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Tae POV
— Entonces le pediré al abogado que se haga cargo de todo el papeleo, documentos y todo eso y también que oferte por esa casa de al lado y tranquila que no cortaré nada de la vegetación, fue solo una pequeña broma — dije para aclarar, intentando no reír.
Y no lo haría, aunque todo de mí me pidiera que si lo hiciera. Porque verla desnudarse cada noche sería lo más parecido al paraíso... y a una tortura al mismo tiempo. Porque verla sin poder tocarla, me llevaría a la locura, de eso estaba seguro.
Ese contacto que tuvimos en la ducha de la nueva casa me dejó pensando; si la corredora de propiedades no hubiera estado en el primer piso, no lo hubiera pensado dos veces y me habría lanzado con todo sobre Lila. Pero ese juego resultó mejor de lo que esperaba, porque pude ver con claridad que ella también quería continuarlo.
Lila aún me deseaba, de eso no había duda. Y algo de alivio eso le dio a mi corazón.
Entonces una idea comenzó a formarse en mi cabeza. ¿Qué pasaría si seguía empujando un poco más los límites de Lila? Si la hacía sentir tan hambrienta de mí, como yo estaba de ella. ¿Podría conseguir que tomara la iniciativa? Quizás si la empujaba lo suficiente podía conseguir alguna reacción de su parte, algo que me demostrara que ella también estaba dispuesta a cruzar esa línea.
Íbamos caminando de vuelta a casa de Yoongi. Yo llevaba puesta la capucha de mi sudadera sin mangas y gafas de sol para evitar ser reconocido. Eran solo un par de metros que debíamos caminar, pero prefería evitar cualquier percance.
El viento fresco golpeaba nuestros cuerpos y se colaba por los bordes de mi sudadera, haciéndome anhelar aún más el calor de Lila. La miré de reojo, buscando alguna expresión, alguna pista... ¿Ella me amaba aún? Yo si, la amaba y aún más que antes ¿Cómo era eso posible?
Pero no estaba seguro si podía pasar por sobre mi orgullo para jugar todas mis cartas e intentar traerla de vuelta. Ella me había herido al irse y dejarme atrás. Porque no era la primera vez, y yo no quería seguir sintiéndome un juguete en sus manos.
Sin embargo, esa necesidad de cercanía y de querer empujar sus límites, fue más fuerte. Me acerqué un poco más, viendo como me miró de reojo con desconfianza y algo más que no supe identificar. Mis labios se curvaron en una sonrisa involuntaria. Reflejo de la satisfacción que me provocaba saber que mi cercanía aún le afectaba. Pero me pregunté ¿Desconfiaba de mí o de ella misma? ¿Acaso ella también dudaba de su capacidad para mantenerse alejada de mí?
Noté cierto titubeo en su caminar, así que sin darle tiempo a alejarse, entrelacé mi mano con la suya y la sostuve firme, el contacto me ancló a la realidad, aunque mis pensamientos siguieran enredados.
— ¿Qué haces? — preguntó sorprendida, deteniéndose. Yo solo seguí caminando, mirando al frente y afianzando aún más mi agarre en su mano — Basta de hacer cosas que no entiendo.