sergio.
—Te lo advertí, ¿verdad? —dijo Jos, en tono burlón, mientras giraba levemente el cuchillo, provocando que Sergio gritara de dolor—. Te dije que te fueras despidiendo de ese bebé. No tenía lugar en este mundo. Y ahora, lo único que queda es ver cómo te consumes poco a poco.
Sergio intentó moverse, pero el dolor lo paralizaba. Apenas podía respirar, y el miedo lo dominaba por completo. Alfa... por favor, ven. Sus lágrimas corrían sin cesar, mientras trataba de enviar un último mensaje a través del vínculo que compartía con su alfa. Sentía la conexión entre ellos, aunque era débil. Max tiene que sentir esto, tiene que saber que lo necesito.
Jos se agachó a su lado, observando el sufrimiento de Sergio con una perversión evidente. Su risa resonó en la pequeña habitación como un eco aterrador.
—Esto es solo el principio. Max no sabe en lo que se ha metido. Cuando finalmente llegue aquí, si es que llega, será demasiado tarde. Ya habré terminado contigo y con su futuro. Lo que me divierte más es que pensó que podría enfrentarse a mí. Mi hijo es tan débil, igual que su madre lo fue.
Sergio sintió una oleada de odio atravesarlo. Aunque estaba débil y su visión comenzaba a nublarse, el instinto de proteger a su bebé lo impulsó a actuar. Con las pocas fuerzas que le quedaban, levantó el brazo y, en un desesperado intento por detener a Jos, le lanzó un golpe con todas sus fuerzas, directo a la nariz.
El impacto sorprendió a Jos, que retrocedió unos pasos, llevándose las manos a la cara. Un gruñido de furia escapó de sus labios, y en sus ojos se encendió una chispa de locura. La risa desapareció de su rostro, reemplazada por una expresión oscura y peligrosa.
—¡Maldito omega! —gritó, completamente fuera de sí—. ¡Vas a pagar por eso!
Jos avanzó nuevamente hacia Sergio, pero antes de que pudiera alcanzarlo, algo en el ambiente cambió. Un estruendo resonó en la cabaña, como si algo o alguien hubiera derribado la puerta de entrada. Los pasos rápidos y decididos se escuchaban acercándose, y Jos se detuvo por un instante, sus ojos buscando el origen del sonido.
—¿Qué...?
Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la habitación en la que estaban fue derribada con una fuerza brutal, y Max entró como una tormenta. Sus ojos, inyectados en ira, se posaron sobre la escena que tenía delante de él: Sergio en el suelo, sangrando y débil, y Jos de pie, con el cuchillo en la mano.
El corazón de Max se detuvo por un segundo al ver a su omega herido. El dolor que sintió a través del vínculo fue como un golpe en el estómago, pero su furia superó cualquier otra emoción. Con un rugido, Max se lanzó hacia Jos, su cuerpo completamente dominado por la rabia.
—¡Te voy a matar! —gritó Max, abalanzándose sobre su padre con una fuerza que nunca antes había sentido.
Jos, aunque sorprendido por la rapidez de Max, no retrocedió. Ambos hombres chocaron con una violencia visceral, y el cuchillo que Jos sostenía fue derribado de su mano en el impacto. Los dos cayeron al suelo, rodando mientras luchaban con puñetazos y patadas.
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El Anhelo de un Omega
FanfictionSergio Pérez, un omega tímido y dedicado, trabaja como secretario para el poderoso y frío CEO Max Verstappen, un alfa que prioriza el trabajo por encima de todo. Sergio solo quiere a ese alfa. Max aprenderá que uno no sabe lo que tiene hasta que lo...