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Aidén Sullivan


Estoy sentado en el despacho, sintiendo cómo la paciencia se me escapa más rápido que la cordura cuando estoy cerca de Emma.

Frente a mí, Aaron y Nathan me miran como si hubiera aparecido un tercer ojo en mi frente.

Su silencio es irritante, y la única razón por la que no les he disparado ya es porque, muy a mi pesar, necesito su ayuda.

-¿Me van a ayudar o no? -les espeto, cruzando los brazos sobre el pecho. No tengo tiempo para juegos, y mucho menos para que estos dos imbéciles se burlen de mí.

Nathan es el primero en hablar, soltando una carcajada mientras se recuesta en su silla. -Claro, Sullivan, si lo pides así... -dice, y su tono es tan burlón que me dan ganas de lanzarle la primera cosa que tenga a mano, que en este caso es un pesado pisapapeles de mármol.

Aaron, siempre el más sutil, lo sigue con una sonrisa que roza lo sarcástico.

-¿Cómo podría negarme? Después de todo, es por una causa tan noble.

Los miro con un odio que podría derretir el hierro.

Me levanto de la silla, revoleando los ojos.

Si no fuera porque los necesito para esto, ya estarían en el suelo retorciéndose de dolor.

Nathan se ríe mientras me sigue al salir del despacho, y no puedo evitar sentir que estoy a punto de meterme en algo peor de lo que ya estoy.

-¿Cómo es posible que el temido Aiden Sullivan, el hombre cuyo nombre hace temblar a la gente de miedo, esté a los pies de una chica? -me pregunta, su tono lleno de burla.

Lo fulmino con la mirada, deseando que se le congele la sonrisa en la cara.

Pero, por supuesto, eso solo lo divierte más.

Nathan siempre ha sido el idiota más optimista que conozco.

Aaron aparece a mi lado, dándome una palmada en la espalda que casi me hace perder el equilibrio.

-Jamás pensé que te vería rendido por una chica- dice, y se inclina hacia mí con una sonrisa maliciosa-. Y menos por la hermana de Lucas.

Respiro hondo, conteniéndome de no romperle la cara ahí mismo.

-Lárgate antes de que me arrepienta y les acribille sus culos blancos a balazos -les advierto, manteniendo mi voz lo más fría posible.

Ambos estallan en carcajadas mientras se dirigen a la salida.

Pero, por supuesto, mi suerte no mejora.

Emma aparece justo delante de ellos, y de inmediato siento que la situación se va a ir aún más al infierno.

Lleva unos pantalones cortos negros pegados que hacen que me cueste concentrarme, y un top blanco cubierto por una camisa enorme que claramente no es suya.

Tal vez la sacó del armario de Lucas o... no, mejor no pienso en eso.

El caso es que, como de costumbre, se ve malditamente bien.

Nathan, ese imbécil, se le acerca con una reverencia exagerada y le agarra la mano como si fuera una maldita princesa de cuento.

Mi mandíbula se tensa al ver cómo se atreve a tocarla, y estoy a medio paso de cortarle la mano ahí mismo, pero entonces, para mi sorpresa, Emma se echa a reír, negando con la cabeza.

Aaron, como siempre, no pierde la oportunidad de soltar un comentario sarcástico.

-Mis condolencias por tener que aguantarnos, Emma. Sobre todo a él dice, señalándome con un gesto.

Reina del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora