Capítulo 34.

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Sentado sobre la cama y abrazando sus rodillas es como se encuentra Xie Lian en medio de la noche.

Su nariz aún puede sentir el aroma a leche en aquella habitación en la que dormía Qi Rong, la sensación de soledad ha vuelto de nuevo sin embargo no es tan dolorosa como hace algunos meses atrás.

Mirando hacia la luz que refleja la luna y luego hacia la adolescente que duerme tranquilamente a un lado de la cama, sus reflexiones vuelven a la cabeza.

Han pasado algunos días desde que Qi Rong se fue, vanos fueron sus esfuerzos, buscó a su primo y sobrino con la ayuda de Hua Cheng por todo el distrito y la ciudad pero no los encontraron.

La frente fruncida y en como miraba y trataba a Yin Yu y sus subordinados en esos días le dio a entender que esta situación molestaba al zorro rojo en gran manera, es por éso que al final tuvo que pedir que pare la búsqueda.

Sintió que quizás lo había molestado lo suficiente, quizás ya había aprovechado demasiado de su generosidad.

Aún así San Lang había dicho tranquilamente que no dejará de rastrearlos y haría lo posible para encontrarlos que no era una molestia, es más, lo hacía muy feliz si podía ayudar con ésto.

En ese momento esas palabras llenaron de calidez su corazón.

Mirando nuevamente hacia aquel joven y conocido rostro de a lado, recuerda como es que Ban Yue lo había esperado hoy en la entrada de la escuela.

Quería hacerle compañía, estaba muy preocupada por él, pues se veía demacrado y tenía ojeras debajo de sus ojos todo a causa de la desaparición del hurón dorado y el bebé, Ban Yue también se vio afectada por esa situación por lo cual quiso estar cerca y apoyarse mutuamente ahora que tenía la oportunidad.

Pues en todo ese tiempo en el que Xie Lian buscó desesperadamente a Qi Rong y al bebé tenía siempre a San Lang a lado acaparando totalmente su atención, algo que definitivamente causaba miedo en Ban Yue cuando se encontraban los tres.

Una vez en casa hablaron, jugaron y se quedó a dormir como en algunas ocasiones antes de la llegada de San Lang y Qi Rong, siempre dormían juntos pero hoy durmieron en la cama que pertenecía al hurón dorado.

Ban Yue no le tenía miedo, sabía muy bien que Xie Lian era un omega como ella, lo supo desde que se conocieron, quizás fue la razón por la que siempre quería mantenerse cerca, lo quería mucho como si fuera un hermano mayor o un familiar muy cercano.

Muy a parte que siempre lo abrazaba mientras dormía y le decía mamá, entre sueños.

Entre aquellos pensamientos, sonríe.

La cuestión ahora es que no puede conciliar el sueño, teme por la vida de sus dos seres queridos, aunque una parte de él está seguro que puede confiar en Qi Rong, confiar en que realmente cumplirá con su palabra.

—Lo harás, lo se.

Los días han pasado rápidamente con la compañía de San Lang, no tiene motivos para rechazarlo ahora que no tiene a nadie en casa.

En éstos días había sentido un singular vacío en su interior como también en su diario vivir, la sombra del abandono le da a sensación de sentirse muy deprimido pero gracias a las atenciones por parte de sus amigos, Ban Yue y Hua Cheng pudo volver a su rituna diaria, como el día de hoy.

Ya el viento frío sopla entre las copas de árboles, las aves ya empiezan a migrar, el invierno empieza a transmitir su desolado sentir a los habitantes del lugar.

Las hojas han caído totalmente, piensa viendo lo desnudos que ahora se ven.

Camina por el sendero que lo lleva hacia su hogar, en frente de su edificio puede ver aparcado el automóvil de último modelo, uno muy conocido. Ya sabe quien está ahí.

Un hilo rojo, una flor y mariposas. (HuaLian) (Au moderno) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora