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Durante la madrugada el despertador de Izuku anunció la hora de ir a entrenar pero tan rápido como lo escuchó sonar estiró su brazo y lo pospuso sin siquiera abrir los ojos.

No era una sorpresa que se sentía terrible.

Despertó un par de horas después hasta que una vez más el sonido de su alarma inundó su silenciosa habitación indicando que era hora de ir a clases.

Conforme recuperaba la conciencia el dolor se hacía presente en cada rincón de su cuerpo, sentía como si un camión lo hubiese arrollado miles de veces.

Dió un fuerte suspiro y por su mente pasó la idea de no asistir pero tan pronto como llegó la descartó pues ciertamente eso le traería más problemas, sabía que sus amigos se preocuparían por él y en un abrir y cerrar de ojos estarían afuera de su habitación, además comenzarían a sospechar que había pasado algo lo suficientemente grave como para verse en la necesidad de permanecer encerrado en su habitación y eso no le convenía.

Para nada quería que se hiciera un escándalo, mucho menos quería que supieran la verdadera razón detrás de su comportamiento pues no era una novedad que se le daba terrible mentir.

Por otra parte, ya había faltado un día y tomando en cuenta el tipo de clases que impartía Aizawa seguro se había perdido de mucho así que no podía darse el lujo de faltar un día más y sin otra cosa que hacer apagó su despertador.

Al intentar ponerse de pie sintió un terrible dolor agudo en la zona baja provocando que cayera violentamente al suelo.






Tardó un par de segundos en reincorporarse pero al momento de alzar la mirada una sensación de vacío indescriptible se hizo presente en su pecho mientras veía a su alrededor atónito.

Esto no era verdad ¿Cierto?

Era una pesadilla ¿Cierto?

Pero no... todo se sentía muy real...

Ahí estaban aquellos hombres.

Hombre 1: Veo que despertaste - Dijo al notar los movimientos de cabeza que hacía el pecoso.

Hombre 3: Creí que no lo haría - Respondió sin mucha importancia.

Hombre 2: Eso no importa, está despierto - Mencionó con un tono de picardía.

Hombre 3: ¡Exacto! Sigamos con esto - Esbozó una gran sonrisa.

Los tres comenzaron a caminar hacia el peliverde mientas lo observaban arrodillado en el suelo a la vez que se resaltaba una satisfactoria expresión de horror en su rostro.

Izuku se aterró completamente, de inmediato comenzó a retroceder lo más rápido que pudo pero algo rígido se lo impidió y no tardó en darse cuenta que ese "algo" era nada más y nada menos que la pared.

No podía hacer nada, aquí estaba de nuevo aquella maldita sensación, aquella sensación de impotencia.
Con el pasar de cada segundo se acortaba más la distancia entre Izuku y los sujetos, no tenía que ser muy inteligente para saber lo que vendría pero justo ahora rogaba para que se detuvieran.

Hombre 3: No te asustes, niño - Habló burlonamente.

Hombre 2: No haremos nada que no quieras - Complementó.

Estaban a escasos metros de él ¿Qué se supone que debía hacer? Uno de ellos se agachó frente a él y dirigió su mano a su rostro, Izuku solo se encogió mientras cerraba los ojos con fuerza esperando que aquella mano lo tocara pero al no sentir contacto alguno los abrió lentamente.

Sorpresa, alivio y confusión fue lo que sintió al ver que estaba tumbado contra la pared de su habitación.

¿Qué se supone que acababa de pasar?

Aún estaba perplejo ante lo que acababa de ocurrir ¿Realmente estaba en los dormitorios? ¿Acaso ese era un método de escape que había creado su cerebro y en realidad seguía en esa bodega? ¿Qué era real y qué no?.

Una sensación de humedad lo sacó de sus pensamientos, vió sus manos confundido y al instante cayó una gota en las mismas ¿Estaba...llorando? ¿En qué momento? De inmediato tocó su rostro y efectivamente estaba infestado de lágrimas.

Estaba harto de llorar, estaba harto de no poder hacer nada, estaba harto de todo.

Sabía que era muy emocional pero también se caracterizaba por ser alguien que se dejaba guiar por su pensamiento analítico, es por eso que no podía ponerse sentimental cada vez que algo así ocurriera ¿No es verdad? No podía llorar cada vez que los recuerdos invadieran su mente o cada vez que sucediera lo que sea que acababa de pasar, tenía que aprender a mantenerse firme, tenía que ser fuerte y lo necesitaba más en estos momentos.

Se limpió las lágrimas y se puso de pie con ayuda de la pared manteniéndose erguido hasta acostumbrarse al dolor.

Pasaron algunos minutos y tomó su uniforme para comenzar a ponérselo con dificultad pero antes de salir de su habitación decidió verse en un espejo, fue ahí cuando notó que se apreciaban algunas marcas rojas en su cuello y sin poder evitarlo pasó sus dedos suavemente por cada una de éstas, antes de comenzar a sentirse triste sacudió su cabeza con fuerza y pensó en alguna manera de ocultarlas pero nada pasaba por su mente hasta que su mirada se posó en una bufanda que estaba en el suelo y sin otra opción la tomó para enredarla en su cuello.
Una vez listo salió de su habitación.

Trató de caminar con total normalidad pero inevitablemente llegó cojeando al salón de clases, al entrar todas las miradas se posaron en él pues además de haber faltado un día también estaba cojeando e incluso tenía puesta una bufanda estando a altas temperaturas, eso sin mencionar que sus mejillas estaba moradas, sin duda todos querían saber qué había pasado.
Por otro lado el peliverde no quería responder preguntas y simplemente ignoró todos los llamados que había recibido lo que había resultado aún más extraño para todos pues se caracterizaba por su alta carisma y amabilidad, no era la clase de persona que ignoraba a los demás.

Continuó caminando lentamente hasta llegar a su asiento, acomodó su mochila en su lugar pero antes de poder sentarse escuchó una voz le puso los pelos de punta.

Bakugo: Oye nerd, parece que se cayó mi lápiz - Tomó un poco de impulso con su mano y lo lanzó hacia el pizarrón - Tráelo - Exigió con voz autoritaria.

Izuku quedó helado ante su acción ¿No le importaba actuar de esa manera frente a toda la clase? Pero su miedo hacia el cenizo era más grande que cualquier otro sentimiento o pensamiento así que caminó como pudo hasta estar frente al pizarrón, se detuvo un momento y posó su mirada unos segundos en aquél lápiz para después dirigirla hacia Bakugo aunque inmediatamente la apartó y una vez más la posó en aquél lápiz desgastado que estaba frente a él, todos estaban expectantes ante la situación pues nadie había despegado la mirada desde que llegó.







Fin del capítulo.

¡Detente, Kacchan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora