Capítulo 29

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Capítulo 29

Reloj.

Marta de la Reina.

Debía ser algún tipo de secuela provocado por el salto temporal. No lo sé.

Mis conocimientos en medicina se veían reducidos a curar algún rasguño y saber que los analgésicos servían para aliviar el dolor. Poco más. Pero lo que empezó a sufrir Fina en aquellas primeras horas de nuestro viaje o, regreso en mi caso, ya lo habia vivido yo cuando caí en pleno 2024. Debilidad, cansancio extremo y falta de apetito. Y la intuición me decía que no podían ser otra cosa más que secuelas tras haber viajado en el tiempo.

Fina apenas probó bocado alguno cuando, intencionadamente, la saqué del interrogatorio y la envié con Digna a la cocina. Según me dijo mi tía, solo quiso comer un poco de fruta y un par de galletitas. Cuando yo terminé la reunión con el inspector, Fina habia tomado la decisión de regresar a la habitación, y allí permaneció acostada, a duermevela, el resto de la mañana, y prácticamente toda la tarde.

Exactamente como yo estuve las primeras horas en su casa. Mi mente era un absoluto caos, y aunque Fina me llevaba la ventaja de saber que habia viajado en el tiempo, podía ver en ella como el estado físico era muy parecido al mio.

Dejé que descansara. Estuve acompañándola, entrando y saliendo de la habitación siempre que lo creía oportuno, y mientras atendía a los miembros de mi familia que me reclamaban para que les explicase lo que me habia sucedido. Y Fina estuvo durmiendo prácticamente todo el tiempo. Cuando despertaba y daba la casualidad que yo estaba allí, a su lado, apenas era capaz de mencionar palabra alguna.

Me miraba, dejaba escapar algún lamento, yo le preguntaba si quería algo, si se encontraba bien o mal, y ella solo me decía que quería dormir. Que necesitaba dormir.

Como digo, de no haber estado yo en su situación, me habría preocupado mucho más.

Aproveché esos momentos a solas en la habitación, mientras ella dormía, para empezar a ojear el dichoso libro del profesor Don Carlos Ulloa, y tratar de averiguar si en su interior habia algo que pudiese responder al fallo catastrófico que nos hizo viajar a las dos. Pero el cansancio también me estaba afectando a mí.

Llevaba casi dos días sin dormir mas de tres horas seguidas. Porque la noche anterior, a pesar de que me empeñé en acompañarla en el dispensario, apenas pude coger el sueño en el incomodo sofá de la habitación. Y si a eso le sumaba la noche del domingo al lunes, donde todos mis sentidos estaban centrados única y exclusivamente en ella, en Fina. En sus besos, en sus caricias y en como perdimos por completo la cabeza en su cama. Era pura lógica que el agotamiento comenzara a pasarme factura.

Cené a solas en la cocina, y mucho antes de que lo hiciera mi familia en el comedor, con la intención de llevarle algo a Fina antes de retirarme a mi habitación para dormir. Y fue justo ahí donde recibí la visita de el único miembro de la familia que no habia estado presente ni en mi regreso, ni en el resto del día.

—Dichosos los ojos, hermanita —su voz me sacó de mi breve embelesamiento en cuanto lo vi aparecer en la puerta del comedor, con esa ironía suya siempre presente.

—Jesús —respondí, levantando la mirada, tratando de no mostrar la sorpresa que me causaba su inesperada llegada.

—Menuda la que has armado. ¿Qué ha sido? ¿Una fiesta privada? ¿Una escapada...? —su tono burlón me molestó al instante, pero no quise darle el gusto de notarlo de inmediato.

—¿Te estás burlando de lo que me ha sucedido? Porque te advierto que, si es así, no me hace ninguna gracia —lo corté en seco, mirándolo directamente a los ojos.

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