Sergio había estado sintiendo los primeros indicios de su celo acercándose. Era como un hormigueo sutil, un calor creciente en su piel que sabía bien cómo identificar. Su cuerpo comenzaba a dar señales: la piel más cálida de lo normal, un leve dolor en el vientre, y una sensación de nerviosismo constante. Sabía que debía prepararse, y por eso decidió hacer un viaje al supermercado para abastecerse de todo lo que necesitaría durante esos días. El celo era una experiencia dura para cualquier omega, pero para Sergio, que siempre había sido cuidadoso con quién compartía su lecho, resultaba aún más difícil. Decidió tomar un supresor para mantener su olor a raya durante su salida, lo que le daría tiempo suficiente para evitar cualquier incidente con alfas que pudieran olerlo.
El supermercado estaba casi vacío, y Sergio caminaba con calma, empujando el carrito y llenándolo con las cosas necesarias. Compró alimentos ligeros y nutritivos, así como algunos de sus dulces favoritos. El nido era sagrado para cualquier omega, y Sergio no era la excepción; sabía que debía estar lo más cómodo posible, ya que la idea de pasar el celo solo nuevamente le hacía temblar. No era que no pudiera atraer alfas; de hecho, era bastante deseado, pero tenía claros sus principios. Él quería pasar su celo con alguien especial, alguien que lo amara de verdad y no solo lo viera como un omega necesitado.
Mientras seleccionaba cuidadosamente algunas mantas suaves y cojines adicionales para su nido, no podía evitar que su mente divagara hacia Max. En los últimos días, Max había sido más cercano y atento que nunca. Sin embargo, Sergio no podía evitar sentir que algo estaba mal, como si Max estuviera esforzándose demasiado en ser alguien que no era. ¿Qué estaba pasando realmente? Aunque se sentía confundido, decidió no darle más vueltas al asunto. Tenía que concentrarse en prepararse.
De regreso en casa, Sergio comenzó a organizar todo. Su nido, una zona acolchada en su habitación llena de mantas y almohadas, debía estar perfecto. Mientras colocaba las nuevas mantas y revisaba que todo estuviera en orden, sintió una nueva oleada de calor recorrer su cuerpo. Era evidente que su celo estaba más cerca de lo que había anticipado, pese haber tomado el supresor, el dolor en su vientre se había intensificado un poco, lo que indicaba que probablemente comenzaría en unas pocas horas.
Antes de encerrarse, Sergio decidió llamar a Yuki. Era su mejor amigo y siempre estaba preocupado por él durante sus celos. Al otro lado de la línea, la voz de Yuki sonaba despreocupada, pero se podía percibir la preocupación en su tono.
—Yuki, solo llamaba para avisarte que mi celo está a punto de empezar. Voy a desaparecer unos días, así que no te preocupes por mí, ¿de acuerdo?
—¿Estás seguro de que no necesitas nada? Puedo llevarte algo si quieres. No me gusta la idea de que estés solo.
—Estoy bien, de verdad. Solo necesito descansar y esperar a que pase. No te preocupes, estaré bien. A lo sumo, mi celo empezará mañana por la tarde, pero estoy preparado. Si Gabriel te llama avísale que estaré ocupado.
—Está bien, pero cualquier cosa, me llamas, ¿de acuerdo? No dudes en pedirme ayuda si la necesitas.
—Lo haré, Yuki. Gracias por todo.
Colgó, sintiendo un poco de alivio al saber que Yuki estaba al tanto de su situación. Pero también sabía que necesitaba ese tiempo a solas. No podía imaginar pasar su celo con alguien que no fuera su pareja, alguien que no lo amara. No quería arriesgarse a quedar embarazado de un alfa que solo lo deseara por sus instintos primarios. Para él, el celo no solo era un momento de vulnerabilidad, sino también un símbolo de entrega total, y no estaba dispuesto a entregarse a cualquiera.
Mientras tanto, Max estaba sumido en sus propios pensamientos. Había estado planeando cómo hacer suyo a Sergio, y sabía que el próximo celo de su omega sería la oportunidad perfecta. Había preparado todo con sumo cuidado, incluso había hecho algunas comidas para llevarle, como si fuera un detalle más en su estrategia de seducción. Sin embargo, lo más importante era el medicamento que había conseguido, uno que sabía que haría el celo de Sergio aún más intenso y doloroso si no estaba con un alfa. Este medicamento, que en realidad, era un droga, aceleraría el proceso y lo haría doblemente fuerte, obligando a Sergio a buscar su ayuda. Max sonrió para sí mismo, sabiendo que su plan era casi infalible. No había manera de que su omega pudiera resistirse a él una vez que el medicamento surtiera efecto.
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El Anhelo de un Omega
FanfictionSergio Pérez, un omega tímido y dedicado, trabaja como secretario para el poderoso y frío CEO Max Verstappen, un alfa que prioriza el trabajo por encima de todo. Sergio solo quiere a ese alfa. Max aprenderá que uno no sabe lo que tiene hasta que lo...