Capítulo 4

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Capítulo 4

Viajera del tiempo.

Fina Valero.

Ni un solo momento de calma para poner en orden mis pensamientos. Ni el burbujeo del agua en la olla donde estaba cocinando los macarrones, lo primero que pillé de la despensa nada más llegar a casa, ni el sonido del agua de la ducha confirmándome que había sido capaz de llevar a Marta a mi casa logró que mi cabeza se quedase en blanco, aunque fuese un par de segundos. Y ni siquiera era consciente del vendaval que estaba a punto de arrasar mi hogar.

No estaba allí. Carmen, por suerte para mi cuando llegué con Marta, no estaba en el piso. Había salido a hacer algunos recados, o eso me dijo por WhatsApp cuando le pregunté. Así que el momento de mostrarle a Marta mi hogar fue un poco más agradable de lo que estaba segura iba a ser con la presencia de mi querida compañera de piso. Aunque la escena fuese absolutamente surrealista.

Su cara al llegar al portal, colarnos en el ascensor y entrar en mi casa fue un poema. Y yo tengo que admitir que la mía debió ser igual al ver a esa mujer caminar por mi salón con su vestido verde, titubeando, mirando cada detalle o la cosa más simple, como la televisión, como si estuviera observando la mismísima Capilla Sixtina. Y sin hablar. Porque no hablaba. Desde que nos subimos al taxi hasta que logré que quisiera tomarse una ducha, no habló. Ni una sola palabra. Y de no haber sido porque los suspiros y el llanto habían seguido acusándola durante el trayecto, habría pensado que el shock o tal vez la ansiedad la había hecho perder la voz.

No fue así. Marta seguía teniendo voz, y lo supe justo en ese instante en el que observaba los macarrones flotar en el agua hirviendo, cuando el sonido de la puerta y el derrape de las zapatillas de Carmen sobre la tarima flotante de nuestro piso me hizo reaccionar. Aunque no a tiempo. Ni siquiera la vi. Solo pude percibir su movimiento a toda velocidad cruzando por la salita hasta el cuarto de baño, donde se coló sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Es que ni gritarle pude. Cuando quise reaccionar ya era tarde.

—Carmen, espera... Espera —le dije por pura inercia. No sirvió de nada. Cuando llegué al baño y entreabrí la puerta me la encontré sentada en el wáter, mirando estupefacta a una Marta que, dentro de la ducha, luchaba por cubrirse con sus propias manos y la opacidad de la mampara.

La maldije en veinte idiomas diferentes, aunque ninguno fuera real, y me aparté de la puerta esperando que tuviera la decencia de salir del baño sin alargar más la escena. No lo hizo. De hecho, la escuché disculparse un par de veces antes de salir a lo que Marta respondió con un breve y simple; cierra, por favor.

—No me puedo creer lo que acabas de hacer —le dije al verla salir, viendo reflejado en su rostro la reprimenda que me iba a regalar.

—¿No me lo puedo creer, me vas a decir? —me recriminó— ¿En serio, Fina?

—¿Por qué coño entras en el baño sin llamar antes?

—Porque vengo meándome desde hace diez minutos o más, y porque estoy en mi casa y digo yo que podré entrar y salir del baño cuando me dé la gana, ¿no? Lo que no es normal es que metas a alguien en casa y no me digas nada, Fina. Joder...Te lo he repetido mil veces.

—Si ni siquiera me ha dado tiempo a avisarte...

—Un mensaje, un puñetero WhatsApp como has hecho para preguntarme donde estaba. ¿Tanto te cuesta decirme, oye, que he traído a una amiguita a casa?

—Que no he tenido tiempo, Carmen. Quería explicártelo cuando estuvieses aquí, y tú no eres capaz de aguantar el pipí un jodido minuto más. ¿Qué eres, un bebé?

—Mira, mira... No me calientes que al final salimos de pelea, y estoy en modo zen. ¿Eh?

—No, si yo tampoco quiero pelear. Pero ya podrías tener un poco más de cuidado.

CRUSHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora