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Aidén Sullivan


No hay duda de que voy a matarlo.

Sentado a la mesa, con una furia que apenas puedo llegar a contener, miro a Blake mientras cuenta una anécdota sobre Emma, de cuando era una niña y se coló en su casa trepando una valla.

La historia, aparentemente inofensiva, hace reír a todos en la mesa.

Yo, en cambio, solo veo rojo.

Respiro hondo, intentando mantener la calma, pero no sé qué me molesta más: si la estúpida historia que él narra con tanto entusiasmo, o que no le suelte la maldita mano por debajo de la mesa.

Instintivamente, llevo mi mano hacia el cuchillo de la mesa, una idea claramente poco saludable empieza a tomar forma en mi cabeza.

Pero antes de que pueda hacer algo estúpido, siento un dolor agudo en la espinilla.

Lucas, con la puntería precisa de un francotirador, me ha dado un puntapié por debajo de la mesa.

Levanto la mirada para encontrarme con sus ojos, que me fulminan con una advertencia clara: Compórtate.

Volteo los ojos, frustrado, deseando que esta cena termine lo más rápido posible.

Finalmente, Victoria sugiere ir al salón para continuar con las historias, y todos parecen estar de acuerdo.

Me levanto lentamente, asegurándome de mantener la calma, pero no puedo evitar mirar de reojo cómo Blake se queda de los últimos junto a Emma.

Cuando cree que nadie lo ve, la agarra de la cintura y le susurra algo al oído.

En ese momento, la ira vuelve a inundarme.

Todo a mi alrededor se tiñe de rojo.

¿De verdad se cree que puede hacer lo que quiera?

Lucas se acerca y dice algo que no escucho claramente, pero parece lo suficiente importante como para que Blake se marche con él, dejando a Emma atrás.

No sé qué ocurre después; todo es un borrón hasta que me doy cuenta de que he agarrado a Emma de la muñeca y la estoy arrastrando hacia el patio.

-¡Aiden, suéltame! Tengo que entrar— se queja detrás de mi.

La ignoro, me siento como si estuviera siendo espejado por una mezcla de celos y rabia que no puedo controlar.

Llegamos al patio y, sin pensarlo dos veces, ordeno a todos que se larguen.

No pasan más de unos segundos antes de que estemos completamente solos.

Me giro para encontrarme con la mirada de Emma, que está visiblemente molesta.

Me quedo en silencio por un momento, observándola.

El vestido que lleva puesto esta noche, uno veraniego, la hace parecer radiante.

Es de un tono azul suave, con delicados estampados de flores blancas. Su cabello castaño cae en ondas suaves sobre sus hombros, y sus ojos, brillantes bajo la luz tenue, están llenos de una mezcla de confusión y enojo. Sus labios, ahora fruncidos en una mueca de frustración, son lo único en lo que puedo pensar.

-¿Qué demonios te pasa, Aiden? -me pregunta, con una voz cargada de irritación.

Me acerco a ella lentamente, sintiendo cómo la tensión en el aire crece con cada paso que doy.

Emma retrocede instintivamente, hasta que su espalda choca contra el muro del patio, impidiéndole escapar.

No tiene escapatoria.

Reina del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora