💛[Hormonas/Apoyo]💛

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Lucienne observaba con curiosidad las diferencias entre los dos embarazos de los hijos de su amo. No era igual cuando su amo era el principal progenitor que cuando él mismo llevaba el embarazo.

Calíope, en su embarazo del joven Orfeo, era un torbellino de emociones; tan impredecible que hasta su propio señor temblaba ante la idea de molestarla con un comentario fuera de lugar. Los antojos que tenía, llenos de los manjares de la Vigilia y del Ensueño, no se parecían en nada a la dieta de su señor, el padre gestante. Sin duda, Sueño ha acumulado una sabiduría única a través de esa experiencia.

Uno de estos era el instinto maternal, algo que la señora Calíope experimentó con Orfeo tan pronto como nació.

Mientras estaba en la biblioteca, Lucienne descubrió un nuevo libro en un estante que le era desconocido. Justo entonces, Hob Gadling empezó a correr tras escuchar un leve llanto proveniente de la sala del trono. Con el libro en una mano y ajustándose las gafas con la otra, Lucienne salió de la biblioteca, seguida por Matthew, quien había estado picoteando alpiste en un cuenco sobre el escritorio de la elfina morena.

Al llegar, encontraron a su señor dando de lactar a la princesa, ya adormecida en sus brazos. Hob tomó con cuidado a la princesa y, con una ternura que parecía abarcar el universo entero,  fue y la acostó en su cuna.

Con un gesto de respeto, Lucienne se aproxima, manteniendo la mirada baja mientras su señor se cubre el torso desnudo. Al notar que él ya se ha vestido con una camisa, se permite alzar la vista para encontrarse con su rostro.

—Disculpe la intromisión, mi señor, pero ¿ha ocurrido algo inusual con la princesa? —indaga con delicadeza.

Tranquila, Lucienne, solo era la hora de su leche —comenta con una calma que rara vez muestra—. Logré alimentarla antes de que empezara a llorar, por eso no duró mucho su berrinche.

—Ya veo —responde ella, retrocediendo un paso. Enseguida nota que Hob vuelve de la habitación con paso ligero.

—Nuestra querida Dawn está en el país de los sueños, así que tranquilos, no hay motivo de alarma —comenta el humano a los presentes—. Justo iba de camino a su cuarto, cariño, no había necesidad de una llegada tan veloz.

Una corazonada me urgía a verla, era más fuerte que yo —responde con dulzura, justificándose mientras se deja envolver en un abrazo amoroso por su eterno compañero—. Y para ser honesto, mi oficina está a dos pasos de su dormitorio, así que no me costaba nada.

—Este sentimiento es completamente normal, jefe —dice Matthew—. Son solo las hormonas del postparto. Mi esposa pasó por lo mismo después del nacimiento de nuestro hijo, no hay que preocuparse demasiado.

—Además, sé perfectamente quién tenía ese instinto maternal tan desarrollado —agrega Lucienne con un tono nostálgico, su sonrisa se torna agridulce al recordar.

—Y todavía lo tengo, Lucienne —dijo con firmeza.

De repente, como si fuera un hechizo, todas las miradas se clavaron en el recién llegado al castillo, que ahora se encontraba en el majestuoso salón del trono. Lucienne, con la gracia que la caracterizaba, se inclinó en una reverencia ante la presencia del visitante, mientras que Matthew, con una elegancia que desafiaba la gravedad, aterrizó y replicó el gesto. Hob, por otro lado, parecía una estatua, confundido sobre qué protocolo seguir. Y Sueño, bueno, él estaba tan sorprendido que podría haberse caído de una nube.

—Hola, Oneiros. Ha pasado tiempo —lo saluda la musa.

¿Calíope? —interroga con un dejo de nerviosismo— ¿A qué debo el honor de tu visita en mi dominio?

—Simplemente deseaba ver cómo estabas. —contesta la musa, su rostro iluminado por una sonrisa serena, acercándose para ofrecer un saludo más cálido— Supe lo ocurrido, y aunque quise venir antes, unos contratiempos me lo impidieron.

Observando cómo evolucionaba el escenario, Lucienne le hace un gesto al cuervo para que se retiren juntos, permitiendo así que la pareja se concentre en su invitada. No parten, sin embargo, sin antes ofrecer una cortés despedida a la musa.

—Me enteré de que estás sintiendo el embate hormonal. —comenta Calíope con una sonrisa pícara, provocando la risa de Hob— ¿Te resulta incómodo?

No completamente, solo estoy procesando que el instinto maternal puede ser abrumadoramente poderoso —comentó con una expresión de asombro.

—Mientras dormíamos, la pequeña no fue una molestia por mucho tiempo —dijo Hob, lanzando una mirada de póker a su príncipe de cuentos mientras le devolvía la mirada—. Al parecer, alguien no me dejó ni intentar calmarla para que se durmiera.

No pude evitarlo, ¿de acuerdo? —reclamó sin elevar la voz, provocando la risa de Calíope y también de Hob. —Simplemente me invadió la necesidad de tranquilizarla.

—Es lo mismo que experimenté cuando Orfeo era apenas un infante, es totalmente normal. —comentó la musa, sin percatarse de que la sonrisa de Sueño se desvanecía gradualmente. Al darse cuenta, le apoyó una mano en el hombro para reconfortarlo. —Él la habría querido con todo su corazón, al igual que Robyn. Ambos la habrían querido mucho.

Ambos padres sonríen. Lágrimas ya caían por las mejillas de Sueño, y los ojos de Hob se llenaban de cristales. Parece que el efecto de las hormonas es contagioso.

El momento emotivo se interrumpe con el llanto inmediato de una bebé. Como era de esperar, el primero en ir a comprobar fue Sueño. Tan pronto como salió corriendo, Calíope y Hob lo siguieron.

Tan pronto como entraron en la habitación de la princesa, encontraron a Sueño sosteniéndola en brazos y balanceándola suavemente para calmar su llanto. Al notar que Hob se aproximaba, Sueño empezó a acariciarle la mejilla a la princesa con ternura para tranquilizarla.

— ¿Les importaría si la tomo en brazos? —inquirió Calíope, con una mezcla de esperanza y vacilación en su voz.

Los padres intercambian miradas y luego fijan sus ojos en ella. Con naturalidad y sin vacilar, Sueño pasa a la bebé a los brazos de la musa, quien la recibe de tal manera que le trae recuerdos de cómo acunaba a su propio hijo. Al instante de estar completamente en brazos de la musa, la niña cesa su llanto y sus ojos azules, aún brillantes por las lágrimas, se encuentran con los de ella.

—Has traído al mundo a una niña encantadora, Oneiros —le dice ella a su ex esposo con una sonrisa radiante, haciendo que el Eterno sienta un cálido rubor en sus mejillas.

Te lo agradezco, Calíope.

No pasó mucho tiempo antes de que el reino notificara a la musa que era hora de partir. Con gran respeto y ternura, Calíope puso a la bebé en brazos de su padre Hob y besó suavemente la pequeña mano que aferraba su dedo con dulzura.

—Ha sido un encanto conocerte, querida Dawn —murmuró al despedirse de la niña, antes de que Sueño la acompañara hacia la salida del castillo.

En el momento en que el portal hacia el mundo de la Vigilia se desveló, Calíope no dudó y se fundió en un abrazo con el Eterno que en tiempos pasados fue su consorte. Esta acción dejó a Sueño con la boca abierta de asombro.

—Recuerda que mi ayuda está a tu disposición si alguna vez la requieres. —le recordó con gentileza— Los rencores han quedado atrás entre nosotros, ¿de acuerdo?

Perfectamente entendido, gracias. —respondió con una sonrisa— Y no olvides que siempre serás bienvenida en mi palacio.

—Te lo agradezco.

Con decisión y sin más dilaciones, la musa emprendió su camino hacia el mundo del Despertar.

💛😈[Los Nuevos Semidioses]😈💛Agosto Mpreg.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora