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Emma Bennett.


Definitivamente, el mundo me odia.

No hay otra explicación.

O quizás hay un complot cósmico en mi contra, una especie de broma retorcida de los dioses.

He estado evitando a Aiden todo el tiempo que he podido, esquivando su mirada, sus pasos, incluso sus respiraciones si me es posible.

Y ahora, como si el universo no pudiera resistirse a torturarme, me veo obligada a recibir clases de defensa… de él. Estoy en shock.

Lucas acaba de informarme de esta joya de noticia con la misma calma con la que alguien pediría una pizza, y ahora no puedo más que mirarlo con incredulidad.

Él, en cambio, me devuelve una sonrisa despreocupada mientras carga nuestras maletas en el coche.

En un principio, accedí a mudarme con él pensando que sería un respiro, solo nosotros dos y nada más.

Claro, olvidé leer la letra pequeña del contrato donde decía que Aiden también venía incluido en el paquete.

Y justo cuando me resigno a mi destino, lo veo salir de la casa.

Traje negro perfectamente ajustado, camisa blanca inmaculada, corbata oscura.

Cada detalle está en su sitio, como si hubiera salido de una revista de moda.

Para rematar, lleva unas gafas de sol que ocultan sus ojos, y de alguna manera eso solo lo hace parecer más intimidante.

Es injusto que alguien luzca tan bien y, además, sea la razón de mi creciente ansiedad.

Mientras se acerca, siento una mezcla de furia y frustración.

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Miro a Lucas con furia, esperando que de alguna forma todo esto sea un malentendido, pero él solo me dedica una sonrisa burlona.

Sin otra opción, me subo al coche antes de que Aiden llegue a la escena, y me siento en el asiento trasero, con los brazos cruzados y tratando de mantener la calma.

Aiden, por supuesto, ni se inmuta.

Le da sus maletas a alguien más y se sube al asiento del copiloto como si nada.

Lucas, con toda la paciencia del mundo, se acomoda en el asiento del conductor, pero el silencio que se forma entre los tres es tan denso que casi se puede cortar con un cuchillo.

Finalmente, Lucas rompe el hielo, mirándonos a través del retrovisor, primero a mí y luego a Aiden.

Su tono es curioso, aunque tiene ese toque de sarcasmo que no puede evitar.

—Entonces, ¿qué ha ocurrido entre vosotros dos? —pregunta, como si estuviera preguntando por el tiempo.

Aiden gira la cabeza lentamente hacia mí, levantándose las gafas de sol para mirarme directamente.

Mi estómago se retuerce y siento cómo me pongo roja como un tomate.

¡Perfecto, justo lo que necesitaba!

Él sostiene mi mirada por un segundo que parece eterno, antes de volver a ponerse las gafas y mirar al frente.

—Limítate a conducir, Lucas, antes de que te tire del coche de una patada —dice Aiden con un tono frío, que podría congelar el mismísimo infierno.

Lucas, sin embargo, solo voltea los ojos, claramente acostumbrado a sus rabietas.

—Siempre tan simpático —murmura, arrancando el motor. —Un placer estar atrapado con vosotros dos.

Reina del caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora