Capítulo 25

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Capítulo 25

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Marta de la Reina

Todo ocurrió en un parpadeo. En un instante en el que el calor del día se esfumó de golpe. El aire cálido que nos habia estado acompañando durante todos esos días, se tornó frío y denso, envolviéndonos en una oscuridad repentina. A ella y a mí. A las dos. Me quedé inmóvil por un segundo, sin entender lo que estaba sucediendo. El vértigo estuvo a punto de lanzarme al suelo, pero logré mantener el equilibrio.

En un abrir y cerrar de ojos. No fue más. El cielo azul del verano se volvió de repente negro, estrellado. La luz del sol que estuvo cegándome todo el día, fue reemplazada por las viejas farolas titilantes de una ciudad que parecía dormida. Solitaria.

—¿Qué... qué ha pasado? —me dije. Sentía un vacío extraño en el estómago, una sensación que no podía explicar. Miré a Fina, y mi corazón acelerado por la confusión estuvo a punto de escapar entre mis labios. Justo en ese momento, ella se tambaleó y, antes de que pudiera sostenerla, cayó bruscamente contra la pared del pórtico— ¡Fina! —grité, mi voz salió quebrada por el miedo. Me arrodillé junto a ella, desesperada, con mis manos temblorosas intenté sostener su cabeza. No respondía, su respiración irregular y su piel pálida bajo la luz tenue de la noche, me hicieron enloquecer. La oscuridad a nuestro alrededor parecía cerrarse más y más, como si todo el mundo se hubiese detenido de golpe.

—¿Dónde estamos? ¿Qué... qué ha pasado? —murmuré, apenas consciente de que lo estaba diciendo en voz alta. Miré alrededor, buscando alguna señal del día que habíamos dejado atrás unos segundos antes. El puente estaba desierto, silencioso. Y de repente todo lo que yo habia conocido comenzó a invadir mi mente.

Un frío estremecedor recorrió mi cuerpo. Tenía que concentrarme. Fina no se movía. Toqué su rostro con delicadeza, mientras en mi pecho sentía la presión por la desesperación.

—¡Fina, por favor! ¡Despierta! —le supliqué.

Intenté contener el pánico. Grité pidiendo auxilio: "¡Ayuda! ¡Por favor, alguien!" El eco de mi voz se perdió en el vacío de la noche. No había nadie. Me levanté por un instante, mirando a nuestro alrededor, buscando alguna señal de vida en medio de esa extraña quietud, y la locura que habia empezado a zarandearme.

El sonido de unos pasos en la distancia, me devolvió de nuevo a la realidad. Al principio débiles, luego más claros. Una figura apareció bajo la luz parpadeante de una farola. Y supe por su vestimenta que era un sereno que aceleró el paso al vernos, con una mezcla de curiosidad y alarma en su rostro.

—¡Sereno! —grité, y mi voz seguía rota por la angustia— ¡Ayuda, por favor!

Él llegó hasta nosotras, y apuntó directamente con su linterna hacia Fina.

—Señora, ¿qué ha pasado aquí? —preguntó con un tono grave pero tranquilo. Escrutándonos a ambas.

—Mi amiga... Se ha golpeado la cabeza. Está inconsciente. Por favor, necesitamos llevarla a un médico.

A pesar de la calma en su mirada, sentí cómo me examinaba, como si intentara descifrar lo que no podía decirle. Pero en ese momento, no importaba. Lo único que me importaba era salvar a Fina, aunque significara enfrentar el caos de todo lo que habíamos dejado atrás... O lo que estaba por venir.

El sereno asintió con seriedad tras observar a Fina—. He visto a una pareja de policías cerca, iré a pedir su ayuda. No tardo, —dijo antes de marcharse a paso rápido, regresando por el puente. Su linterna se apagó con la distancia, y de pronto, el silencio volvió a inundarnos.

Me quedé allí, sola con Fina, con la respiración entrecortada y mi mente en un caos absoluto. Sentía un nudo en el estómago, el miedo me atenazaba, y aunque quería mantener la calma, el pánico crecía dentro de mí. Todo lo que conocía, todo lo que sabía controlar, parecía derrumbarse en ese instante en el que no era capaz de asimilar lo que habia sucedido. Miré a Fina, rogando que despertara.

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