Capítulo 14: Ecos del Pasado

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El Peso del Silencio

Tras los tumultuosos eventos del ritual que puso fin a la maldición y el sacrificio de Elena, la mansión Ashcroft parece haber quedado en una especie de letargo. Las paredes, que antes resonaban con los murmullos y susurros de las sombras, ahora están sumidas en un silencio inquietante. David, emocionalmente agotado y afectado por la pérdida de Elena, siente que la calma que envuelve la mansión es engañosa.

El contraste entre la actividad frenética de los capítulos anteriores y esta tranquilidad posmaldición destaca el vacío que Elena ha dejado tras su sacrificio. David recorre los pasillos de la mansión, y cada paso que da lo lleva a rememorar los eventos más escalofriantes: las sombras que merodeaban las habitaciones, los momentos de terror en los que él y Elena fueron acosados por entidades invisibles, y las visiones que ambos compartieron frente al espejo roto. Aunque los horrores parecen haber quedado atrás, David siente que la mansión aún guarda un rastro de esa oscuridad, como si los ecos de los fantasmas del pasado aún persistieran de alguna manera.

La estructura de la mansión juega un papel clave en este capítulo. Aunque ya no está envuelta en la misma energía oscura, la casa sigue siendo un símbolo del sufrimiento y la tragedia de los Ashcroft. David se adentra en las diferentes habitaciones, cada una impregnada de recuerdos. En la biblioteca, donde el espejo roto yace como un símbolo del fin de la maldición, David se detiene para observar los fragmentos que quedan en el suelo. Estos pedazos, a pesar de haber perdido su poder, parecen reflejar en sus pequeños cristales los momentos más aterradores que ocurrieron en la casa. Es como si el espejo aún albergara una memoria residual de todo lo que ocurrió.

Cada habitación representa un fragmento del pasado. En el dormitorio principal, David recuerda el momento en que descubrieron las cartas de Ariadne Ashcroft, y cómo esas misivas los llevaron a profundizar en los secretos más oscuros de la familia. En los sótanos, siente el frío de la tierra bajo sus pies y recuerda las catacumbas donde se llevó a cabo el ritual final. La mansión no es solo un lugar físico; es un testigo de todo lo que ha ocurrido, y David siente que las paredes mismas lo observan mientras camina, como si guardaran secretos que aún no han sido revelados.

El punto culminante de este capítulo ocurre cuando David empieza a escuchar susurros. Al principio, los descarta como producto de su fatiga emocional y física, pero rápidamente se da cuenta de que estas voces son inconfundibles: es Elena. Las voces no son claras ni directas, sino ecos distantes que parecen venir de lo más profundo de la mansión. David, abrumado por el dolor y la confusión, sigue las voces, esperando que de alguna manera Elena todavía esté viva o que haya dejado un mensaje para él.

Estos susurros guían a David a un rincón oculto de la mansión, un lugar que ni él ni Elena habían descubierto antes. Este rincón es una habitación secreta, oculta detrás de una pared falsa en una de las galerías más antiguas. Al entrar en esta habitación, David se encuentra con una colección de retratos antiguos de los Ashcroft, pero uno de ellos destaca sobre los demás: un retrato inmenso de Ariadne Ashcroft, pintado con tal detalle que parece tener vida propia.

Este momento es significativo porque Ariadne ha sido un personaje crucial en los eventos que desataron la maldición y en los intentos por detenerla. Su presencia en este retrato añade un nuevo nivel de misterio a la historia, y David se siente observado por los ojos de Ariadne, que parecen seguir cada uno de sus movimientos. Este detalle, aunque aparentemente sobrenatural, representa el peso que Ariadne aún tiene sobre la historia de la familia.

En esta habitación secreta, David también encuentra un objeto crucial: el diario personal de Ariadne Ashcroft. Este diario, cuidadosamente guardado en una caja de madera, contiene la última pieza del rompecabezas. Hasta este momento, David y Elena habían creído que el espejo y la maldición eran el resultado de un pacto realizado por Edmond Ashcroft con las Sombras Eternas, pero lo que descubre en este diario cambia su comprensión de la historia.

Ariadne escribe sobre sus propios intentos desesperados por detener la maldición, revelando que ella sabía mucho más sobre el origen de la oscuridad que cualquier otro miembro de la familia. A través de las páginas del diario, se desvela que la maldición no fue simplemente un pacto entre Edmond y las Sombras, sino que la sangre de los Ashcroft estaba maldita desde mucho antes. El espejo roto no era el origen de la maldición, sino una manifestación de algo mucho más antiguo y oscuro, un mal que había estado presente en la familia desde sus primeros días.

Ariadne explica que el verdadero mal reside en la propia sangre de los Ashcroft, una mancha que ha sido transmitida de generación en generación. Aunque el espejo actuaba como un catalizador, la maldición estaba enraizada en los propios miembros de la familia. David, al leer estas palabras, comprende que la destrucción del espejo no fue suficiente para romper completamente la maldición. El sacrificio de Elena, aunque heroico, solo selló una parte del mal, pero no eliminó la oscuridad que ha estado en la sangre de los Ashcroft durante siglos.

En la parte final del diario, Ariadne describe un ritual que ella misma intentó, pero nunca completó. Este ritual tenía el propósito de liberar definitivamente a cualquier miembro de la familia Ashcroft que se sacrificara para detener la maldición. Aquí es donde David entiende lo que debe hacer. Elena se sacrificó para detener a las Sombras Eternas, pero su espíritu aún está ligado a la mansión y al linaje de los Ashcroft.

El diario detalla los pasos para realizar este ritual de despedida, que debe llevarse a cabo en la misma habitación donde se encuentra el retrato de Ariadne. David, armado con este nuevo conocimiento, se prepara para realizar el ritual y liberar finalmente el espíritu de Elena.

David sigue las instrucciones del diario, encendiendo las velas y recitando las palabras que Ariadne dejó escritas. A medida que avanza, las voces de Elena se vuelven más claras. Es como si ella estuviera presente, observando desde otro plano de existencia, esperando que David complete lo que ella no pudo hacer.

Cuando el ritual llega a su fin, David siente una última conexión con Elena. Su voz, ahora suave y clara, le agradece por todo lo que ha hecho. En este momento, David sabe que está diciendo adiós para siempre. Las velas se apagan lentamente, y la habitación se queda en completa oscuridad. El espíritu de Elena, finalmente, ha sido liberado.

La Maldición del Espejo RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora