Capítulo 39

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Capítulo 39

Una despedida.

Marta de la Reina.

25 de junio de 1958

Querida Marta,

Te escribo estas líneas desde el navío que ahora es mi hogar, y lo hago con un pesar que me cuesta mucho expresar. Hace unos meses, empecé a notar algunos síntomas que preferí ignorar, pensando que solo se debían al cansancio de los viajes y al ritmo agotador de la vida en alta mar. No quise preocuparte cuando estuve ahí, contigo, hace escasos días. Pero el tiempo ha sido implacable, y ahora ya no puedo cerrar los ojos ante la realidad. Me he enfermado, Marta. No entraré en detalles, no quiero que te preocupes por mí, pero me veo obligado a adelantar mi escala en Nápoles para poder pasar más tiempo con...Con quien tú y yo sabemos.

Sé que las cosas entre nosotros cambiaron hace ya tiempo, y ambos lo aceptamos a nuestra manera. Aun así, siempre me sentí en deuda contigo. Eres mi esposa, aunque la vida nos haya llevado por caminos tan distintos. No podía continuar este viaje sin informarte de lo que está ocurriendo, aunque me duele mucho escribir estas palabras. No quiero que te sientas obligada a hacer nada al respecto, pero también sé que mereces saber la verdad.

He decidido enviarte un poder firmado para que puedas usarlo a tu favor. Debería llegarte pronto al bufete de abogados que te indico en la tarjeta. Con él, tendrás acceso a la cuenta corriente que tengo en el Banco de España. No es mucho, pero es lo que tengo, y quiero que sepas que lo dejo a tu disposición. Si en algún momento lo necesitas, no dudes en hacer uso de ello. También quiero que sepas que, junto con este poder, te llegarán una serie de documentos importantes que te pido conserves y protejas con todo tu ser. Algunos de estos podrían serte útiles si en algún momento yo no puedo regresar a España. Quiero que tengas todas las herramientas necesarias para seguir adelante sin problemas, si la vida me impide volver.

Marta, no te preocupes por mí. Lo último que deseo es que esto te cause angustia. Estoy en paz con mi decisión y con lo que la vida me ha dado. Tengo la compañía que necesito, y el tiempo que me queda lo quiero aprovechar plenamente, sin mirar atrás con arrepentimiento. "Mirando siempre hacia el horizonte", como tú me solías decir cuando viajábamos juntos.

Quiero que sepas algo importante. Aunque ya no compartimos una vida juntos, siempre serás la persona más especial que pasó por mi vida. Te debo tanto. Me enseñaste más de lo que jamás podré devolverte. Si hay algo que deseo de todo corazón, es que encuentres el amor, como yo lo he encontrado. Lo mereces, más de lo que te imaginas.

Recuerdo los momentos que compartimos, aquellos días en los que, a pesar de todo, fuimos felices. A veces pienso en ti, en quién eres ahora, en lo que te has convertido. Y el orgullo y la admiración rezuman por cada uno de mis poros. Quizás haya un mundo nuevo para ti, lleno de posibilidades que aún no has descubierto. Me gustaría pensar que, en alguna pequeña parte de tu futuro, algo de lo que fuimos juntos te acompañará, aunque solo sea como un eco lejano de lo que una vez sentimos.

Me despido con la esperanza de que el destino te sonría, y que la felicidad te alcance, dondequiera que estés.

Con todo mi cariño y gratitud,

Jaime, tu compañero.

Estaba sentada al borde de la cama, con las manos temblorosas, sosteniendo la carta de Jaime. La había recibido esa tarde, al regresar de Toledo tras pasar la mañana con Fina, pero no me atreví a abrirla hasta que estuve sola en mi habitación. Tal vez algo en mi interior intuía que el contenido de esas palabras cambiaría algo, aunque no sabía bien qué.

Las primeras líneas me golpearon como un mazazo. "Me he enfermado". Sentí un nudo en el estómago que crecía con cada palabra. La incredulidad, confusión, y un miedo casi paralizante se apoderaron de mí. Jaime estaba enfermo, gravemente enfermo, y yo no sabía cómo reaccionar ante esa noticia. Lo había amado, sí, en un tiempo que ahora parecía lejano, casi ajeno a mi vida actual. Pero esa carta... esa carta me removió más de lo que estaba preparada para admitir.

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